Cultura, la luz al final del túnel

EL UNIVERSAL

La cultura es un rubro al que, por décadas, los sucesivos gobiernos de nuestro país han dado poca o nula importancia, subordinado frecuentemente a otras agendas o intereses y sobre el cuál no han tenido una visión clara ni un proyecto unitario con objetivos específicos a alcanzar.

Pese a que la cultura, en amplio sentido, es considerada la clave para emprender y consolidar un verdadero desarrollo social y económico en México, y en últimos tiempos también especialmente para salir del contexto de violencia que hoy vivimos, en las agendas de la mayoría de los candidatos presidenciales es un tema apenas bosquejado, limitado a meras referencias tangenciales a la cultura en genérico, sin ninguna entrada directa en torno a su importancia o problemáticas específicas; o está francamente ausente.

¿Cuál sería la estrategia de cada uno para verdaderamente llevar cultura a las zonas más aisladas y marginadas del país, en caso de ganar la Presidencia? ¿Cómo dotarían a la totalidad de la población de servicios culturales que además son un derecho? ¿Qué de nuevo implementarían y que dejarían atrás de lo que hoy se hace? ¿Impulsarían alguna nueva ley o instancia en el tema?

Además, ¿de qué forma encaminarían todos los recursos y esfuerzos culturales institucionales, hoy tan necesarios para pacificar y reconstruir el tejido social nacional?

Las propuestas que hasta ahora han dado a conocer los responsables de cultura son, en algunos casos, parecidas en temas como la educación artística, el uso de tecnologías, la imagen de México en el mundo, el apoyo a los creadores, y justamente la visión de la cultura como herramienta para la reconciliación nacional.

El sector cultural no es de modo alguno menor. Considerando que ahora, tras su creación en diciembre de 2015, este rubro cuenta con una secretaría que este año ya ejerce un presupuesto de 12 mil 916 millones de pesos (mdp) —mayor al de otras como Turismo, Relaciones Exteriores y Economía, según el Presupuesto de Egresos de la Federación— resulta muy claro que desde la trinchera cultural se pueden y deben hacer, de la mano de todas las élites culturales, muchas más cosas, orientadas a cultivar, sí, la mente y el espíritu de los mexicanos, pero también a reencontrarnos y volver a reconocernos como la sociedad progresista, educada y pacífica que deseamos ser.

Sin embargo, para poder concretar tan anhelada pacificación, como punto de partida, quien resulte electo presidente (a) deberá aumentar el presupuesto a la Secretaría de Cultura. En esto coinciden, positivamente, casi todos los candidatos.

Porque a México le sigue faltando una verdadera y ambiciosa política cultural, exijamos a los candidatos a la Presidencia propuestas concretas en el tema.

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