Los panteones dicen mucho de la memoria colectiva de un pueblo: de sus habitantes y sus costumbres, de su historia, de sus personajes, sus gustos arquitectónicos o religiosos. El pasado pervive en sus tumbas. 

Es común que los pueblos zapotecas, como Juchitán, tengan panteones con tumbas enormes, pero existen otros, como en Ciudad Ixtepec, donde son más bien sobrias. Precisamente este panteón, llamado San Jerónimo, es distinto a todos los del Istmo: mantiene en pie tumbas de finales del siglo  XIX.

Muchas de estas sepulturas dan testimonio de los migrantes que se establecieron en la zona en esa época, que no sólo dejaron descendencia, sino que enriquecieron la economía y el desarrollo del pueblo con el  comercio que llegó de la mano del ferrocarril.

En Ciudad Ixtepec, el panteón municipal está perfectamente dividido en la zona antigua y la  moderna. En la primera, las tumbas son pequeñas, muchas son sólo lápidas, otras son pequeños nichos de ladrillos, sin cruces ni imágenes; el tiempo ha borrado los nombres de los dueños.

Se distingue esta zona porque la maleza  está presente y porque muchas tumbas cayeron con el sismo  y los restos siguen ahí.

Dos tumbas pequeñas y simples destacan de las demás, pues su arquitectura es distinta y en el interior tienen inscripciones en chino, lo que indica que las personas sepultadas posiblemente fueron migrantes de Cantón, China, como la mayoría que llegó a Ciudad Ixtepec.

En la parte moderna las sepulturas son más grandes,  tienen  imágenes y adornos católicos y en las lápidas  se pueden leer apellidos ingleses, como Henley; franceses, como De Gives; chinos como Yong, e iraquíes, como Davish.

En la entrada del panteón se conserva aún una banca de granito rosado que, según el  grabado, fue donada por Juan Suekichi Nakagawa, un japonés que fue dueño de la Botica Japonesa, como lo registra el libro  “¿Qué tanto sabes de Ciudad Ixtepec?”, de Gaspar Gómez Russell.

Según el historiador zapoteca Víctor Vásquez,  el panteón de Ixtepec es único en el Istmo, porque es el que más conserva  tumbas de migrantes que llegaron, murieron  y fueron sepultados en estas tierras. La gran migración que se dio en Ixtepec y que luego se dispersó en Juchitán, El Espinal y Unión Hidalgo está registrada en este panteón.

“Aquí hubo una gran migración de estadounidenses, ingleses, españoles, chinos, palestinos, libaneses, iraquíes, japoneses, italianos, alemanes, franceses, ellos enriquecieron también esta cultura e Ixtepec se benefició con la migración”, señala.

Explica que la ruta de migración continúa, ahora con los centroamericanos que cruzan la región y de los que muchos se quedan en la zona y hacen familia.

 “Sería interesante que se rescatara la parte antigua del panteón porque habla de una época y de muchas culturas del mundo que se refugiaron aquí”, apunta.