Escasean las manos sanadoras de los sobadores zapotecas

Elías, de los últimos en Juchitán con este oficio; su fama le trae clientes de Veracruz y Chiapas

Foto: Roselia Chaca / EL UNIVERSAL
Especiales 03/05/2019 10:45 Roselia Chaca Juchitán de Zaragoza, Oaxaca Actualizada 10:48

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Martha escuchó de Elías Pitú en la radio, sabía que su fama lo ponía como uno de los mejores y últimos sobadores zapotecas en la ciudad de Juchitán, y efectivamente, este anciano de 73 años, de complexión pequeña, pero fibrosa, es muy conocido en el Istmo de Tehuantepec por sus milagrosas curaciones con la mano y un bote de VapoRub.

Sin decirle lo que tiene, Elías Castillo Guerra lo sabe al verla cojear y sostenida en el hombro de su madre. Martha le cuenta que al bajar las escaleras de su casa pisó mal y desde hace una semana no puede sostener el pie, la rodilla está hinchada y los dolores no la dejan dormir.

Él, con toda la tranquilidad, se sienta en un banco y abre su frasco de ungüento, sin decir “agua va” comienza a frotar en la zona lastimada; ella se contorsiona, el dolor le pone roja la cara. Él explica que le dolerá la sobada, pero que en media hora podrá caminar.

Y así, después de media hora de frotar, Martha deja de moverse. Elías le dice “¡Listo!” Ella no lo puede creer, logra sostener el pie y caminar. El experto le recomienda regresar a otras dos sesiones “para que quede como nueva”; el cobro, algo ridículo:100 pesos.

Un don familiar

Elías asegura que ser sobador es un don, que nació con la habilidad de reconocer las malformaciones en las extremidades, pues los 30 años en el oficio le ayudan en mucho a saber cuál es el mal, sin tener más que la educación básica.

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Sin conocer los nombres de cada hueso ni de los tendones del cuerpo, atiende fracturas, luxaciones, torceduras y dolores de articulaciones,entre otras afectaciones.

“Yo nací con este don, mi padre también fue sobador, mi abuelo fue curador de espantos [el dxibi]; yo soy huesero y sobador, es de descendencia, lo traemos en la sangre. Sin ir a la escuela curo. No conozco cómo se llaman los huesos, pero donde yo toco ahí está el mal. Mi oficio es de hombres, ahora de ancianos como yo, aunque somos pocos los que quedamos, ahora ya hay muchos médicos modernos y la gente prefiere ir con el que tiene títulos, yo no, yo soy de nacimiento”, explica mientras hace pasar a su siguiente paciente.

Además de sobador y huesero, Elías es campesino y capador de puercos, un oficio también de hombres, pero no cualquier hombre, sino de los que tienen la fuerza para controlar con su cuerpo a los porcinos mientras los degüellan.

Él cataloga a los sobadores como hombres fuertes, pues entre sus pacientes, además de niños y mujeres están los albañiles y coladores de casas, estos últimos tienen la piel dura y para tratarlos se aplica mucha fuerza, el doble de la que utiliza conuna persona normal.

Elías es un personaje muy conocido del Callejón de los Pescadores en la Séptima Sección, hasta su hogar llegan pacientes de Veracruz, Chiapas y la ciudad de Oaxaca.

Dice que no recuerda la cantidad de pacientes que ha atendido y aún en su vejez soba a dos o tres personas al día. No conoce muchos como él en la ciudad, pero los pocos que quedan pronto se extinguirán y, con ellos, uno de los oficios milenarios entre los zapotecas.

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