La muerte entre flores; en el Istmo decoran hasta ataúdes

Municipios 21/10/2018 11:11 Roselia Chaca Santo Domingo Zanatepec, Oax.- Actualizada 07:22

Desde hace más de un año el artista Edwin Hernández comenzó a plasmar motivos zapotecas, característicos de la vestimenta tradicional, en cajones para sepultar difuntos

La  funeraria Zoar de Santo Domingo Zanatepec, en los límites con Chiapas, era igual a cualquier funeraria de la zona, no tenía nada de extraordinario, salvo por un pequeño detalle un poco exótico: tres de sus ataúdes tienen una explosividad de flores coloridas, simulando parte de un traje regional istmeño, lo que al final la hizo diferente de todas las demás funerarias en la región.

Todo comenzó hace un año, cuando el artista plástico de Salina Cruz, Edwin Hernández, recibió un pedido especial de su amigo Marcos Reséndiz,  dueño de una funeraria en el puerto: decorar un ataúd con flores de los trajes típicos.

El comerciante lo vio pintar en la Casa de la Cultura y le gustó su trabajo, así que sin pensarlo le propuso el reto de atreverse a cambiar  el concepto de “vender la muerte”, a lo que el artista  no temió y le entró a la propuesta de romper la solemnidad del espacio funerario con colores.

El primer ataúd de madera que intervino estuvo expuesto en la funeraria por espacio de ocho horas y se vendió. La primera clienta fue una mujer que en vida “fue muy fiestera y alegre”, así que sus hijos, en homenaje, la sepultaron cubierta de flores. Sin saberlo, Edwin vendió su primer trabajo a una de sus vecinas. Con la rápida aceptación comercial vinieron más pedidos. A un año de ese primer trabajo,  tres funerarias de Salina Cruz, Juchitán y Zanatepec venden sus modelos. En total ha intervenido 10 ataúdes.

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Claro que la crítica y la polémica llegaron de la mano de la popularidad de los ataúdes. Edwin recuerda que al hacer públicas sus intervenciones en redes sociales, espacio ideal para promocionarse, algunas  personas le recriminaron el “atrevimiento” de no respetar el espacio de la muerte, que en esta región de Oaxaca es de rituales y mucha sobriedad. Llegó a recibir hasta insultos, relata, pero un día también le llegó el agradecimiento de una  familia que sepultó a su madre en uno de sus féretros.

“Entonces, dejé de hacerle caso a las malas críticas que no entendían el concepto de las intervenciones, porque al final son las familias las que deciden comprarlos o no, es cuestión un poco de gusto. Los que han comprado las piezas son personas que homenajean en la muerte lo que sus familiares fueron en vida, es una forma de ir arropados por el color de la tierra, de la cultura y las tradiciones. Es ir a la última morada envueltos en un jardín de flores”, explica mientras muestra sus piezas.

Especialista en flores

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Edwin tiene 27 años y cuatro de trayectoria artística, prácticamente es reciente su intervención en las artes, suficiente  para convertirse en especialista en flores, como él mismo se califica.  Este título impuesto lo ayuda a enfrentarse a las críticas de parte de otros artistas que, afirma, tampoco le importan.

“Soy especialista en flores, no me da pena decirlo, mis trabajos están en murales en espacios serios, como el Museo de la Catrina en Saltillo, Coahuila, en murales de varias ciudades del país y la región.  Además de un par  de exposiciones, trabajo mucho con comercios y les realizo trabajos especiales. Muchos me preguntan: ‘¿Qué sientes cuando pintas un ataúd?’ Y siempre respondo que  me siento muy orgulloso”, refiere el artista.

Edwin agrega que   quienes  son testigos del proceso creativo, saben perfectamente que se hace con estrictos cuidados, por lo que representa para cada familia y lo que eso significa. “Siento una gran carga emocional, como responsabilidad, un gran respeto por nuestros muertos”, describe.

Pero su fijación por las flores viene de su abuela, una bordadora de trajes istmeños originaria de Ixtepec. Dice que cuando era niño convivía con ella por horas y de ahí  nació su  primer acercamiento,  por lo que considera que especializarse en estas formas coloridas   es una especie de tributo.

Además de los ataúdes, ahora solicitan sus servicios para intervenir sepulturas o lápidas, trabajo por lo que Edwin ha logrado  tal popularidad que ahora tiene el plan de expandir su propuesta fúnebre con un empresario de ataúdes en Puebla para intervenirlos desde el proceso de elaboración.

El proceso

Para que la obra de Edwin quede plasmada en un ataúd, todo comienza con  los trazos de las flores, dependiendo del material (madera, plástico o metal) es la pintura; después, fondea las siluetas con color blanco como base, para luego aplicar otros tonos y mezclarlos, imitando el degradado de las flores bordadas por mujeres zapotecas.

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Por último, delínea con pintura negra cada pliegue de las flores y los sella con un esmalte para su protección. Todo el proceso en un sólo ataúd le lleva entre cinco y ocho horas, según el clima y el material. Los que tardan más en secar, dice, son los de acero; o también cuando hay mucha humedad en el ambiente.

El material y los precios

Pedro Fuentes Morales es dueño de la funeraria Zoar con 50 años de antigüedad en Zanatepec, para él los ataúdes decorados llaman mucho la atención, las personas le dicen que lo comprarían para una mujer, no importando  el precio, que varía dependiendo del material: acero o madera.  Cada uno llega  a cotizarse hasta 13 mil pesos, principalmente los de   cedro.

“Lo más raro que he tenido en 50 años fue un ataúd color verde, creí que no se iba a vender porque era chillante y contrastaba con todo lo demás, pero fue el primero que se vendió. De ahí, estos con flores que han causado mucha admiración y rompe de algúna forma con lo tradicional”, comenta el comerciante en el interior de su negocio.

Otro de los ataúdes intervenidos por Edwin está exhibido en la Funeraria Habib. El dueño, Miguel Habib, vio su trabajo en  Facebook y lo contactó. Aunque no ha vendido el ataúd por ser uno de los  más caros, sí ha visto la impresión que causa en los clientes y las personas que pasan frente a la tienda.

“Es un ataúd que llama mucho la atención, pero es uno de los más caros de la funeraria y la gente siempre busca lo más barato. Este, en particular, es de los más raros que hemos tenido en más de 60 años de existencia, quizás para acompañar a una mujer o un muxe. Eso es  lo que me han dicho algunas personas al verlo, a un hombre difícilmente  se lo comprarían”, explica el joven dueño.

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Convivir con muertos

Miguel, el dueño de la funeraria Habib,  pertenece a la tercera generación de su familia que se encarga del negocio que fundó su abuelo de origen líbanes. Así que la muerte y todo el ritual que lo envuelve fue parte de su entorno desde niño, aunque reconoce que ha visto de todo en 12 años que está al frente y aún se sigue sorprendiéndose.

Las anécdotas  están ahí, desde ver sombras en algunos espacios de la funeraria,  moverse objetos sin razón, movimientos de las extremidades de los cadáveres, hasta  verlos sonreír ya tendidos en la plancha del anfiteatro. O la ocasión en que una familia se adelantó a adquirir una caja mientras el familiar aún agonizaba en su casa, pero nunca murió hasta 10 años después, cuando se presentaron a reclamar el féretro.

Para Miguel, el ritual de la muerte sigue casi sin cambio alguno entre los zapotecas del Istmo de Tehuantepec, salvo que aumentaron las muertes por violencia, por  desastres naturales, como el terremoto, y  por estos detalles “modernos” de vestir a   los ataúdes con flores.

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