En la Cuenca oaxaqueña, una mujer lucha para frenar el VIH
Francys Moreno formó una fundación para ayudar y prevenir; tomó la misión por una promesa a su hermano fallecido
Francys siempre anda a prisa. Tiene 42 años y su vestimenta la conforman playeras y bermudas. Quien la ve, la identifica como “la mujer del VIH”. No la ofende que la llamen así, al contrario.
Por 15 años, en la Cuenca del Papaloapan ella le ha dado rostro a la lucha por sensibilizar sobre el tema e impulsa a los portadores del virus de inmunodeficiencia humana a mejorar su calidad de vida.
Durante todos esos años Francys Moreno Carrera ha sido la cabeza de la Fundación Luis Hosmar, en honor a su hermano, un joven que a los 24 años falleció a causa del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida). Para honrarlo, esta mujer ha brindado apoyo a más de 780 personas de Tuxtepec y de comunidades vecinas de la región.
Hosmar contrajo el virus por una transfusión de sangre durante un tratamiento médico. El progreso acelerado de la enfermedad, cuatro meses, apenas permitió a Francys y su familia hablar con él de este deseo, del que ya no pudo formar parte, relata Francys con sus pequeñas manos entrelazadas sobre la mesa.
Pese a transmitir fortaleza, Francys es frágil cuando recuerda a su hermano, con quien desde adolescente hizo planes de vida para cuando fueran ancianos.
Aunque no se concretaron, la promesa que le hizo de ayudar a personas con VIH no podía quedarse sin cumplir, pues ella fue testigo de la discriminación que se sufre para recibir atención médica, de la dificultad de conseguir medicamentos si no se cuenta con recursos y, sobre todo, de la parte emocional.
“Un día me decidí y salí de casa, me reuní con amigos y les pedí ayuda para saber quiénes estaban enfermos, dónde encontrarlos, mientras yo me empapaba de información”, explica Francys sobre el comienzo de la fundación que hasta hoy no ha logrado registrar por falta de dinero, pues prefiere invertir en comprar alimentos y pagar asistencias al médico. En poco tiempo, recuerda, contactó a pacientes que necesitaban viajar a Puebla o la capital para su tratamiento, a quienes comenzó a apoyar con los costos de traslados mediante recursos propios; en algún periodo, autoridades municipales la auxiliaban con ambulancias cuando se requerían.
El dinero, dice, es un obstáculo para ampliar la ayuda, pero aún así afirma que le reconforta saber que ha contribuido a salvar la vida de decenas de pacientes. “Me considero perseverante en la lucha, porque a pesar de no tener recurso hemos llegado lejos”, indica.
La labor de Francys es necesaria porque en la Cuenca no existe un Centro Ambulatorio para la Prevención y Atención del Sida e Infecciones de Transmisión Sexual (Capasits), pese a los 46 casos de VIH y 35 de Sida registrados.
De profesión diseñadora, Francys ha aprendido primeros auxilios, también se ha vuelto consejera, gestora y hasta sabe realizar las pruebas de detección del VIH que de forma gratuita le otorga el Consejo Estatal para la Prevención y Control del Sida.
Mientras explica cómo funciona la prueba, dice que ver un resultado positivo le genera tristeza, pero entiende —y así lo explica a los pacientes— que detectarlo es la clave para una vida de calidad. El método de detección es sencillo, funciona con una gota de sangre del dedo; si aparecen dos rayas, es positivo.
Francys afirma que a ella no le asustaría si ella resultara VIH positivo pues con el paso de los años ha entendido que se trata de una infección como cualquier otra, “contra la que se puede luchar para vivir, con la ventaja de que se puede prevenir usando condón”, pues las relaciones sexuales son la forma más común de contagio.
Esta enfermedad, dice, le han enseñado a descubrirse como una persona aguerrida y entender que las mujeres no son el sexo débil, pues son las que luchan más para sobrevivir.