Aficionado atesora más de dos mil máscaras de luchadores

Cuenta con 2,500 caretas originales de ídolos del ring, como El Santo, Blue Demon y Rayo de Jalisco

Fotos: Francisco Rodríguez
Nación 23/09/2018 18:00 Francisco Rodríguez Torreón, Coahuila Actualizada 18:00

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A sus 67 años, Óscar Galindo tiene una colección peculiar de 2 mil 500 máscaras originales de luchadores del pancracio mexicano; todas ellas originales porque fueron usadas por los propios gladiadores: El Santo, Blue Demon, Tinieblas, La Parca, Dr Wagner Junior, La Maravilla Enmascarada, El Médico Asesino y muchos más.

Don Óscar aclara que no tiene un museo, pero apenas se entra a su casa se hallan estantes y marcos que albergan décadas de la historia de la lucha libre mexicana. De las 2 mil 500 máscaras que posee, mil 480 no se repiten, pero hay casos especiales como la de El Santo de la que tiene cinco originales, de Tinieblas cuatro, y así de varios más.

Origen de la afición

Recuerda que todo empezó el 14 de abril de 1957.  Óscar tenía seis años cuando acudió a su primera función de lucha libre. Aquella noche se enamoró del cuadrilátero y sus protagonistas. “Me gustó toda la cuestión de la máscara, los personajes, el misticismo”, recuerda.

Al día siguiente buscó los periódicos porque quería mirar todo lo que había admirado, pero ese día, el 15 de abril de 1957, murió Pedro Infante y no halló nada.

Óscar tenía la fortuna de que la mamá de un amigo de la cuadra tenía una casa de huéspedes donde se hospedaban sus nacientes ídolos y acudió hasta ese lugar, donde se topó con los luchadores sin máscara.

“Era niño, les caía bien y les ponía un gorro espantoso”, revela Óscar al justificar cómo obtuvo las caretas. La primera máscara que le regalaron  —sin saber entonces—, comenzó la gran colección fue la de Blue Demon, aunque  Óscar afirma que “fue una odisea”.

Después consiguió la máscara del lagunero El Médico Asesino. Luego le tocó encontrarse con El Santo en una gira que realizó a Torreón y el niño le pidió la máscara. “No traigo, el año que entra”, le dijo el ídolo y Óscar lo esperó. Un año después, regresó a la casa de huéspedes por la careta de El Enmascarado de Plata.

“Cuando me traigas las máscaras que dices que tienes, te regalo la mía”, le prometió El Santo y Óscar salió corriendo por las dos máscaras que tenía. “Al verlas, [El Santo] me dijo, no te puedo creer porque estos no regalan. Sacó la suya, la firmó y me la regaló”, rememora.

A partir de entonces le empezó a tomar cariño y empezó a   guardarlas. Se enteraba de la visita de una gran estrella, como El Espectro o Rayo de Jalisco, y se iba caminando a la casa de huéspedes. “¿Tú eres el Rayo de Jalisco?”, preguntaba a los hombres. “Sí, cállese”, le contestaban celosamente al niño.

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El fanático y conocedor

Óscar Galindo tiene 61 años coleccionando las incógnitas de los luchadores. Inclusive, se hizo amigo de varios luchadores que lo llevaban a las funciones e inclusive, en una ocasión, Los Espanto, originarios de Torreón, pidieron permiso a sus padres para llevarlo a una gira en Veracruz.

“Los Espanto conocían a mis papás, yo tenía nueve años. Llegaba a las arenas y entraba René Guajardo, Ray Mendoza, El Santo, Huracán. Conocía a todos y me preguntaban qué hacía por allá”, relata.

Para  Óscar, los mejores luchadores han sido: Carlos Tarzán López, Salvador Gory Guerrero, Rito Romero, Rolando Vera y Joe Marín. “A la fecha, nadie los ha superado”, opina. De los enmascarados, el más completo dice que fue Blue Demon. Sobre El Santo considera que el hijo lo superó en lucha. A su juicio, el mejor  de la laguna ha sido Joe Marín, entre laguneros como Blue Panther, Gran Markus, Dr. Wagner, Fishman, Mano Negra o Último Guerrero.

Guardar o vender

Óscar asegura que jamás se puso una máscara original. “Una máscara es muy personal, es como un cepillo de dientes o ropa interior”, compara.

También dice que llegó a perder muchas máscaras porque las guardaba sin lavar y se pudrían. Ahora que se retiró se dedica a comprar y vender máscaras. “Vendí una de El Santo del año 55 en 120 mil pesos”, presume.

Dice que, según la época, es el precio de la máscara. Una máscara de El Santo de los ochentas vale cerca de 60 mil pesos, asegura. Óscar tiene un cuadro con cinco máscaras legendarias y un día le ofrecieron medio millón de pesos. “Cuando suba más lo vendo”, le dijo al comprador.

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