Familia: la vida tras los circos y los escenarios

Rayas y Yogui dejaron de actuar en los shows, tras la aprobación de la Ley de Vida Silvestre en 2015, ahora son parte de la familia, pero el 80% de mil 298 animales de los circos no tuvieron la misma suerte y murieron

Los animales del circo Ibarra Meraz son parte de la familia.
Foto: Edwin Hernández / EL UNIVERSAL
Sociedad 14/05/2019 11:41 Christian Jiménez Oaxaca de Juárez, Oaxaca Actualizada 12:30

Son las 20:30 horas, la función está por comenzar y la gente, que desde minutos antes hacía fila a la entrada de la carpa, apresura el paso para ganar buen lugar. El olor a palomitas inunda la atmósfera que a simple vista luce desierta, un poco vieja y empolvada.

Las telas en colores platinados que dan fondo al escenario  lucen gastadas y rotas en algunas partes, también el equipo; el foro tiene apenas espacio para unas 100 personas. Pero eso no detiene al animador que  anuncia una llamada tras otra.

 Las luces se apagan y la magia del circo sin animales anima a los espectadores de todas las edades. El show  se desarrolla entre risas y música.

“El circo es nuestra vida”, sostienen al término de la función Magaly y Efrén, pilares de la familia circense Ibarra Meraz y representantes del circo que lleva sus apellidos, mismo que hace años era conocido como El Circo del Oso Ruso, pero, pese a que  la prohibición de  animales silvestres  en las carpas les obligó a cambiar su denominación y atracciones,  no  entregaron a sus animales, pues los consideran parte de su familia.

A pesar de encontrar en el circo su pasión, desde hace algunos años la empresa familiar, así como la de decenas de compañías dedicadas al circo, ha ido en declive, debido  a que los animales eran la principal atracción en los escenarios.

El 8 de julio de 2015 se aprobó la Ley General de Vida Silvestre que prohíbe  utilizar animales salvajes en los actos circenses.  La medida fue propuesta por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que fijó  una multa de hasta 50 mil veces el salario mínimo para aquellas compañías que usaran a los animales en su shows.

La medida devastó la economía de los grupos dedicados al circo, entre ellos a la familia Ibarra Meraz, que desde entonces cuenta con recursos limitados para reparar y dar mantenimiento a los tres tráileres y todo el equipo que cada  noche ofrece un espectáculo al público.

“La disposición fue lamentable”, sostiene Efrén, quien a sus más de 50 años atesora las memorias de cuando era el domador de un tigre, el adiestrador de un mono y el presentador de un oso ruso, atracción principal de sus espectáculos. 

Después de que el gobierno federal ordenara retirar a los animales de los escenarios, las familias circenses tuvieron que  incorporar nuevas atracciones, como botargas, shows de mímica, imitación, entre otras.

Un censo realizado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), posterior a la ley,  indica que  mil 298 animales  “trabajaban” en más de 80 circos en todo el país y  de éstos  80% perdieron la vida, debido a que muchos circos los abandonaron o simplemente no recibieron los cuidados necesarios para sobrevivir en otro lugar.  Muchos otros fueron vendidos a coleccionistas. 

Se estima que sólo 300 de estos animales continúan con vida. Al respecto, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente  (Profepa), a través del departamento de Inspección y Vigilancia de Vida Silvestre, ha reconocido que la venta, decomiso y donación de animales no fue la mejor medida, debido a que no se garantizó que con la ley se  mejoraran sus condiciones de vida.

Parte de la familia

Para la compañía Ibarra Meraz, la noticia de la muerte de decenas de animales que nacieron y crecieron en cautiverio les hizo meditar la situación. Entonces, decidieron conservar a Yogui, un oso ruso de 30 años, y Rayas, un tigre de nueve. 

“Supimos que muchos de los animales fueron abandonados. Otros murieron porque las condiciones en las que se encontraban después de decomisarlos a los circos no eran las ideales, no sabían cómo cuidarlos”, acota Magaly.

Incluso, la pareja menciona que Rayas, su tigre, fue uno de los cientos de ejemplares que nació en cautiverio. El felino fue comprado y adiestrado para participar en los shows, pero también se convirtió en “amigo y compañero” de los hijos de Magaly y Efrén.

Años atrás, la familia perdió a una hembra mono que creció en su circo. La pérdida fue significativa para ellos y decidieron no volver a vivirla. 

“Los osos que son exhibidos en zoológicos viven solamente 10 años, máximo 15. Nuestro osito ya tiene 30 años y, aunque está viejito, está muy bien”, menciona Efrén.

A través de las redes sociales, cada que el circo llega a una localidad distinta, los usuarios denuncian la presencia de animales. Las personas argumentan que es un “acto ilegal”.

 Sin embargo, al finalizar cada show, Efrén, quien funge como presentador, explica que la familia decidió conservar a los ejemplares y   que desde 2015 ninguno actúa en el circo.

“Siempre dejamos que la gente se acerque. Incluso, a muchas personas las hemos invitado a entrar al circo durante el día, cuando tenemos que bañarlos, para que puedan constatar que no se les maltrata. Seguramente hubo compañeros que en algún momento lo hicieron, pero aquí no fue así”, resalta.

La Ley General de Vida Silvestre precisa que “los predios e instalaciones que manejen vida silvestre  en forma confinada, como zoológicos, espectáculos y colecciones privadas, sólo podrán operar si cuentan con planes de manejo autorizados por la Semarnat”.

El circo Ibarra Meraz cuenta con la autorización y el papeleo en regla de ambos ejemplares y tanto la Semarnat como la Profepa han visitado constantemente los sitios en donde se ha instalado el circo, ante la insistencia de los vecinos, quienes notan la presencia de los animales.

“Sabemos que los animales no pueden presentarse como parte del espectáculo; sin embargo, la ley permite que los podamos tener. Desde hace tres años ninguno de los dos, ni el oso ni el tigre, participan en el show... poco a poco han ido olvidando sus habilidades”, comenta Magali.

Para poder adiestrar fauna silvestre, explican, es necesario que lo haga una persona que esté preparada para eso. No cualquiera puede hacerlo, tiene que ser alguien que tenga buena comunicación con el animal, que conviva con él y a quien le tenga confianza.

La compañía lleva poco más de cuatro años en territorio oaxaqueño, recorriendo poblaciones para presentar su espectáculo. “Aquí [al circo] ha venido la Profepa en varias ocasiones. Nos tienen identificados y saben que nuestra documentación y permisos están en regla”, añade Efrén.

Pérdidas y ganancias 

Aunque la magia del circo sigue cautivando a los espectadores, Efrén y Magali aseguran que los espectáculos nunca volvieron a ser los mismos. Yogui y Rayas requieren cuidados especiales. Por ejemplo, el felino come entre 15 y 20 kilogramos de carne al día, mientras que el oso, debido a su edad, requiere de cuidados especiales y constantes.

“La semana pasada tuvo un problema de caries y tuvieron que hacerle una extracción, para ello  nos trasladamos hasta Tehuacán, Puebla”, relatan. Las enfermedades dentales son comunes en los osos y  cada procedimiento cuesta alrededor de 8 mil pesos. Parte de los cuidados es también el baño constante a ambos animales.

“Es difícil para nosotros porque dada la situación tuvimos que convertirnos en una empresa familiar, sin la posibilidad de otorgar empleos a otras familias circenses... a veces hay suerte y se llenan las funciones, pero a veces no viene nadie”, señala Efrén.

Además de esos gastos, las familias dedicadas al circo deben pagar servicio de agua, luz, impuestos municipales y permisos para instalarse, lo que reduce las ganancias. “El circo es cada vez más difícil, pero es nuestra vida, es donde nacimos y lo que heredaremos a nuestros hijos”, finalizan.

 

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