Secretarios sometidos y sometedores

Mario Maldonado

En el gabinete del todopoderoso Andrés Manuel López Obrador solo hay de dos sopas: los secretarios sometidos y los sometedores. Los primeros tienen un mínimo margen de maniobra en sus dependencias y han sido contradichos públicamente por el Presidente; los segundos son los radicales: los que, con la venia del titular del Ejecutivo, someten lo mismo a empresarios que a organismos autónomos o a las organizaciones de la sociedad civil. Sin duda, los primeros, los sumisos, son los que enfrentan el peor de los mundos, pues pese a no comulgar al 100% con las políticas de la 4T se han tenido que subyugar a lo que dice su jefe, con todo y el descrédito que esto puede significar para su reputación.

Uno de los secretarios con mayor relevancia en los últimos meses, por la crisis económica histórica que sufre México, es el de Hacienda, Arturo Herrera, quien diseña y ejecuta la política económica del país, aunque en los hechos parece que solo obedece órdenes, a pie juntillas, de Andrés Manuel López Obrador, cuya noción de la economía y las finanzas es rudimentaria y anclada al pasado.

Cuando en julio del año pasado Herrera asumió la titularidad de Hacienda, tras la renuncia incendiaria de Carlos Urzúa –quien no estuvo dispuesto a someterse al yugo de López Obrador–, solía decir que sabía “decirle que no” a AMLO, con quien había trabajado en el gobierno del entonces Distrito Federal. Pero más tardó en acomodarse en su nueva silla de Palacio Nacional que el Presidente en contradecirlo y corregirle la plana, como lo hizo cuando era subsecretario con la refinería de Dos Bocas, y la tenencia vehicular y el predial.

AMLO lo contradijo unos días después de tomar posesión como secretario con el dato de subejercicio de la administración federal, que según Hacienda fue de 174 mil millones de pesos, pero el Presidente le reviró con su ya famoso “yo tengo otros datos” y aseguró que, en todo caso, se trataba de ahorros. Más tarde tuvieron diferencias en cuanto a las proyecciones de crecimiento –el Presidente apostaba a que sería de al menos 2.5% en 2019 y terminó siendo caída de 0.1%–; y más recientemente por los anuncios de inversión en el sector energético –que se quedaron en el cajón–, la supuesta ayuda a las micro y pequeñas empresas, y la forma como se prevé que sea la recuperación económica: Herrera dice que será en forma de ‘palomita’ o V asimétrica, mientras que el presidente asegura que será en V, es decir un rebote casi igual al de la contracción generada por el coronavirus.

Durante los primeros dos meses de la epidemia, Herrera optó por resguardarse en su oficina hasta que decidió salir a los medios a tratar de explicar lo inexplicable: por qué el gobierno mexicano se rehusó a implementar medidas contracíclicas de fondo para evitar que millones de empleos formales e informales se perdieran con el cierre de empresas y negocios y, de paso, por qué somos el hazmerreír internacional en el manejo de la política económica. Su justificación fue que los anuncios de estímulos se hicieron espaciados y no en bloque, pero debería echarle un ojo al reporte del FMI –organismo que gusta citar– sobre las ayudas de los gobiernos para darse cuenta de que nos encontramos al fondo de la tabla con una proporción menor a 1.5% del PIB. El otro argumento es que México tiene nulo margen fiscal para endeudarse, pero el año pasado, en medio de la crisis provocada por el propio gobierno de la 4T, presumía los chalecos antibalas que significaban las líneas de crédito con el FMI, las cuales aseguró se usarían cuando hubiera una recesión pronunciada. ¿Cómo describe el secretario de Hacienda una contracción de 7.5% en 2020?

Para cerrar con broche de oro, ayer el secretario estuvo en la conferencia matutina del Presidente para presentar un programa dirigido a los jóvenes y el acceso al sector financiero, pero nada dijo del desplome histórico de 25.1% de la producción industrial, que hiló 19 meses en recesión; es decir, no se trata de un problema estacional por la crisis del coronavirus, sino uno crónico casi desde que inició este gobierno.

Otros secretarios sometidos son la titular de Economía, Graciela Márquez, cuya política industrial ha servido poco a la luz de los datos de esta actividad, y quizá el único resultado lo ha dado en materia de comercio exterior con las renovaciones del TLCUEM y el T-MEC, pero se debe a que es una prioridad del Presidente. En este grupo también está la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, a quien no se le ha visto públicamente desde que comenzó la pandemia; el secretario de Turismo, Miguel Torruco, cuya única batalla ganada han sido los puentes largos debido a la crisis del sector; el secretario de Agricultura, Víctor Villalobos; y ni qué decir del titular de Salud, Jorge Alcocer, y su subsecretario Hugo López-Gatell, quienes idolatran al Presidente sobre todas las cosas.

El bando de los sometedores lo encabeza la secretaria de Energía, Rocío Nahle, quien le ha hecho la vida imposible a los empresarios del sector, lo mismo en hidrocarburos que en electricidad, junto con Manuel Bartlett, director de la CFE, quien a pesar de no tener rango de secretario, en los hechos así opera. Qué decir de la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, que con una vara califica y fiscaliza a los empresarios, políticos de oposición y organizaciones civiles, y con otra exonera a personajes como Manuel Bartlett. Completa el grupo la secretaria del trabajo, Luisa María Alcalde, quien tras sacar la reforma laboral se puso a fiscalizar a las empresas y sus esquemas de contratación y, como Irma Eréndira, midió con doble rasero a las empresas que cumplieron o incumplieron con el cierre de sus negocios durante la contingencia sanitaria.

Salvo el canciller Marcerlo Ebrard, el resto del gabinete ha brillado por su ausencia o bien su trabajo ha sido de muy bajo perfil, al grado de que no alcanzan a ser catalogados como sometidos o sometedores.

Al alza casas de empeño

Ante los estragos del Covid-19 y mientras la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), de Juan Pablo Graf, prevé una caída en las utilidades de la banca de alrededor de 29%, existen financieras que apuestan por crecer en tiempos difíciles, tal como son las Casas de Empeño.

Es el caso de Casa Mazatlán, de Roberto Arámburo, que con 215 sucursales en México, Centroamérica y el sur de Estados Unidos, registra un alza de 20% en su negocio desde que empezó la pandemia.
Además, acaba de lanzar una nueva tarjeta y aplicación incluida, con el fin de apostar por lo digital para usar menos efectivo. Se trata de la alianza con la firma CellPay, de Lucio Arreola, y Caja de la Sierra Gorda Sociedad Financiera Popular, de Alejandro Olvera, para abrir cuentas a usuarios desatendidos por la banca tradicional, mismos que mediante la app podrán disponer de microcréditos prendarios y realizar operaciones sin salir de casa. Con esto, Casa Mazatlán prevé alcanzar el medio millón de clientes tan solo este año.

Leyes en puerta

Esta semana se discutieron en el Senado seis proyectos de leyes, incluida la de Infraestructura de la Calidad, en la que tanto organismos empresariales como el CCE, la Concamin, el CNA, la Canaco y la Canacintra, así como casi todos los senadores que participaron en su análisis, concluyeron que la entrada en vigor del T-MEC no exige la implementación de esta iniciativa.

Ante ello, será el próximo 19 de junio cuando salga el dictamen de las mesas de trabajo realizadas para convocar a un periodo extraordinario en donde se analicen y voten las seis reformas relacionadas con el tratado comercial. Destaca la labor de los morenistas Ricardo Monreal Alejandro Armenta, así como de la priista Claudia Ruiz Massieu, quienes han sido vitales al escuchar a la IP y garantizar la seguridad y calidad en miles de productos y servicios que entran a México, además de prometer cuidar ante todo los más de 150 mil empleos directos que representa el sector de la normalización.

 
@MarioMal
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