Figuras de totomoxtle, arte que se inspira en la mitología

Especiales 09/01/2019 18:15 Juan Carlos Zavala Oaxaca de Juárez, Oaxaca Actualizada 20:07

La elaboración de estas figuras ha llevado a Marco a ganar diversos premios y expondrá en una galería

Fotos: Mario Arturo Martínez / EL UNIVERSAL

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Ocurre que algunas cosas parecen no servir pero basta la atención especial y empeño sobre ellas, para que puedan tener un valor superior e inimaginable. Así piensa Marco Ruiz el totomoxtle también porque así se contempla él mismo: la transformación hacia algo mejor.

Las hojas del maíz – el totomoxtle – lo adquiere en Puebla, en mercados y en comunidades de Oaxaca por las diferentes texturas que tienen según en el lugar. En algunos sitios observó que era guardado por los campesinos para darlo en alimento para los animales pero años atrás, su madre – al igual que muchos artesanos y artesanas del estado – lo usaban para crear piezas desde flores con las cuales adornar las mesas y fiestas, hasta muñecos y canastos.

“Para mí es valoración y crecimiento como persona, que decide hacer algo y experimentan este crecimiento. Cuando pienso en el totomoxtle, cuando lo iba a comprar a los pueblos decían que lo guardan porque es lo que comen los burros, ahora plantear el mismo material está sufriendo esta transformación pero esa transformación le da valor.

“Y es lo que me hizo a mí también, porque conforme fue cambiando yo también fui cambiando porque mi situación como persona, empecé la escuela, terminé la escuela, considero que soy una mejor persona”, relata desde su casa y taller en la ciudad de Oaxaca.

 

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Marco Ruiz crea esculturas de seres mágicos o mitológicos como los nahuales, máscaras que plantean la idea de la identidad y la transmutación en una perspectiva contemporánea; su trabajo, sin embargo, es tan preciso que sus obras flanquean el realismo.

El 10 de noviembre de 1980 nació en Ciudad Netzahualcóyotl, Estado de México, donde vivió hasta los 12 años de edad. A los ocho años, él y sus dos hermanos menores, quedaron sólo a cargo de su madre quien para sostenerse económicamente decide elaborar muñecos de peluche para vender; la hechura de estos muñecos la aprendió de ella, quizá por ser el mayor y la necesidad de contribuir a la economía familiar.

No todo iba bien y su mamá decidió que regresaran a su tierra natal, a la ciudad de Oaxaca. Las cosas no mejoraron, pero Marco Ruiz conoció todo lo que podía hacerse con el totomoxtle también de la mano de su madre María Eugenia Sosa Hernández.

“Cuando nos venimos a vivir a Oaxaca la situación era más complicada porque no había muchas cosas en ese tiempo. Mi mamá como siempre ha sido muy dada a las manualidades y a todo eso, lo que hizo fue que vio que vendían flores de totomoxtle y empezó a trabajar con el totomoxtle”.

 

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Una vida mejor o probar suerte en otros lugares lo hizo emigrar a Estados Unidos y abandonar la preparatoria.

Una tarde Marco Ruiz tomó un teléfono y llamó a su mamá, le informó que deseaba regresar. Los cerca de cuatro años en “la jaula de oro” – forma en que los migrantes mexicanos se refieren a su estancia ilegal en los Estados Unidos, quizá por la canción del mismo nombre popularizada por Los Tigres del Norte en los años ochenta –.

Como muchos oaxaqueños, abandonó sus estudios entonces de bachillerato para irse de mojado al vecino país, cruzó la frontera por Tijuana y durante cuatro años trabajó en una pollería, propiedad de un cubano emparejado con una mexicana originaria de Guadalajara, Jalisco.

Cuando llegó a Estados Unidos le advirtieron sobre el trabajo y sus obligaciones de pagar renta o luz o de lo contrario se iría a la calle. Pero las ideas de mejorar y progresar se diluyeron al paso de los años, por eso entre los migrantes se piensa en la jaula de oro: “porque mientras estés ahí lo tienes todo, pero cuando sales no tienes nada; así como lo ganas (el dinero), lo gastas”.

 

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Para Marco Ruiz, sin embargo, en su deseo de regresar estaba también el de estudiar; terminó la preparatoria en un sistema abierto e ingresó a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO). Sabía de antemano que por sí mismo debía costearse sus estudios y retomó el oficio de artesano que aprendió con su madre, el de trabajar el totomoxtle.

“Llegando acá tuve que trabajar para sustentarme. Mi mamá iba a participar en la Noche de Rábanos con sus figuras de totomoxtle, entonces como yo iba a la escuela, conforme iba dibujando terminé por hacer esculturas de totomoxtle con otras técnicas y así fue como empecé. La verdad esto que hago es lo que me sacó de la escuela. Me ayudaba porque yo trabaja en mi casa y me ayudaba con los pasajes, con materiales, me dio la oportunidad de estudiar”.

En 2017, Marco Ruiz ganó el primer lugar en figuras de totomoxtle en la tradicional Noche de Rábanos que se celebra cada año en la ciudad de Oaxaca, y durante varios años ha ocupado diversos lugares. También ha ganado el premio “Benito Juárez” y recientemente fue invitado a participar en la Expo Santa Fe en la Ciudad de México, lo que por primera vez ha abierto la posibilidad de que exponga su trabajo de manera individual en una galería.

Una de las batallas que ha tenido que librar como artista es el reconocimiento de su trabajo. La mayoría de las personas, cuenta, creen que se trata de artesanías por el material que utiliza para la creación de sus esculturas.

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“Por ejemplo ahora que estamos invadidos por el arte contemporáneo que personalmente pienso obedece más a la idea sobre la obra – que a la obra misma –, es decir, no hace falta que trabajes mucho para presentar una idea. Hay algunos quienes presentan una caja de zapatos o un objeto cualquiera, sobre la que le inyecta una idea.

“Entonces ha sido una lucha para mí, porque pienso que en el arte la manufactura debe ser de primera clase, pero si vas a galerías o museos no comparten este pensamiento. Lo pienso así, porque las personas que observan el arte aunque no estén empapadísimos, sí se dan cuenta de lo que les estás presentando. Esa es mi idea, que no les tengas que explicar tanto para que esa persona logre tener una comunicación con la obra en sí”.

Actualmente Marco Ruiz realiza esculturas basado en los nahuales, en su idea de transformación. El proceso para su obra parte del estudio del tema que trabajara, posteriormente realiza dibujos o bocetos que clava sobre una tabla de madera y entonces empieza el trabajo del totomoxtle, colocar hoja sobre hoja hasta crear una masa moldeable, a la cual le dará forma.

El teñido del totomoxtle, explica, es similar al que se usa en la elaboración de los petates, las hojas se echan sobre agua hirviendo a la que previamente se le añadió un color industrial o natural.

 

Dentro de sus obras también sobresalen temas sobre la personalidad o la identidad, particularmente en sus máscaras.

“Trato de que la obra tenga esa comunicación con las personas, pero también con las personas de ahora. Porque si bien en Oaxaca tenemos un arraigo cultural bien fuerte, nuestras tradiciones conforme va pasando el tiempo siguen siendo las mismas, pero físicamente adquieren otros elementos.

“Por ejemplo hay danzas en las que ya no usan huaraches pero usan zapatos, pero es resultado del tiempo que vivimos. A veces hago figuras con elementos más contemporáneos que la persona que los ve se identifique, alguna mezcla de identidad, esas preguntas de quién soy y si soy por lo que me rodea, mi entorno, mis padres”.

La pieza favorita de Marco Ruiz – artista plástico que ve como sus principales influencias a Francisco Toledo y en Jheronimus van Aken, conocido como El Bosco – es la figura de un nahual conejo porque le abrió las puertas a galeristas y personas interesas en el arte; lo que le ha hecho ganar reconocimiento.

 

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