El regreso de la calle a la escuela en Oaxaca

Especiales 29/04/2018 12:18 Christian Jiménez Oaxaca de Juárez, Oaxaca Actualizada 16:15

La organización Canica brinda atención integral a niños trabajadores

Fotos: Mario Arturo Martínez / EL UNIVERSAL

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Bárbara tiene 12 años y desde hace dos asiste al Centro de Apoyo al Niño de la Calle de Oaxaca, A. C. (Canica). Mientras conversa en una de las mesas del centro comunitario, dice que le gustaría ser doctora.

La coordinadora operativa del programa de Canica, Itzel Reyes Alavés, señala que en mayo próximo la asociación cumplirá 27 años de servir para que niños que trabajan en las calles de Oaxaca puedan retomar sus estudios y centrarse en ellos.

La organización inició con tres programas: Atención a niñas y niños, Adolescentes trabajadores en mercados y Trabajadores en calle. Con el tiempo, los planes se fusionaron en uno solo, dirigido tanto para los niños que trabajan en vialidades, como para aquellos que lo hacen acompañando a sus padres o que están en riesgo de calle.

Bárbara se encontraba en este último grupo. Su madre se dedicaba al comercio ambulante, pero por varios meses permaneció sin trabajo, por lo que sus hijos se vieron forzados a sumarse a los 102 mil 712 niños y niñas, de cinco a 17 años que laboran en la entidad, según datos del estudio El trabajo infantil en México, del Centro de Estudios y Opinión Pública de la Cámara de Diputados federal.

Desde los tres años. De esos 102 mil 712 niños que trabajan, 60% se concentra en la capital del estado y municipios conurbados. Unos 95 mil 871 laboran en actividades no permitidas como el sector agrícola y 56 mil 949 lo hacen sin recibir un salario. Otros 19 mil 513 niños y adolescentes cobran un salario mínimo por jornadas diarias que superan las 14 horas.

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Además, según indicadores del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2015 existía un universo de 79 mil 925 niños y adolescentes que no estudian.

A estos números Itzel Reyes agrega datos que ayudan a entender la dimensión del problema. Explica que entre las características de la población infantil que trabaja se encuentra que provienen de familias donde hay hasta siete hijos, cuyos padres repiten los factores sociales con los que fueron educados.

Los datos de Canica indican que los niños empiezan a trabajar desde los tres años, como ambulantes, limpiaparabrisas y vendedores de flores en cruceros; las actividades laborales son más comunes en niños, no obstante, a corta edad las niñas desempeñan labores del hogar.

De acuerdo con la organización, la mayoría de los niños que trabajan se sitúan en el estatus de pobreza y pobreza extrema; actualmente Canica atiende a 160 niños inscritos en el programa. La intención primordial es que los menores dejen de trabajar y se centren en sus estudios.

Para lograrlo, los menos reciben tres horas diarias de cursos, se les apoya con gastos diarios como comidas y otorgándoles algunas becas, gracias a financiamiento de organizaciones nacionales e internacionales. A cambio, los padres no pagan nada, pero pueden realizar trabajo comunitario en el centro.

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 “Nos enfocamos en niños que trabajan en la calle, no tenemos capacidad para los que habitan en ella. Los menores que tienen que trabajar, en muchas ocasiones, no tienen ninguna prestación ni asisten a la escuela”, señala la coordinadora.

La organización establece un primer contacto con los pequeños y sus padres, a través de ludotecas comunitarias y con visitas focalizadas a las zonas consideradas de alta afluencia de niños con obligaciones laborales. Luego del acercamiento, educadoras de Canica acompañan a los padres para regularizar su documentación y poder ingresar al proyecto.

A Bárbara la llevó su mamá, por iniciativa de su abuela, quien se enteró del programa al que asistían vecinos de la zona de la colonia Arboleda. “Mi mamá perdió su trabajo y mientras buscaba otro teníamos que quedarnos solos en la casa, a veces estudiando, a veces jugando o buscando qué hacer para ayudar”, señala la niña.

La representante de Canica abunda que los niños de escasos recursos que permanecen solos en casa son los que están en mayor riesgo de terminar trabajando en la calle.

Por el momento, Bárbara ya se inscribió en la secundaria y aunque confiesa que al principio no le gustaban las clases, entendió que son el paso para construir su futuro.

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