Papel hecho con colillas de cigarro

Nación 13/05/2018 16:40 Cynthia Villalón Actualizada 16:42

Paola y Polo, dos jóvenes mexicanos, evitan la tala de árboles y la contaminación del agua mientras rescatan áreas verdes. Su idea ya es replicada en Colombia

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Cuando Paola Garro y Polo Benítez convocan a una colecta de colillas en un parque público, recogen uno por uno los filtros y los guardan en un garrafón de PET para después llevarlos a su laboratorio: la casa de Polo. Para protegerse de las sustancias tóxicas que contienen sólo usan un cubrebocas y un par de guantes de látex.

A este llamado se suman conocidos, familiares de amigos y personas que sin conocerlos, desean ser parte de la iniciativa. En media hora, el garrafón de PET se llena de desechos y un par de horas más tarde consiguen más de dos kilos de basura, según los cálculos de Eco Filter, en cada kilo hay 2 mil 400 colillas.

Leopoldo, a quien de cariño sus amigos llaman Polo, descubrió un potente hongo que degrada las colillas de cigarro. A partir de ese hallazgo, los dos jóvenes mexicanos crearon la microempresa Eco Filter, su objetivo es reutilizar deshechos de forma casera mientras evitan la tala y la contaminación de mantos acuíferos. 

“Queremos hacer una revolución del papel. No cambiar la manera de hacerlo, si no el material con el cual se hace”, comenta Polo.

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En México hay 14 millones de fumadores que consumen un aproximado de 250 millones de cajetillas de cigarros al año, lo que se traduce en 50 mil millones de colillas. La mayoría no termina en un bote de basura, sino en las calles, playas, bosques y otros recursos naturales, según datos de la Secretaría de Salud (Ssa).

Consciente de la gravedad del tema, Leopoldo, que estudiaba Biología en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, de la UNAM, pensó en posibles soluciones para el mal manejo de este tipo de restos,“cuando estaba en el problema existencial de qué debía hacer mi tesis, se inundó la tarja del laboratorio. Me acerqué a limpiarla y vi el caos que provocaban sólo cuatro colillas, me llevé la idea y pensé en cambiar el material con el que se hacen los cigarros. ”

Finalmente, el entonces estudiante encontró una forma para acelerar la degradación de las colillas, que en condiciones normales tarda hasta 25 años.

“Busqué microorganismos que crecieran en la celulosa y encontré que hay hongos que crecen en la madera en lugares como Toluca y Michoacán” detalla el joven biólogo de la UNAM.

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Aunque el proceso fue difícil, buscaba darle un objetivo al descubrimiento, por lo que junto a dos biólogos de la FES, iniciaron un equipo para planear la expansión del proyecto. Luego se sumó Paola, administradora de la Universidad Tecnológica de México gracias a un amigo en común llamado Charly. Ella propuso convertir la idea en un negocio verde “es una historia bien bonita”, admite Polo. 

Aunque encontraron que en otros países existen iniciativas similares, notaron que no sabían qué hacer con los deshechos después de haberlos recolectado, aún cuando se trata de residuos tóxicos. En México ni si quiera existía conciencia de que requieren un manejo especial. “Nos dimos cuenta de que nuestra mayor meta es generar educación ambiental”, cuenta  Paola. 

“Nos dijeron una y otra vez: México no está listo para eso. Llévenselo a otro lugar del mundo. ¿Cómo es posible que los propios mexicanos te saquen?”, dice Paola, pues era mayor el interés en el extranjero que en el país.

Hace cinco años, cuando el proyecto iniciaba, investigadores de países como Suiza, Inglaterra y Argentina se pusieron en contacto con ellos porque estaban interesados en el nuevo modelo que proponían.

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La idea que cambió a Colombia

Cuando la tesis fue publicada, el hallazgo de Polo cobró cierta fama, pero el grupo no tardó mucho en disolverse y tuvieron que detener el proyecto debido a que un miembro del equipo se mudó a Cancún y la última integrante se concentró en sus estudios de maestría.

Polo comenzó a trabajar como especialista en aguas residuales dentro de una fábrica automotriz, donde se dedicó a tratar y remediar el agua utilizada durante la fabricación de las carrocerías.

Cuatro años después y sin esperarlo, Polo recibió un llamado por medio de LinkedIn. Tatiana y Santiago, dos jóvenes colombianos, habían escuchado sobre el proyecto, leyeron su tesis y ahora querían reciclar colillas usando el mismo método en su ciudad. El joven no lo pensó demasiado y decidió renunciar a su empleo, compró un boleto de avión a la ciudad de Pereira, en Colombia y junto a su socia viajó al país sudamericano para reunirse con ellos y discutir una alianza estratégica en la que ambos aportarían algo para mejorar la idea.

“Tienen una captación de colillas impresionante, colectan hasta 30 mil colillas en un día, pero no sabían qué hacer con ellas, por eso fuimos a visitarlos y tras un acuerdo legal, comenzaron a realizar el proceso con sus propios medios”, relata Polo.

De este modo crearon la iniciativa “Mi colilla, nuestra Ciudad”, que en un inicio colocó 60 contenedores y en menos de un año aumentaron a 100 puntos en toda la ciudad.

“Están rescatando la ciudad, tienen muy presente la cuestión social, promueven demasiado la participación de la gente. El producto que más fabrican son los ladrillos  hechos a base de pulpa de celulosa. Nos apoyamos mutuamente. Ellos usan nuestro proceso y  nosotros podríamos usar su modelo de captación para involucrar a la sociedad”, comenta Polo.

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Una fábrica de papel casera

Polo encontró la clave del proceso biotecnológico para desintoxicar la colilla de cigarro en un viaje a los bosques del estado de Michoacán.

Cuando dio con el microorganismo, lo informó a sus profesores en la universidad y comenzó a aplicar el proceso, que funcionaba aún mejor de lo esperado.

“Es un hongo superpotente que crece en la Sierra de Michoacán. No hace daño a la gente, es como una vaca que sólo se alimenta de la celulosa”, explica.

El hongo degrada 30% de la colilla y le quita por completo su toxicidad. Al oler y sostener la pulpa de celulosa, ésta tiene una textura similar al algodón y ya no se percibe el mismo olor a cigarro.

El proceso es totalmente casero y en el hogar de Polo almacenan las colillas, a pesar de que el manejo de residuos tóxicos tiene un riesgo para su salud.

Cada pequeño filtro está diseñado para capturar hasta siete mil sustancias tóxicas que quedan atrapadas. Según datos presentados ante la Cámara de Diputados en 2016 por la organización Ocean Conservancy, una colilla en el piso contamina hasta ocho litros de agua de mar y 50 litros de agua potable ya que libera grandes cantidades de tóxicos en agua y suelo. Sin embargo, durante el proceso, únicamente se ocupa un mililitro de agua por cada colilla procesada.

“Nosotros extraemos las toxinas que quedan en esa manchita café, el alquitrán, ahí hay metales pesados, herbicidas, arsénico entre otras”.

Su idea es llevar a cabo la recolección en cantidades industriales para mitigar en mayor medida el problema de contaminación. Sin embargo, por ahora no pueden solventar una planta ni realizarlo en volúmenes más grandes.

“Ahorita estamos haciendo cuadernos aquí en la casa, los vendemos en ferias de ciencia y eventos ambientales”, comenta Polo.

Además, procesar la pulpa de celulosa en cantidades industriales, podría disminuir la exportación de esta materia prima en la industria papelera y frenar la tala de árboles.

“Estamos buscando una inversión inicial de 1 millón 400 mil pesos para colocar una planta. Queremos que los empresarios vean lo fácil que es, y que se puede hacer a nivel industrial”. Una planta podría reciclar hasta 20 toneladas cada año, y de funcionar podría extenderse por toda la República.

Aseguran además que por cada tonelada de colillas recicladas, se evitaría la tala de 14 árboles. Datos de Green Peace México indican que se consume hasta 4 mil millones de árboles cada año alrededor del mundo para fabricar papel. Por ahora, gracias a los premios obtenidos, cuentan unicamente con 120 mil pesos que serán invertidos en la compra de un terreno.

Paola admite que de tener la captación específica, y si cada persona colocara sus deshechos en el lugar adecuado, también lograrían producir más materia prima, pero por ahora se enfrentan al obstáculo de la falta de financiamiento.

“El emprendimiento nunca va a ser fácil porque cuesta trabajo llevar las cosas al nivel que tú quieres. La mayor parte se ha financiado con amigos y dinero propio”, comenta Paola, quien además trabaja como agente de seguros para costear los gastos que la empresa requiere antes de generar ganancias suficientes.

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“La colecta se está dando solita”

En 2016 la Secretaría de Salud presentó una iniciativa para planear una campaña de concientización masiva sobre el problema de la contaminación por cigarros.

Casi al mismo tiempo, la Ley Antitabaco confinó a los fumadores en espacios específicos para disminuir la cantidad de fumadores pasivos. La restricción se volvió su gran aliada, los jóvenes planearon ocupar ceniceros y recipientes de lugares concurridos, sobre todo afuera de restaurantes y en terrazas para fumadores.

Así es como Eco Filter capta 15 kilogramos de colillas al mes en lugares como el Tecnoparque de Azcapotzalco y algunos pequeños negocios que se unieron a ellos en Tlalnepantla. En su red ya hay varios establecimientos en colonias del centro de la Ciudad y otros Municipios en el Estado de México que decidieron unirse a la iniciativa. Cada que un establecimiento decide colaborar con Eco Filter, recibe un obsequio simbólico que los reconoce como lugares amigos de la empresa.

“No los certificamos como un lugar libre de colillas porque no tenemos el poder de hacerlo, pero les damos un diploma hecho por nosotros con papel de colilla de cigarro, en él declaran estar comprometidos con la causa”, explica Paola Garro.

Además, Nayeli, una joven mexicana que creó de la iniciativa Verde Halago realiza “Colillatones” cada tres meses en la Ciudad de México y en zonas turísticas como Isla Mujeres y Playa del Carmen, donde se concentran cantidades importantes de este tipo de basura.

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Ser punta de lanza en investigación

La clave, explican los jóvenes, es crear un enlace con otros emprendedores que tienen los mismos objetivos que ellos. “Somos una unión de emprendedores para generar una punta de investigación del manejo integral de desechos en América Latina”, señala Polo.

“Ofreceremos a las empresas que dominan la industria de tabaco del país, mejorar su imagen, que la sociedad vea que están generando economía a partir de sus propios residuos. Es un valor tremendo para ellos, reparar un daño al medio ambiente”, explican.

Según Paola, en 2012 no existía la misma conciencia ambiental que hay ahora. “No pasó mucho tiempo para que nos diéramos cuenta de que todas las problemáticas aparentemente chiquitas afectan demasiado, ahora ya hay un auge en el que la población se hace cargo de sus deshechos”.

En el último año, la empresa ganó el premio a Emprendedores y el primer lugar en desarrollo social e innovación tecnológica del UNITEC, quedaron en el lugar 13 del Cleantech Challenge 2017 y participaron en el Premio Santander a la innovación empresarial. Este año entrarán al concurso James McGuire en el que participan empresas sustentables de todo el mundo.

“Queremos que la gente vea que ellos también se pueden involucra, generar educación ambiental es decirle a los fumadores: házte responsable sólo de tu deshecho. No lo tires en la calle, no lo tires en la coladera, tampoco en la taza del baño, eso es lo primero”, dice Paola, pues parte de su plan es mostrar que todos pueden ser colaboradores.

Mientras tanto, ella planea poner en marcha un proyecto en conjunto con artesanos para que ellos mismos manipulen la pulpa de celulosa a su gusto, y que ellos puedan crear diferentes figuras.

Bajo el lema: dinos que ya las tienes y nosotros las recogemos, los dos jóvenes explican que si alguien ya guardó sus propias colillas y tiene una botella de PET llena de ellas, están dispuestos a recogerlas personalmente, siempre con la idea de que este tipo de residuos o lleguen al suelo.

“Han sido cinco años de investigación y apenas está dando frutos en cuestión de empresa y de ganar premios”, concluye Polo.

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