Sin ese primer apoyo durante la crisis, difícilmente ellas se hubieran levantado inmediatamente. Fueron momentos difíciles para las bordadoras que vivían al día de sus ventas, ya que elaborar un huipil les toma dos meses de trabajo y la pieza se vende a unos 2 mil 500 pesos, lo que en los primeros meses después del sismo fue imposible por la parálisis económica que dejó el terremoto.
Un día, mientras los integrantes del comité recorrían el pueblo de Santa Rosa de Lima, entregando apoyos a los damnificados, encontraron a Ofelia y Erendira en la calle y les preguntaron si conocían bordadoras; ellas se presentaron y fueron seleccionadas para el proyecto Tejiendo Hermandad.

Ofelia cuenta que con el desplome de las ventas, ser apoyadas por el proyecto fue “una salvación”.
—En ese tiempo no teníamos trabajo, no vendíamos nada, estábamos pasando por una crisis, comíamos lo que teníamos, lo que nos daban, señaló Ofelia mientras muestra orgullosa una de sus piezas que están a la venta en una plataforma digital.
Gracias al apoyo de donantes mexicanos y extranjeros, la meta se superó con amplio margen, al grado que un año después se han financiado aproximadamente 300 prendas, elaboradas por 60 artesanas de cinco municipios, de las que 100 se donaron a personas de la tercera edad.

Además, se donaron 100 bastidores y 50 paquetes de tejido, cada paquete con 13 hilos y un gancho. Superada la emergencia, el proyecto ha buscado expandirse creando un mercado virtual para que las beneficiarias puedan exponer sus propias creaciones. La plataforma en la que se comercializarán los artículos se denomina Tianguis Virtual Zapoteca y arrancará en este mes de febrero.
—Ha sido una gran experiencia tanto para nosotros como para las bordadoras, que al final vendieron sus productos. Ahora, con las piezas se buscará generar un fondo que pueda ser nuevamente invertido en más productos. El precio es justo, porque son las mismas artesanas las que lo ponen, no hay intermediario y nosotros no ganamos nada, explica Aurora.
Ofelia y Eréndira se muestran entusiastas porque tienen un mercado más amplio para sus productos, evitando así a las revendedoras “que tanto daño les hacen” a las artesanas, finalizan.