Corbatas bordadas del Istmo triunfan en el extranjero

Lo que inició como un reto para Olivia, ahora es el hit de su proyecto con el que ya representa a su comunidad.

Foto: Roselia Chaca / EL UNIVERSAL
Especiales 31/01/2019 11:56 Roselia Chaca San Blas Atempa, Oaxaca Actualizada 11:57

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Hace exactamente tres años  a Olivia Hernández Ramírez,  bordadora desde hace más de 19 años, le llegó una rara petición de parte de uno de sus amigos: intervenir una de sus corbatas con motivos tradicionales. No lo pensó más y tomó el reto.

Olivia tiene 31 años y es originaria de San Blas Atempa. Al principio consideró que la encomienda no rebasaría una semana, pero la estrechez de la corbata y la textura de la tela dificultó el bordado, por lo que tardó 20 días en la elaboración de su primera corbata y el resultado no la dejó del todo satisfecha.

A pesar de ello, al cliente le encantó y sus amigos quedaron cautivados por el bordado, por lo que le pidieron más piezas. Para este nuevo encargo, Olivia modificó  el tamaño de las puntadas y creó un bastidor pequeño para trabajar los bordados. Fue así que el tiempo de hechura pasó de 20 días a ocho horas. 

En un lapso de tres años Olivia ha elaborado alrededor de 300 piezas. Dice que la demanda aumentó después del 4 de octubre de 2018, cuando la página de Facebook “Yo amo a San Blas” subió un video de Olivia mostrando sus trabajos.

“Nunca pensamos que el video tuviera gran impacto. Yo sabía que hacia un trabajo distinto a las demás, porque muchos plasman los bordados tradicionales en carteras y hasta bolsas, pero nadie había intervenido corbatas”, dice Olivia.

 “Al principio  seguía elaborando pocas corbatas, ahora tengo que tener ayudantes porque no me doy abasto: entregamos hasta 10 corbatas a la semana, no hay un solo día que no hagan pedidos”, explica mientras muestra sus diseños.

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El proceso de elaboración comienza desbaratando una corbata de 40 centímetro para poder pintar sobre ella los modelos de flores; después, la sujeta en un aro o en un bastidor para comenzar a tejer.

Los colores que utiliza para bordar son rojo, vino, negro  y azul marino, por lo que busca la adecuada combinación; la cantidad de flores es a petición del cliente.  Al terminar, la corbata vuelve a su estado normal y Olivia le coloca su marca. El envío se hace por paquetería. Cada pieza tiene un precio de 400 pesos en el mercado.

Las corbatas artesanales de Olivia llegan a todos los estados del país y a Guatemala, aunque su mayor número de clientes están en Estados Unidos.

Su éxito ha sido tal que desde Nueva York llegó la propuesta de un empresario para que Olivia le elabore grandes cantidades de corbatas, pero no se ha concretado por la falta de mano de obra.

“He buscado a bordadoras en el pueblo para que me ayuden, pero sólo dos personas han dado el ancho, las demás no han podido elaborar las figuras  porque la tela es estrecha y su forma dificulta trabajarla. Al no tener muchas trabajadoras no podemos comprometernos aún a una mayor producción, quizá más adelante”, explica.

Olivia ve sus corbatas vendiéndose en Europa o Asia, en tiendas exclusivas o con un taller más en forma que el patio de su casa. Asegura que la constancia en su trabajo la llevarán a lograr su sueño, mismo que comenzó con una petición rara. Ahora, no teje otra prenda que no sean corbatas.

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