Cervecera en el Istmo olvida labor de las taberneras

Mujeres acusan trato injusto de la empresa, ya no les permite vender producto, pese a impulsar la marca

Fotos: Roselia Chaca / EL UNIVERSAL
Especiales 21/01/2019 19:15 Alberto López Morales / Roselia Chaca Juchitán de Zaragoza, Oaxaca Actualizada 19:18

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Durante décadas llevaron el producto y la marca a las fiestas de los pueblos del Istmo de Tehuantepec. Sin ellas no se conciben las festividades patronales, forman parte de la iconografía de las etnias zapoteca, mixe, huave, chontal y zoque.

Conocidas desde principios de los años 60 como taberneras, las 10 mujeres sobrevivientes de esa generación que expendía las cervezas a las afueras de las Velas, en las festividades patronales o en celebraciones de Semana Santa ahora lamentan que sean víctimas de un “trato  indigno” por parte del Grupo Modelo, al que pertenece la Agencia Modelo del Istmo.

En voz de Gabina Vásquez Luis, las mujeres que vendieron los productos de Grupo Modelo, durante 55, 30, 25 y 15 años, admiten que nunca tuvieron una relación laboral con la Agencia Modelo del Istmo, pero sí una “relación  moral” por varias décadas.

Con 85 años, Gabina, vocera de sus compañeras, destaca que la molestia de las taberneras juchitecas surgió porque los directivos de la cervecera  ya no quieren que ellas vendan las bebidas  en las Velas.

“Después del terremoto de septiembre, las Velas que se organizan en  mayo se suspendieron y, desde entonces, la empresa ya no quiere que vendamos sus productos, quizás porque ya no tenemos el atractivo de nuestra juventud”, dice entre risas  Inés, una tabernera que supera los 60 años.

El pasado 8 de enero, las mujeres se entrevistaron con el gerente de la agencia, quien  se negó a que vendieran bajo el argumento de que los directivos de las Sociedades de las Velas  pidieron que sus socios vendan las cervezas para que  la ganancia —unos 20 pesos por cartón—  sirva para cubrir gastos de la organización de la festividad.

Al respecto, la presidenta de la sociedad de la Vela San Vicente Ferrer (lado Norte), Geraldina Velázquez Santiago, confirmó la versión de la agencia  y añadió que la sociedad desea vender la cerveza para recuperar parte de los gastos de la organización de la fiesta, porque Juchitán es el único lugar que no cobra  entrada.

“No es justo que nos traten así, que nos releguen cuando toda nuestra vida la dedicamos a la venta de la cerveza y a la promoción de la marca... ahora que ya estamos grandes nos quieren marginar”, acusa Gabina, quien pide a la empresa cervecera una compensación por los largos años de promover su marca en todos los pueblos del Istmo.

Gabina, medio siglo de ser una geisha zapoteca

A pesar de los 85 años que  lleva  encima. Gabina Vásquez, Gabina Be’te, como conocen a esta mujer zapoteca,  está sentada y envuelta en un rebozo que la cubre del viento frío   a fuera de la Agencia  Modelo del Istmo.  

 Esta anciana casi nonagenaria  es tabernera y  no se avergüenza de su oficio, al contrario,  añora aquellos buenos años cuando recorría las  ferias  y hacía dinero con la venta de  cerveza afuera de fiestas tradicionales.

Rodeada de nueve compañeras que  protestan contra la cervecera, Gabina cuenta que se inició en el oficio  cuando decidió que la vida de  empleada doméstica y lejos de su hogar  no era para ella. 

Era joven y con un hijo, así que al no habituarse a la vida de servidumbre,  sin marido y  sin trabajo vio como una opción dedicarse a la venta de cerveza en las  fiestas patronales.

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Así se convirtió en  tabernera, oficio que la estigmatizó  ante la sociedad; aunque, dice,  eso jamás le importó, pues lo  que   buscaba   era sobrevivir.

Desde entonces han pasado 50 años, una vida entera, asegura. Conocidas como las geishas zapotecas, la taberneras debían mantener cautivos a sus  clientes para  que consumieran el mayor número de bebidas mientras ellas los acompañaban.

Para lograrlo, Gabina  cantaba, recitaba poemas e historias;  era una gran conversadora.  Contaba, por ejemplo, que a los   25 años, cuando llegó a la Ciudad de México, trabajó  en  un edificio donde vivían  estudiantes ricos  del norte y el centro del país.

Gabina no olvida la  cara de uno de ellos: el  ex presidente de la República,  Felipe Calderón. Ella fue su empleada  doméstica cuando   éste era   estudiante.

Así,  entre anécdotas y desveladas,  pasó medio siglo en el que la mujer    fue vendedora exclusiva de la marca Corona, era leal al producto. A cambio de venderla    la empresa —que se arraigó en fiestas  gracias las taberneras—, les daban bonificaciones: 5 pesos por  cartón vendido, sillas, hieleras y  hielo. Luego, a Gabina le llegó la vejez.

“Por muchos años nos utilizaron, éramos jóvenes. Vendimos miles de cartones. Llegábamos a vender 100 cartones cada una, éramos 12 mujeres. En las fiestas de mayo   vendíamos   200 cartones en una semana cada una. Ahora nos prohíben vender, porque son ellos, los que quieren llevarse las ganancias millonarias”, lamenta  la anciana.

 

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