El silencio de Iguala

Héctor De Mauleón

Apenas unas horas después de que el presidente de México dedicara parte de su “mañanera” a mofarse de las primeras planas de los diarios que habían publicado información crítica sobre su gobierno, un grupo de reporteros se concentró en las instalaciones de la Fiscalía General de la República, en Chilpancingo, Guerrero.

Periodistas de Iguala habían publicado horas antes un desplegado que denunciaba las amenazas que el gremio está sufriendo en ese municipio, por parte del crimen organizado. La protesta en la sede de la fiscalía tenía como fin exigir garantías para el gremio.

Los reporteros denunciaron que el 5 de octubre pasado, luego de cubrir una marcha de transportistas que protestaban contra abusos de policías ministeriales, y exigían el cese del comandante regional, varios de ellos recibieron llamadas de WhatsApp en las que, “con palabras agresivas y ofensivas”, miembros del crimen organizado los amenazaron de muerte por haber realizado dicha cobertura.

Quienes hicieron las llamadas les recomendaron que estuvieran preparados porque en unos días un reportero de Iguala sería asesinado “como ocurrió con Pablo Morrugares”, el director del portal PM Noticias, al que ejecutaron este 2 de agosto.

Morrugares había trasmitido, una hora antes de su muerte, noticias relacionadas con la actividad de los grupos criminales. Cometió el error de informar desde qué lugar estaba transmitiendo (un restorán de hamburguesas y alitas, según algunos; un establecimiento un poco más subido de color, de acuerdo con otros).

Hasta ahí fueron a cazarlo hombres armados.

Morrugares tuvo que huir del estado años antes, a consecuencia de un intento de asesinato. Le impusieron medidas cautelares y la protección de seis escoltas. Cuando regresó a Iguala, en tiempos de austeridad, ya solo contaba con un escolta a su servicio.

Los asesinos los acribillaron a ambos. A Morrugares lo habían amenazado en un video, en el que se mencionaron los nombres de otros cuatro periodistas.

El terror se desató en el gremio.

El Diario de la Tarde exigió que el asesinato fuera esclarecido. Dos días después, hombres armados acribillaron el inmueble en el que el periódico se imprimía. A partir de esa fecha, el diario aparece solo en su versión digital.

Hace una semana se llevó a cabo una “protesta por la paz”, a la que asistieron de nuevo los transportistas. Los reporteros decidieron no cubrirla. Denunciaron, sin embargo, que “el silencio que se apodera de Iguala representa una mordaza para los medios de comunicación”.

Denunciaron que han recibido fotos en las que aparecen incluso al lado de familiares. “Todos están ubicados”, les dijeron los criminales.

Unos días después del asesinato de Morrugares, Guerreros Unidos colocó mantas en diversos puntos de Iguala. Las mantas señalaban a una organización antagónica, Los Tlacos (brazo armado de la Policía Comunitaria General Heliodoro Castillo, que encabeza Ónesimo Marquina, conocido como El Necho), como responsable de la muerte de Morrugares, y también del asesinato de niños en Cocula, y de los ataques a la policía de Zacacoyuca y Huitzuco.

Desde ese día las ejecuciones no paran.  Cada día hay en Iguala uno o dos muertos. En los malos días, se han contabilizado incluso cinco ejecuciones. Algunas veces los muertos aparecen con cartulinas firmadas por un grupo; otras, a las cartulinas las firma el otro.

Los periodistas de la región señalan que, tras la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la persecución del gobierno contra Guerreros Unidos, así como la constante presencia policiaca en la zona, hicieron descender la atmósfera de violencia que se vivía en el municipio.

Insensiblemente, sin embargo, “se volvió a la misma situación” y los reporteros quedaron de pronto entre el fuego cruzado. Los criminales los presionan para que saquen notas, o bien para que no lo hagan. Los narcos son los jefes de información en Iguala.

Como parte del método de presión, en años anteriores varios voceadores que vendían periódicos por perifoneo fueron “levantados” y asesinados. Uno de ellos fue desmembrado.

Algunos de los reporteros que fueron a protestar a la sede de la FGR, volvieron a ser amenazados: “Deja de estar haciendo mamadas, porque te vamos a hacer cachitos”.

Iguala es hoy una zona silenciada, donde los medios han dejado de cubrir noticias del narcotráfico.

Todo esto ocurría mientras el presidente acusaba ante la nación a quien no había hablado bien de su gobierno.

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