Trump pone la paz en riesgo
Después de dos guerras mundiales en menos de 25 años, el mundo apostó desde hace más de medio siglo a crear una relación entre las naciones basada en el respeto a los derechos humanos, a la libre determinación de los pueblos, a la cooperación y al arreglo pacífico de controversias.
Las decisiones unilaterales —sin consenso— que tome cualquier país afectarán de manera irremediable a la comunidad internacional. En este contexto se enmarca la determinación que anunció ayer el presidente estadounidense Donald Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel. Trump dio a conocer también que ordenó el traslado de su embajada, actualmente con sede en Tel Aviv.
La ciudad tiene relevancia histórica para las tres religiones más importantes que existen en el mundo. Es el lugar más sagrado para el judaísmo, el tercero en importancia para el islam y es asiento de emblemáticos sitios cristianos.
Aunque varias naciones cuentan con consulados en la ciudad, hasta ahora ningún país ha desplegado su embajada en Jerusalén, pues el consenso internacional aceptado ha sido el de condicionar esa decisión a un acuerdo de paz entre árabes e isralíes.
La actitud estadounidense hacia Jerusalén es la que predomina desde que Trump llegó a la Casa Blanca: abandonar los acuerdos multilaterales y tomar la vía exclusiva de sus intereses. De esa forma renunció a los acuerdos de París para limitar el calentamiento global, a participar en la UNESCO y recientemente al Pacto Mundial sobre Migración. Aunque estas últimas decisiones no ponen en riesgo la paz global, su anuncio sobre Jerusalén enciende las alertas en el mundo y eleva los temores sobre el riesgo de que se rompa la frágil armonía de Oriente Medio. Con excepción de Israel, la comunidad internacional condenó la medida.
En el conflicto árabe-israelí Estados Unidos ha jugado un papel decisivo en los pocos acuerdos que se han alcanzado. Al inclinarse ayer hacia una de las partes y alejarse de lo que dictan organismos internacionales como Naciones Unidas, Trump está actuando una vez más de manera aislada y peligrosa.
Cuando una persona al frente del país más poderoso privilegia intereses particulares por encima de los del mundo, las consecuencias pueden tener un alcance imprevisto. El resto de las naciones debe ser en este momento un contrapeso real a acciones que atentan contra la paz.