Sesenta años de dar clases en Oaxaca por "labor humana"

Fue aprendiz del maestro Policarpo T. Sánchez; luchó por la alfabetización de comunidades

Actualmente, la maestra Graciela continúa dando clases de alfabetización a niños y niñas en edad escolar, en la zona de San Martín Mexicápam, lugar donde es reconocido por su trayectoria. Fotos: MARIO ARTURO MARTÍNEZ/EL UNIVERSAL
Especiales 14/05/2018 16:40 Christian Jiménez Oaxaca de Juárez, Oaxaca Actualizada 16:40

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A dos años de su jubilación, la profesora Graciela Hernández Rivera está convencida de que ser maestra es un acto de amor a los niños, al trabajo y a la comunidad. Tras más de 60 años de servicio, asevera que el aprendizaje requiere de una labor humana y de “predicar con el ejemplo”.

Es originaria de El Parián, comunidad de San Jerónimo Sosola, e inició su carrera como docente en 1953, a los 13 años, cuando repetía  sexto grado y tuvo que cubrir la ausencia de su maestra, quien acababa de dar a luz.

“Yo estaba repitiendo el sexto grado porque mi papá no tenía recursos para que yo siguiera estudiando... me animé y me quedé para atender el primer grado”, comenta. Desde entonces, entregó su vida  a la docencia. Quedó bajo la tutela del reconocido profesor oaxaqueño Policarpo T. Sánchez, con el acompañamiento de su papá.

Aunque un año más tarde logró un promedio destacado para obtener una clave para adquirir una plaza, los manejos  magisteriales lo impidieron. Pese a ello, se sumó a tareas de alfabetización en comunidades como San Miguel Adéquez, en  Nochixtlán.

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Pueblo castigado

Graciela cuenta que cuando llegó “no había absolutamente nada” en el pueblo, pues trece años antes,  había sido castigado por “portarse mal con los maestros” y desde entonces la escuela estaba abandonada. La tarea que Graciela asumió implicaba castellanizar a toda la población analfabeta, por instrucciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Fue su papá quien la instó a respetar el idioma materno y aprender mixteco para poder instruir a niños y adultos, quienes aprendieron a leer en ambas lenguas.

Fue en la administración del gobernador de Manuel Cabrera Carrasquedo, cuando Graciela estaba por cumplir 15 años, cuando  le dieron el reto de presentar un discurso y un pliego petitorio ante el mandatario, que incluyera las necesidades de su escuela, donde las clases se impartían en un espacio de tierra sobre vigas de madera.

Lo escribió con ayuda de su papá y lo presentó en un acto cívico en San Pedro Coxcaltepec Cántaros. “Me mandó a traer el señor gobernador. Lo recuerdo como si fuera hoy, y me preguntó: ¿Quién te hizo tu discurso, niña?... Y yo que no sabía mentir, le dije que mi papá”, confiesa entre risas.

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La respuesta del gobernador fue positiva, y meses después llegó mobiliario y material para el plantel. Dos años más tarde fue trasladada a otra escuela de   la  Mixteca, pero a cada lugar   donde llegaba las carencias eran las mismas, falta de material para trabajar e instalaciones deficientes para hacerlo.

Entonces, su labor también consistía en gestionar los recursos con las autoridades locales para brindar a los niños mejores condiciones para aprender.

“Se construyeron escuelas, se acondicionaron con agua potable y se mejoraron usando el tequio”, resalta la maestra  y añade que, desde su perspectiva, el tequio —servicio comunitario— es una práctica de unión y cooperación que no debe perderse.

En tanto, a través del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio se formó como profesora, recibiendo clases de maestros de la Normal Nacional de México, así como de catedráticos de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO); se graduó con mención honorífica.

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Durante su carrera docente participó activamente en diferentes momentos de la lcuha magisterial, pero sin faltar un solo día a impartir clases, pues cree que este movimiento fue   creado por profesores “enamorados” de su profesión. Con esta convicción, Graciela confiesa que está en contra de la reforma educativa, pues considera que  se basa en preceptos  aplicados en otros países y que en México  “se hacen desde los escritorios”.

Por ello, participó en la construcción del Plan para la Transformación de la Educación en Oaxaca (PTEO), generado por el magisterio como contraparte a  la reforma. “No se puede aplicar un mismo plan para un niño de la sierra y para uno de la ciudad”, insiste.

Tras su estancia en comunidades de la Mixteca, se estableció  en San Martín Mexicápam como maestra y luego como directora de la escuela primaria Policarpo T. Sánchez, en honor al profesor que la acompañó en su formación.

El plantel, que mejoró en infraestructura y  visión educativa, ha formado  generaciones de niños  agradecidos con Graciela, por inculcarles el deseo de aprender.

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Actualmente, la maestra Graciela continúa dando clases de alfabetización a niños y niñas en edad escolar, en la zona de San Martín Mexicápam, donde habita y es conocida por su labor docente.

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