Baúles de madera, herencia zapoteca que se encuentra en riesgo

Especiales 10/01/2019 13:55 Roselia Chaca Juchitán de Zaragoza, Oaxaca Actualizada 15:09

Se estima que mil muebles se perdieron con el sismo del 7-S, ahora artesanos los recuperan, a fin de no perder la tradición

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Las iniciales de Celia Ruiz y las incrustaciones en plata  sobresalen en el baúl de cedro que tiene 98 años de antigüedad. El mueble luce impecable y acapara la mirada por su belleza en la sala principal de yoo bidó (casa sagrada) de María de la Luz Méndez, en Santa María Xadani. Resguarda en su interior los regalos de boda y los trajes de fiesta de Nhun Degyvés, hija de María y sobrina nieta de Celia.

Esta joven zapoteca recién casada recibió como parte de su dote tradicional el baúl de su tía abuela, que en el año 1930  lo recibió de su madre como regalo de bodas, una tradición que se mantiene entre las zapotecas del Istmo de Tehuantepec.

Las binnizá (mujeres u hombres de las nubes), como se les nombra a las zapotecas en su lengua madre, entregaban hasta hace 50 años, como parte de la dote de la novia, un baúl de madera con las iniciales de la propietaria, en donde resguardaban los regalos más importantes: sus trajes de fiestas y joyas. Después, con la modernidad, en los años 60, se sustituyeron los baúles por los populares roperos también de madera; ahora, las madres de las novias entregan closet y otros muebles, mientras más ostentosos mejor.

Nhun estudia un doctorado en Filosofía, y aunque radica en la Ciudad de México no se despega de su tierra, por eso pidió el baúl como parte de su dote, porque representa la historia íntima de las mujeres de su casa y de su sangre. Ella es la tercera generación que lo recibe como herencia y si algún día tiene una hija se lo heredará, hasta que se pierda en el tiempo.

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“Yo le quería dar otros muebles como se acostumbra entre nuestra gente, pero ella dijo que quería recibir el baúl de la tía abuela y como  es mi única hija se lo entregué. Para ella tiene un gran significado porque no conoció a la abuela, pero ella la quería mucho, así que es una forma de homenajearla, de tener algo que le perteneció. Con el tiempo podrá decirle a sus hijos que fue de la tía, luego mía y después de ella”, comenta María de la Luz ante la mirada cariñosa de la novia.

La pérdida

El baúl forma parte del mobiliario de la casa sagrada  de los zapotecas del Istmo y  siempre está ubicado cerca del  altar de los santos. Pero el baúl, con el paso de los años, sufrió  modificaciones en sus formas y tamaños, los más antiguos que aún se conservan datan de finales del siglo XIX, eran pequeños, austeros  y plegables, eran conocidos como guiña ndaga (baúl rustico) o también llamado “de tijera”.

Elvis Jiménez, arquitecto y el más grande coleccionista de baúles del Istmo en Oaxaca, posee alrededor de 60 piezas. En su colección  tiene varios  “de tijera”, este mueble que no rebasa el metro de altura del piso al cofre, está compuesto de dos partes: las patas en forma de tijeras que se repliegan  y el cofre que no mide  más de un metro.

Se piensa que su tamaño y la cualidad de desmontaje eran para facilitar la movilidad de las familias o por su practicidad  en las emergencias naturales (inundaciones, terremotos o huracanes), dice el coleccionista.

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Luego, también a finales del siglo XIX,  los baúles se hicieron más grandes. Estos se clasifican en dos tipos; los provenzales, en donde las patas eran curvas, se incrustaron piezas de madera en forma de animales, flores, jarrones y hasta  un águila devorando a la serpiente, entre otros motivos, no utilizaban clavos ni pegamento, todas las piezas eran precisas y encajaban.

Los segundos eran “torneados”,  recibían ese nombre porque las patas eran torneadas, tenían las mismas características que los primeros en cuanto a decoración.

Elvis explica que por los años 50  las cajas o cofres de los baúles sufrieron  otras modificaciones, sobre todo los torneados;  comenzaron a pintarse los nombres de las propietarias y flores que imitaban  a  las de los trajes tradicionales, otros más agregaron retratos de las dueñas, eran más coloridos. Ambos eran elaborados de caoba, por eso con el tiempo adquieren el color café oscuro característico.

De acuerdo al monitoreo que el coleccionista ha realizado por 20 años en su trabajo de recuperación de muebles tradicionales, antes del terremoto de 2017 existían al menos 2 mil baúles en Juchitán, considera que con la destrucción de 12 mil casas tradicionales  se perdieron más de la mitad de los baúles.

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“Yo tenía identificadas casas que tenían hasta tres baúles antiguos de más de 100 años, pero se destruyeron junto con las casas. Muchos más, los que se salvaron,  fueron vendidos por  sus propietarios a coleccionistas fuera de la región, al no darles el valor que poseen. Con el terremoto se perdió del patrimonio mueble de los zapotecas, yo considero que fueron más de mil baúles”, señala el coleccionista.

Además de los baúles utilitarios que tenían la finalidad de resguardar ropa de fiesta, documentos, joyas y  hasta el ombligo de los hijos,  existen los baúles  sacros que poseen las sociedades de algunos santos o Velas; estos resguardar velas, documentos sagrados, ropaje de los santos, dinero, entre otros enseres de las fiestas patronales.

La modernidad

Manuel Hernández Rincón es un ingeniero industrial y artista plástico de Juchitán que desde hace seis años se dedica a decorar baúles con las flores  y cadenillas de los trajes  tradicionales de las mujeres, en este lapso de tiempo considera que ha realizado más de 100 baúles de dimensiones grandes y otro tanto  más de baúles joyeros.

Desde hace dos años se asoció con su padre, de oficio carpintero, para elaborar baúles nuevos ante la demanda, como objeto ornamental dentro y fuera de la región.  La plataforma de mercado que Manuel utilizó fueron las redes sociales, principalmente el Facebook.

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Fue tanto el éxito de sus creaciones que ahora Manuel ya busca concretar un espacio físico para seguir con el negocio de este mueble que prácticamente está extinto en su elaboración como mueble utilitario.

“Los baúles que realizo se venden fuera de la región, con coleccionistas, aquí en el Istmo  ya no se mandan hacer por las familias para que formen parte de las casas, para darlos como dotes a las novias, pues  los que existen se heredan, ya quedan pocos después del sismo, es una pena, por eso es necesario su rescate a través de quienes se dedican a la elaboración”, explica el artista.

Ante esa pérdida creó una asociación denominada “Recuperación y defensa de los muebles  tradicionales del Istmo” que tiene como objetivo rescatar el oficio de realizar y decorar baúles, por lo que están integrados en la agrupación algunos carpinteros y pintores, además se dedican a  rescatar  otros muebles como butacas y puertas.

“Hay un mercado bueno para estos muebles intervenidos por nuestra iconografía. Ya demostramos que los baúles se venden, es cuestión de organizarnos y recuperarlos, este proyecto lo comenzaremos en  este año que inicia”, destaca Manuel.

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El trabajo de este artista ha  llegado hasta los Estados Unidos, de igual forma se ha colocado en diversos estados del país. El aprecio que le dan al objeto y a sus diseños le aseguran el costo, dependiendo de lo laborioso  de la decoración, el precio va desde 2 mil  pesos los más pequeños que son joyeros, hasta 13 mil pesos los  más grandes.

El proceso de un baúl nuevo puede tomar a Manuel desde  15 días hasta un mes de trabajo. En la primera etapa entra la mano del carpintero con la elección de la madera, que  por lo general es obtenida de árbol  huanacastle o cedro; las piezas más caras son las elaboradas con madera de  cedro. En la segunda etapa entra la decoración y en la tercera etapa regresa al carpintero para colocarle las jaladeras y el barniz.

Para Manuel la elaboración de baúles está casi extinta, pero aún se pueden recuperar si hay interés, no sólo de restauradores como él, sino que también las autoridades intervengan en el rescate.

 

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