Hay vocación democrática

EL UNIVERSAL

La joven democracia mexicana se consolidó este domingo 1 julio, cuando enfrentó el reto de organizar las elecciones más grandes en la historia del país.

La elevada participación ciudadana y la reacción de los tres candidatos a los cuales no le son favorables las tendencias no hacen más que confirmarlo.

Las largas filas en las casillas fueron una prueba del interés de la ciudadanía por incidir en el futuro que quiere para México. De acuerdo con los primeros datos, la participación rebasó 60% del listado nominal de electores. Aquello de que la apatía domina entre los mexicanos cuando se trata de cuestiones políticas esta vez no se cumplió.

Por primera vez en una elección mexicana, los aspirantes presidenciales que no fueron favorecidos con la mayoría de los votos reconocieron que las tendencias eran adversas para sus causas, incluso antes de la postura oficial de la autoridad electoral.

Por primera vez no salieron a cuestionar e impugnar los resultados y por primera vez desearon éxito e incluso hubo felicitaciones al triunfador y los mejores deseos para su próxima gestión.

Es deseable que la civilidad política sea la ruta en comicios futuros, pues en elecciones se gana o se pierde; reconocer la derrota contribuye a afianzar la raigambre democrática.

A pesar de que amplias regiones del país están inmersas en escenarios de violencia —y que previamente más de un centenar de políticos perdieron la vida a lo largo del proceso—, de manera general la jornada comicial transcurrió en tranquilidad, con incidentes menores que no entorpecieron la emisión de los sufragios ni los resultados finales. Sin embargo, por menores que hayan sido no deben dejarse sin investigación o sanción.

En algunos estados, lo que se vio en la contienda presidencial no se replicó a nivel local. Con diferencias mínimas en los resultados, los contendientes proclamaron sus victorias y denostaron al contrincante. Parece que no hubo lugar para la mesura.

Luego de esta jornada es de esperarse que la actitud de desencanto hacia la política que exhibía gran parte de la sociedad se modifique y vire para confirmar la participación como vía para resolver las diferencias.

Mientras el bienestar común está al centro, no importa si México va a la derecha o a la izquierda —el cambio de un gobierno a otro con visión distinta es común en las democracias más desarrolladas. Se trata de la voluntad popular y debe respetarse.

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