Santos que renacen por herencia familiar

Especiales 18/12/2017 15:59 Roselia Chaca Santo Domingo Tehuantepec, Oaxaca Actualizada 18:51

Lucía y sus hermanas se encargan de “devolverle la vida” a las imágenes que el sismo fracturó y que llegan a su taller, que opera desde hace más de 50 años; los años de experiencia son sus únicas cartas de presentación

Lucía es la cabeza del negocio que restaura imágenes religiosas dañadas por los sismos de septiembre

De octubre a diciembre, reparaban alrededor de 30 piezas; en ocasiones, los santos se niegan a pegarse

Esto, según Lucía, es por el temperamento de los dueños; “mientras más remilgoso, más se tardan en concluir”

El sismo del 7-S les trajo más imágenes para reparar, pero no el esperado debido a la situación económica

“La prioridad ahora no son los santos”, menciona Lucía pese a vivir en una sociedad muy religiosa

La demanda se redujo una tercera parte; en el taller tienen a 10 niños Dios que se rompieron por el sismo

Pese a tener pocas piezas, Lucía confía que la situación económica mejorará para restaurar imágenes religiosas

Los años de experiencia es su carta de presentación, y espera sirva para devolver la vida a vírgenes y santos

Y puedan regresar a los altares familiares en medio de las grandes salas de los zapotecas pese a los escombros

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Al fondo de la calle Ferrocarril, en el Barrio San Sebastián, está una pequeña casa donde las mujeres que la habitan se dedican a “devolverle  la vida” a santos, vírgenes y niños Dios. El taller  de reparación de imágenes religiosas, que tiene más de 50 años en el barrio, es dirigido por Lucía Ingrid Flores Velásquez, de 37 años; es un negocio familiar en donde también participan sus hermanas y sobrina, un oficio que heredaron de su tía Francisca.

Trabajo autodidacta 

Lucía es  autodidacta, todo lo que sabe, o saben sus hermanas, lo aprendió de su tía, quien fue la primera en comenzar el oficio en la familia, y a quien ayudaban desde que ellas eran niñas. Al taller llegan piezas de propiedad privada, sociedades religiosas o de iglesias; los años de experiencia son sus únicas  cartas de presentación.

Con el tiempo Lucía aprendió a reparar todo tipo de imágenes, incluso de madera, técnica que aprendió sola y con apoyo de tutoriales. Actualmente se encuentra reparando a  la virgen de Asunción de Santa María del Mar, imagen de madera que se dañó tras sufrir una caída en el sismo; por ese trabajo cobrará mil pesos, pues la reparación le llevará un mes de trabajo.         

El terremoto del 7 de septiembre les trajo otras imágenes rotas, no la cantidad que esperaban, pues la demanda se redujo a la tercera parte por la situación económica después de la tragedia. Cada año, de octubre a diciembre, reparaban alrededor de 30 piezas.

En el taller también tienen a 10 niños Dios que se rompieron durante el terremoto.

img_20171212_191857.jpgActualmente, Lucía se encuentra reparando a la virgen de Asunción de Santa María del Mar, imagen de madera que se dañó con el terremoto.

“Son pocos los que han llegado al taller a pesar de que muchas casas en Tehuantepec, que es una ciudad muy religiosa, se vinieron abajo, yo creo que no hay dinero o la prioridad ahora no son los santos, pero aun así, ante la aproximación de diciembre y la acostada de los Niños, que es una celebración importante el 24 de diciembre, tenemos 10 imágenes que tenemos que entregar antes de la fecha”, explica Lucia, sin dejar de mover el pincel sobre el cuerpo de una de las piezas.

El proceso de reparación de una imagen depende del tamaño y el daño que traiga, lo más complicado es  crear y pegar las pestañas, que son de cabello humano.

Los santos traen historias

En ocasiones, asegura Lucía, los santos se niegan a pegarse, esto “se debe al temperamento de los dueños; mientras más remilgoso sean, más se tardan en concluir”.

Durante los años de oficio han visto de todo, como la ocasión en que Lucía intentaba borrar con pintura una grieta del pecho de un niño Dios, pero no lo lograba, después del secado se volvía a marcar como si fuera una cicatriz. Después de intentarlo por varios días, le confesó a la dueña que  no podía tapar la fisura.

“La dueña, al escucharme, se ríe y se desabrocha la blusa y me enseña que en el pecho tenía una cicatriz de una operación en el corazón, igualita a la que traía el niño. Cosas así y más fuertes nos han pasado en años de reparar santos, cosas que no tienen lógica o explicación; por eso el trabajo que hacemos aquí en el taller es de mucho respeto porque todas traen historias y secretos”, relata Lucía.

Después del terremoto, no pasaron muchas semanas cuando en el taller llegaron las familias a dejar sus piezas religiosas, aún son pocas, pero confían que con el tiempo, cuando la situación mejore, tendrán más santos, vírgenes y niños Dios que requieran de sus habilidades para recobrar la vida y regresar a los altares  familiares en medio de las grandes salas de lo que los zapotecas llaman Yoo Bidó/ la Casa de los Santos.

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