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Hosmar contrajo el virus por una transfusión de sangre durante un tratamiento médico. El progreso acelerado de la enfermedad, cuatro meses, apenas permitió a Francys y su familia hablar con él de este deseo, del que ya no pudo formar parte, relata Francys con sus pequeñas manos entrelazadas sobre la mesa.
Pese a transmitir fortaleza, Francys es frágil cuando recuerda a su hermano, con quien desde adolescente hizo planes de vida para cuando fueran ancianos.
“Un día me decidí y salí de casa, me reuní con amigos y les pedí ayuda para saber quiénes estaban enfermos, dónde encontrarlos, mientras yo me empapaba de información”, explica Francys sobre el comienzo de la fundación que hasta hoy no ha logrado registrar por falta de dinero, pues prefiere invertir en comprar alimentos y pagar asistencias al médico. En poco tiempo, recuerda, contactó a pacientes que necesitaban viajar a Puebla o la capital para su tratamiento, a quienes comenzó a apoyar con los costos de traslados mediante recursos propios; en algún periodo, autoridades municipales la auxiliaban con ambulancias cuando se requerían.
El dinero, dice, es un obstáculo para ampliar la ayuda, pero aún así afirma que le reconforta saber que ha contribuido a salvar la vida de decenas de pacientes. “Me considero perseverante en la lucha, porque a pesar de no tener recurso hemos llegado lejos”, indica.
De profesión diseñadora, Francys ha aprendido primeros auxilios, también se ha vuelto consejera, gestora y hasta sabe realizar las pruebas de detección del VIH que de forma gratuita le otorga el Consejo Estatal para la Prevención y Control del Sida.
Mientras explica cómo funciona la prueba, dice que ver un resultado positivo le genera tristeza, pero entiende —y así lo explica a los pacientes— que detectarlo es la clave para una vida de calidad. El método de detección es sencillo, funciona con una gota de sangre del dedo; si aparecen dos rayas, es positivo.
Esta enfermedad, dice, le han enseñado a descubrirse como una persona aguerrida y entender que las mujeres no son el sexo débil, pues son las que luchan más para sobrevivir.