Por sismos, materiales a la alza

Grava y arena se venden hasta 30% más caras; Profeco ha clausurado al menos 6 comercios

El precio de una varilla de 3/8 varía entre los 92 y 98 pesos, y la de 1/2 cuesta entre 163 y 195 pesos por cada pieza. (ALBERTO LÓPEZ. EL UNIVERSAL)
Municipios 06/11/2017 15:29 Alberto López Juchitán de Zaragoza, Oaxaca Actualizada 18:32

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Las 15 mil familias juchitecas que resultaron damnificadas con el terremoto del 7 de septiembre enfrentan ahora nuevos problemas para reconstruir sus viviendas: el incremento en los precios de materiales como arena y grava que ya escasean por la alta demanda.

Antes del terremoto, un carro de volteo de siete metros cúbicos de arena costaba al consumidor la cantidad de mil 100 pesos, ahora cuesta mil 400 pesos, lo que representa un aumento de más del 27%. En la compra de la grava también se reciente el incremento. Antes, seis metros cúbicos valían al público mil 700 pesos, ahora su costo ronda los 2 mil pesos; es decir, 17%  más caro. A dichos aumentos se suma que por la gran demanda, los materiales están  escaseando, de acuerdo con algunos empresarios de la construcción consultados.

Pero no son los únicos materiales cuyos precios van a la alza. En las tiendas, el rango de costos en productos como la tonelada de cemento arranca en 2 mil 500 pesos, pero hay comercios que lo venden en 2 mil 600 y hasta en 3 mil 150 pesos. Mientras que una varilla de 3/8 varía entre 92 y 98 pesos, y la de 1/2 cuesta entre 163 y 195  pesos por cada pieza.

Por esta tendencia, la delegada de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) en la entidad, Rebeca Leticia Cervantes Navarro, informó a EL UNIVERSAL que para frenar las alzas indebidas en los precios de materiales, la dependencia organizó operativos de vigilancia.

Una primera acción, señaló, fue la revisión para que los negocios exhiban al público el costo de  productos como el cemento, varilla, calhidra, alambrón y alambre recocido. Hasta el momento,  seis puntos de venta han sido suspendidos, pues no exhibían los precios. Cuatro de ellos lo subsanaron  y se les permitió volver a abrir. 

Una segunda acción, explicó Cervantes, fue reunirse con dirigentes de siete sindicatos de transportistas de arena y grava para contener el alza. Según la delegada, se busca regresar a los importes a cómo estaban antes del terremoto. Como respuesta, los transportistas pidieron que se hable con los dueños de los bancos de donde se extraen dichos materiales para que ellos tampoco incrementen sus precios.

 Escases, la causa. Por ahora, la preocupación de dirigentes transportistas, como Artemio López, del sindicato Libertad, es la escasez de la arena y la grava por el aumento considerable de  la demanda en los 41 municipios del Istmo afectados por los sismos del pasado septiembre.

El dirigente de la Unión de Transportistas de la CTM, Tomás López Pineda, dijo que no hay razón para que se incrementen los precios, explicó que si escasea la arena a nivel local su  traslado se hace más distante, lo que impactará en el gasto del diésel.

Entre los constructores se espera que esta alta demanda se mantenga, pues sólo en Juchitán se calcula que deberán ser demolidas siete mil 400 viviendas y tendrán que ser rehabilitadas siete mil 600 más, proceso que aún no ha iniciado, pues faltan por demoler casi seis mil y retirar miles de toneladas de escombros.

Viene la reconstrucción. El pasado 3 de noviembre, concluyó en Juchitán la entrega de 15 mil tarjetas de Bansefi con los recursos destinados para la reconstrucción. Los damnificados con pérdida total de su vivienda recibieron dos tarjetas: una de 90 mil pesos para la compra de  materiales y otra de 30 mil para  mano de obra. Quienes tuvieron pérdidas parciales recibieron sólo una de 15 mil para ambos rubros.

Tras la entrega surgió una nueva problemática: Bansefi sólo tiene una sucursal en esta ciudad para atender a miles de personas que se agolpan frente a la sucursal para realizar el retiro, tanto de Juchitán como de otros lugares.

La prisa se debe a que en la ciudad unas 32 mil personas no tienen un techo para vivir. Algunos siguen en los albergues, otros en los patios y muchos más con sus familiares. Sobreviven a la espera de la demolición de sus casas para  poder levantar las nuevas.

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