Velas, tradición que alumbra a nuevas generaciones en Oaxaca
Este oficio artesanal pasó de ser un resguardo familiar a compartirse con los jóvenes, y con ello se fortaleció la economía de una localidad
Aquí, las tradiciones se preservan como luces incandescentes que el tiempo no apaga. En el número 7 de la calle Abasolo, en una casa de grandes patios, donde el sol pega directo, la historia familiar de Casa Viviana vive entre trozos de cera.
José Hernández Alavés es parte de la familia que, desde hace cuatro generaciones, se dedica a la elaboración de velas artesanales que son usadas en las festividades de la comunidad. “Este trabajo lo comenzó mi bisabuelo, lo trabajó mi abuela, mi mamá y ahora nosotros… cada quien respondiendo a las necesidades de su época”, dice.
La propietaria del taller, Viviana Alavés, madre de José, es una reconocida maestra en el estado de Oaxaca, o por la elaboración de las “velas de concha”, llamadas de ese modo porque eran decoradas con flores, cuyo molde era una concha de mar.
En la época del bisabuelo de la familia, las velas se empleaban para cumplir con el ritual de “la contentada”, que era el momento de ir a pedir a la novia en matrimonio, luego de que el novio la robara de su casa.
Casa Viviana, tras superar tiempos de escasez y paradigmas, hoy es uno de los talleres más reconocidos por sus diseños innovadores, que también son buscados por turistas extranjeros
La contentada
Aunque en Teotitlán la mayoría de la gente se conoce, los noviazgos comienzan casi siempre de manera secreta, comenta al respecto el presidente municipal, Pantaleón Ruiz Martínez.
Refiere que generalmente inician desde la secundaria o preparatoria y la secrecía es parte de las condiciones que la tradición establece.
A medida que las relaciones prosperan, las parejas deciden formalizar y dar a conocer el noviazgo entre sus familias; sin embargo, el novio deberá hacer méritos, como asumir obligaciones en la casa de su familia política si desea llegar al matrimonio: limpiar, aportar en las fiestas y ayudar en las tareas diarias.
El edil relata que en décadas pasadas, si la pareja decidía casarse, el novio podía pedir la mano de manera formal en una cena que después se tornaba en una fiesta, pues tenía que ofrecer una dote —reses, animales, comida, entre otras cosas— para que la mano de la novia le fuera concedida.
Las flores y estrellas en las velas representan la luz y la fortuna para el matrimonio, por lo que son empleadas en el ritual de "la contentada"
No obstante, la mayoría de los novios optaban por robarse a su pareja y así no tener que hacer méritos, debido a que casi nadie conocía la relación.
La pareja se ponían de acuerdo para vivir juntos, en muchas ocasiones, sin tener que casarse.
Si después del robo, la familia de la novia exigía una boda o la novia pedía un matrimonio formal. Un “huehuete” —alguna persona conocida de ambas familias— realizaba las labores de convencimiento para que el padre de la novia aceptara la relación.
Si éste aceptaba, el novio debería llevar artículos, como un centenar de piñas, un centenar de panes, mil naranjas, 30 kilos de chocolate, varios litros de mezcal y cerveza, así como hacerse acompañar de 100 parejas que portaran igual número de velas de concha para alumbrar a la nueva familia y su futuro. A esta ofrenda se le conoce como “la contentada”.
Las creaciones que aquí nacen se han expuesto tanto en varios museos del estado, como en el resto del país.
Los símbolos
Una vela de concha se compone de una cadena que representa la fecundación y tres divisiones que indican el nacimiento, la vida y la muerte. También, se decoran con frutas que representan la amistad y aves en alusión al Espíritu Santo. Más tarde, se implementaron estrellas y flores que auguran la luz y fortuna para el matrimonio.
“Para nosotros los zapotecos, el matrimonio es una parte muy valorada de la vida. Parte del ritual es hacer del conocimiento de los novios que un matrimonio es para toda la vida y que una mujer es la raíz, la base fundamental de la familia… eso se representa en las velas”, relata el edil Ruiz Martínez.
Oficio rebelde
Las tradiciones en la comunidad son muy estrictas. Antes, se pensaba que los oficios debían ser transmitidos sólo entre familia. Al quedar al frente del taller, Viviana Alavés vivió el apogeo del catolicismo.
El auge religioso implicaba que las seis familias dedicadas a la fabricación de velas otorgaran servicio a la iglesia todo el año, a cambio de comida, pero en la década de los setenta, Viviana decidió salir de su comunidad para promocionar sus productos en otros pueblos e intercambiarlos por otros.
“Estábamos muy marginados en ese entonces y, ante la falta de ganancias, las familias que hacían velas dejaron de fabricarlas”, agrega José.
Viviana fue la única que se centró en difundir su oficio para obtener ganancias. La familia debía caminar a pie entre las veredas, pues no había carreteras, para ofrecer velas que pudieran usarse en las mayordomías.
Debido a que sus velas estaban elaboradas con cera de abeja, los productos eran difíciles de vender, pues su precio se consideraba elevado.
La fábrica artesanal empezó a tener clientes del pueblo y de otras comunidades. Ante el exceso de trabajo, invitó a jóvenes de la comunidad a talleres para aprender el oficio de las velas; la noticia se propagó por el pueblo y, al faltar a la regla de la transmisión familiar, los pobladores acordaron retirarle a Viviana los moldes que había heredado de su bisabuelo.
Los problemas con sus vecinos no frenaron la creatividad en el taller y, poco a poco, la artesana fue improvisando herramientas con objetos de su propia casa para hacer nuevos diseños, principalmente de flores y velas de colores, elaboradas con procesos totalmente manuales.
Los nuevos diseños tuvieron gran éxito entre los clientes, pues le dieron un giro al diseño tradicional.
Mano de obra joven
En ese momento, comenta José, fue cuando más jóvenes se interesaron en aprender. Con el éxito en las ventas, y al cabo de varios años, los aprendices abrieron sus propios talleres.
“Si hay alguien en la comunidad que actualmente hace velas, aprendió en Casa Viviana o aprendió de alguien que asistió a los talleres”, indica.
La proliferación de artesanos propició la competencia, también de forma desleal, por lo que el taller enfrentó una segunda crisis a finales de los años ochenta.
“Todos vendían, menos nosotros, y se nos ocurrió invitar al turismo para repuntar las ventas porque el turismo norteamericano empezó a hablar del taller al que denominaron Casa Viviana”, recuerda José. La decisión propició que el mercado se levantara.
Actualmente, unas 10 familias en Teotitlán del Valle se dedican al oficio de elaboración de velas; sin embargo, los colaboradores de Casa Viviana sostienen que el resto se mantiene a la expectativa de los nuevos modelos que ellos trabajan. El taller produce alrededor de 700 velas mensuales.
José asegura que mantenerse en el oficio no ha sido fácil, pues desde que iniciaron sus trabajos los precios de la materia prima, como la cera de abeja, se han disparado, llegando a costar hasta 10 veces más.
Por otro lado, comenta que aunque en el taller laboran ocho personas, todos integrantes de la familia, en las temporadas altas Casa Viviana recibe mano de obra joven. “Es importante que el conocimiento se transmita a las nuevas generaciones”, comenta José y agrega que actualmente su madre Viviana se encuentra en California, Estados Unidos, donde imparte cursos.
Trabajo reconocido
Con el paso de los años, el taller empezó a incursionar en piezas decorativas en cera, y posteriormente inició su camino en la escultura. La constante innovación de Casa Viviana le ha dado popularidad y reconocimiento al taller.
Actualmente, José y sus hermanos trabajan en prototipos que se presentarán en noviembre próximo, en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (Maco), en el que a través de figuras de cera abordarán la problemática de la escasez de agua.
Anteriormente, los trabajos del taller se han expuesto en otros museos, tanto del estado como del país. Asimismo, medios de comunicación locales, nacionales e internacionales han reseñado el trabajo del taller.
“Hemos cumplido con preservar y hacer evolucionar nuestro oficio, después de cuatro décadas hoy llegamos a todas las regiones del estado, donde las velas representan parte de la cultura de Oaxaca; incluso otros estados, como Veracruz y Puebla, han replicado nuestras tradiciones”, finaliza.