Para no ser del PRI, qué bien le sale a Meade
Antes que nada, considero que Peña Nieto (entiéndase Videgaray y salinistas) realizó lo que tenía que hacer para intentar mantener al PRI en la Presidencia.
Roberto Rock escribió en su columna de EL UNIVERSAL lo que se le escucha decir: que no ha leído suficientes libros, pero sabe ganar elecciones.
En esto, el Presidente no miente. Lo demostró en 2012. También en el Estado de México. Y hará todo lo que ya le conocemos para el 2018.
Esta semana dio el primer paso. De acuerdo al manual de la cargada, eligió con su dedito a José Antonio Meade. Porque es el personaje que puede aglutinar a priístas, panistas, antiamloístas y conservadores. Es quien portará la estrategia propagandística del “sin partido”.
Lo que no queda claro es si Meade, de llegar al poder, sería capaz de desmarcarse. Realizar lo que debe hacer. Reconstruir a las instituciones destrozadas en esta administración. Para que, entre otras cosas, investiguen los escándalos en los que están señalados sus compañeros funcionarios, sus amigos empresarios y su “destapador”.
Está difícil, pues él es parte del status quo. Ha participado directamente en puestos clave de esos gobiernos desprestigiados por la corrupción y/o la violencia.
Para no ser priísta, a Meade le sale muy bien.
Sus dichos y hechos lo avalan.
El ungido le dijo a Carlos Loret que él es el culpable de que tengamos en México políticas económicas sanas. Así, tal cual.
Ya que está de optimista y modesto, vale la pena preguntarle si también es el culpable de las irregularidades, confirmadas por la Auditoría Superior de la Federación, en la entrega de recursos a Juntos Podemos, presidido por Josefina Vázquez Mota. Le tocó cuando era canciller.
O de la impunidad alrededor de miles de millones de pesos fugados, cuando era secretario de Hacienda.
¿O ahí sólo se hizo de la vista gorda?
¿Y qué tal el “no priísta” en el ritual del destape?
Empezó con frases dignas de tiempos de Fidel Velázquez: “Háganme suyo”, les dijo a los cetemistas.
Sí, a esas personas cuyo líder, el otro Gamboa, desvió fondos a paraísos fiscales.
Frente a la ovación tricolor comentó que, de la mano de EPN, ha transformado al país. Ni más, ni menos.
Remató con un error que suma a las frecuentes anécdotas del sexenio. Mezcló al PRI y al PRD. Pidió que lo acompañen y lo ayuden a registrarse como precandidato “del Partido de la Revolución Institucional”.
En fin, el dinosaurio tiene muchas máscaras.
Y camina de la mano de aquel, de aquellos, que sí que saben agenciarse elecciones.
RAZONES Y PASIONES: La aplanadora del PRI y su séquito nos está endilgando la sangrienta e ineficaz guerra de Peña y Calderón. Lo hace a través de la Ley de Seguridad Interior. La llamada #LeyGolpista, digna de dictaduras militares.
A los diputados les importa un comino lo que dicen organismos y jurisprudencias internacionales. Tampoco, por supuesto, les interesa la sociedad mexicana y nuestra Constitución. Estamos solos... peor: estamos mal acompañados.
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