El día más revelador de todos

Carlos Loret de Mola

El martes 20 de febrero fue el día en que con más claridad han quedado desnudadas las debilidades de los tres principales candidatos a la Presidencia

El martes 20 de febrero fue el día en que con más claridad han quedado desnudadas las debilidades de los tres principales candidatos a la Presidencia:

1.— AMLO, intento de suicidio. Mucha gente piensa que “Andrés Manuel, en el fondo, no quiere ganar la elección”. Atribuyen a una especie de subconsciente del candidato de Morena que varias veces haya tenido todo para ganar y haya hecho todo para perder. Yo no coincido con ellos… hasta ahora. Creo que en 2006, López Obrador no sabía cómo ganar. Aprendió tan bien, que en 2012 casi gana. Y si algo ha exhibido en 2018 es que está dispuesto a todo para ganar. Quizá demasiado. Quizá a toda costa. Y esa puede ser su condena: lo que empezó con la estrategia empática de campaña de salir con su esposa cantando o liberando tortuguitas en camiseta en la playa, lo que inició con una muestra de pragmatismo sumando a quienes pudieran aportarle votos, ha derivado en una sistemática alianza con personajes impresentables de la política mexicana, su riña pública con quien lo cuestione y ya en el revelador martes 20 de febrero, el reforzamiento de la imagen de que él se cree El Mesías, al ser ungido —el verbo no es casual— como candidato del ultraderechista PES en una ceremonia en donde más que discurso lo suyo fue homilía, se dejó comparar con un profeta bíblico y hasta le cantaron como si fuera protagonista del Antiguo Testamento.

2.— Meade, el que no ve. Cuando fue destapado, a José Antonio Meade se le presentó como el hombre intocado por la corrupción. Se destacó su carrera política en altísimos mandos gubernamentales desde los cuales nunca sufrió un escándalo de dinero. Sus rivales, astutamente, no lo acusaron de corrupto, sino de “ciego”: de dejar hacer y dejar pasar los actos más atroces de corrupción cuando tenía el rango para haberlos frenado. La Auditoría Superior de la Federación, el mismo revelador martes 20 de febrero, difundió que había detectado una desviación superior a los ¡3 mil millones de pesos! de un puñado de secretarías federales a través del opaco mecanismo que convierte a las universidades autónomas en casi empresas fantasma, intermediarias para dar contratos sin licitación. Un escándalo recurrente del que Meade no se desmarca y su equipo se limita a anunciar que la cuestionada secretaria de Sedatu, Rosario Robles, se va a encargar de dar las explicaciones.

3.— Anaya, oootra cosa rara. A lo mejor hay que ser un experto para entenderle bien, pero basta tener sentido común para concluir que ya se juntaron muchas cosas raras en el patrimonio de Ricardo Anaya. Y sus explicaciones frente a graves señalamientos no son claras ni fáciles de entender. El mismo martes revelador, dos jóvenes financieros ofrecieron una conferencia de prensa para confesar que habían lavado dinero por instrucciones del empresario queretano Manuel Barreiro y que ese dinero había llegado a la empresa de Ricardo Anaya que antes había estado involucrada en los casos de los lotes, bodegas y naves industriales en Querétaro que se le señalaron hace cosa de un año. Según la confesión, el dinero salió de Barreiro, recorrió paraísos fiscales, pasó por una empresa fantasma, llegó a Anaya, se quedó ahí la mitad, y el resto regresó a Barreiro, de quien dijo que lo conocía pero que no era su amigo.

Lo que nos depara el 2018.

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