¿México cierra sus puertas?

EL UNIVERSAL

El otorgamiento de asilo a ciudadanos extranjeros fue una característica importante de la política exterior mexicana, durante casi todo el siglo pasado. La guerra civil que vivió España a finales de la década de los 30 motivó el éxodo de miles de personas, muchas de las cuales encontraron en México un sitio ideal para continuar su vida.

Otros tantos que huyeron de la persecución que desató el régimen nazi en la Segunda Guerra Mundial también hallaron aquí una segunda patria. De igual manera ocurrió con miles de ciudadanos sudamericanos que escapaban de las atrocidades de regímenes dictatoriales instalados en la región durante la segunda mitad del siglo XX.

México se convirtió en tierra de oportunidades para quienes dejaban sus naciones prácticamente con lo que traían puesto, al escapar de conflictos bélicos o por el riesgo que les representaba su forma de pensar.

La política de asilo mexicana era reconocida internacionalmente, pero en la actualidad la situación es distinta.

Un trabajo que presenta hoy EL UNIVERSAL revela que muchas solicitudes actualmente se encuentran en el limbo, pues luego del sismo del pasado 19 de septiembre, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados emitió una suspensión de plazos, con lo cual el tiempo de respuesta, que antes era de 45 a 90 días, ahora no tiene límite.

De 2013 a 2017 el país recibió 30 mil 249 solicitudes de refugio; de ellas, 90% provenían de Honduras, El Salvador y Venezuela. La cifra registrada el año pasado representó un aumento de 1,841% en comparación con la que se tuvo en 2011.

La respuesta del gobierno mexicano no ha sido acorde con el incremento en las peticiones. En el periodo 2013-2017 menos de una cuarta parte de quienes buscaban refugio lo obtuvieron, otro tanto fue rechazado, miles desistieron en su objetivo y 25% está en espera. Organizaciones civiles de apoyo a refugiados lamentan que únicamente en teoría México sea una nación de puertas abiertas, pues los hechos lo contradicen.

En materia migratoria, cada país es soberano para establecer sus políticas, pero en este asunto con frecuencia se olvida el drama humano y en cada nación se impone el pragmatismo político. La solución a las enormes oleadas migratorias deben ser políticas regionales de desarrollo social para arraigar a las poblaciones en su sitio de origen.

Para México, el tema tendría que ser prioritario, ya que millones de connacionales en Estados Unidos enfrentan una situación bastante parecida a la que miles de extranjeros padecen en nuestro territorio; sus solicitudes no parecen importar demasiado. Lo ideal sería un poco de congruencia.

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