Oaxaca en el extranjero, con el pincel de Max Sanz

Especiales 24/05/2018 09:00 Isela Hinojoza Ciudad de México Actualizada 16:23

El artista, de 26 años, ha llevado su obra a Europa y Asia; asegura que el arte fue la medicina que lo levantó, luego de una enfermedad

Fotos: Edwin Hernández / EL UNIVERSAL

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Al asomarse a la puerta se aprecia un rojo caótico que desata la furia, pero cuando te atreves a cruzarla  te das cuenta que en su profundidad nace un árbol frondoso que te dice que la paz y el orden puede surgir cuando te arriesgas, se trata de la pintura del artista oaxaqueño Max Sanz, que se exhibe en la Galería Torre del Reloj, en el parque Lincoln de la Cuidad de México. 

Esta obra forma parte de la exposición  “México-Israel: Homenaje a la Amistad” que reúne pinturas y esculturas de 38 artistas de ambas nacionalidades, en las cuales reflejan los lazos de unidad.

En la cultura de oriente, explica Max, hay siete puertas que conducen al cielo y ocho al infierno, y no puedes acceder a ellas si no eres parte de esa religión. De esta forma, su pintura rinde un homenaje al misticismo que forma parte de ese país asiático.

Así se posiciona Oaxaca en el pincel de Sanz, cuyas obras han sido expuestas no sólo en México sino en países como China, España, Francia y próximamente en Estados Unidos y Puerto Rico.

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De la plastilina a la cerámica

Max narra que cuando tenía seis años obtuvo una beca para estudiar en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), que le fue otorgada por el entonces gobernador José Murat, a quien conquistó mostrándole las figuras de plastilina que a su corta edad realizaba con cierto encanto.

Explica que durante su estancia de seis años en aquel recinto aprendió a trabajar la cerámica y parte de la técnica del barro. No obstante, al culminar la administración de Murat, también culminó la ayuda del gobierno estatal.

Cuando Max entró a la secundaria fue diagnosticado con hipertensión, enfermedad que lo orilló a abandonar la escuela. Por ello, sus padres lo impulsaron a tomar talleres en el Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo, con el fin de mejorar su estado de ánimo durante su tratamiento médico.    

“Hoy agradezco el haberme enfermado para haberme encontrado con el arte, y lo voy agradecer toda mi vida”, expresa Max.

A los 13 años, relata, realizó su primera exposición junto con otros artistas; en esa ocasión mostró unas pequeñas esculturas que llamaron la atención de turistas argentinos, quienes le compraron sus piezas por 500 pesos.

Cuando tenía 14 años su maestro  lo invitó a trabajar en su taller, época en la que también tuvo la oportunidad de aprender sobre técnicas de grabado y soldadura  acompañado de   artistas como Francisco Toledo, Luis Zárate, Alejandro Santiago (1964-2013), entre otros. Tiempo después estudió en el Centro de Educación Artística (Cedart) Miguel Cabrera.       

Max explica que a los 19 años tuvo una transición a la visión artística que lo compone actualmente, tomando como sello personal la figura de un elefante, animal con el que se siente identificado y plasma regularmente en sus obras. Asimismo, reconoce que de las diversas técnicas que ha desarrollado, el óleo se ha convertido en su favorita, ya que le permite expresarse con mayor amplitud.

 “He probado muchas técnicas, pero el óleo me permite expresar lo que yo pienso y siento al 100%”.

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Salto al extranjero

En el año 2012 Max recibió una beca del gobierno estatal para explotar sus dotes en la Ciudad de México, donde trabajó al lado de la artista María José Lavin.

En esa época, buscó una oportunidad para exponer sus creaciones en el Congreso de la Unión, hecho que le abrió las puertas en el ámbito internacional. Un año después de esa exposición, el  entonces cónsul General  de México  en Guangzhou, China, David Nájera, se llevó la obra de Max a ese país, siendo la primera exposición personal que tuvo en el extranjero, en 2014.

Max se entusiasma al recordar que esa   muestra  tuvo tal éxito que recibió a 32 mil visitantes en un mes, por lo que la mitad de la obra se quedó en China como colección privada y la otra mitad regresó a México, y más tarde fue comprada por un corporativo.

Un año después fue invitado mostrar su obra en la Casa México de Barcelona, España, que estuvo dedicada al mezcal; en 2016 fue invitado a  Francia, donde llevó la muestra   llamada “Tierra Roja”, que representó un homenaje a Oaxaca. A inicios de 2016, señala, regresó a España con la muestra “Juguetes Mexicanos”.

Max afirma que lo que más le gusta  transmitir en otros países es la identidad de Oaxaca. “Trato de rescatar la influencia de mi estado, los colores, texturas y formas de las tierras, es lo que me gusta plasmar en las obras”, resalta el joven artista que estima haber realizado alrededor 300 obras a lo largo de su vida.

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