A sus labores de ama de casa, con la crianza de cinco hijos en edades escolares, se sumó la responsabilidad de cuidar de 18 hectáreas repartidas entre cultivos de caña y piña, sin tener más conocimientos que sólo la palabra “trabajo” para resumir lo que implicaban las tareas de campo.
“Fue muy difícil”, define la mujer de 78 años de edad, los primeros años al frente de las parcelas heredadas, de las que dependían el futuro de sus hijos.
“Recuerdo las jornadas en las que yo también participé en el corte de piña y caña. Tenía que aprender y tenía que ahorrarme el salario de un trabajador, no había de otra”, apunta doña Adolfina, mientras se dispone a darle de comer a sus gallinas en su granja de traspatio.
A las mujeres que como ella deben enfrentar una nueva tarea en el campo les aconseja tener “valor y fuerzas”, pues ahora la situación económica complica el escenario.
Al paso de tres décadas, el padrón de ejidatarios contempla cada vez a más mujeres como propietarias en dicha comunidad al noreste de Tuxtepec.
La manera de obtener las parcelas también se han diversificado, pues además de herencia por viudez, que sigue predominando, o por herencia familiar, también son dueñas por la compra de la tierra.
Sobre el derecho que la ley otorga a las mujeres para poseer parcelas, el ejidatario desde hace más de 30 años apunta que, al menos en ese tiempo, en ninguna asamblea se ha mencionado sobre ese tema.
Refiere que es por desconocimiento, pero tampoco ninguna autoridad federal les ha mencionado algo al respecto para compartir las tierras.
“Lo que se hizo hace muchos años fue la entrega de tierra para la construcción de escuelas, pero nada más”, indica el ejidatario.