Venta de tortillas: así se empoderan las chinantecas
En San Juan Lalana, municipio colindante con Veracruz, las mujeres buscan romper los estereotipos y ayudar al sostenimiento del hogar; ya no son sólo amas de casa
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Sus vidas transcurren entre las labores del hogar y del campo, sumergidas en las preocupaciones de lo que ese día comerán. Así son las mujeres de la comunidad de San Isidro Arenal, en San Juan Lalana, un municipio de la región de la Cuenca del Papaloapan. Mujeres que hasta hace poco tenían un sólo destino: ser amas de casa.
—No sabemos qué es el día de la mujer, nuestras familias no saben de eso, dice Angélica ante el silencio de un grupo de mujeres chinantecas que la acompañan.
Tratan de reflexionar sobre esa conmemoración, pero a sus mentes sólo vienen como reconocimientos un montón de bandejas para trabajar que les regalan las autoridades de la comunidad, ubicada a casi 90 kilómetros de Tuxtepec, y a la que sólo se puede acceder si se pasa por Veracruz.
El valor que tienen lo saben en silencio. Angélica, María del Socorro, Fidelia, Himelda, Verónica y la otra Angélica, la recién llegada. Todas entienden que desde sus hogares cumplen un rol importante. Sin ellas no habría alimento en casa, ropa limpia y atención a los hijos, aunque nada de eso se les reconoce públicamente. Un día decidieron que no era suficiente.
Pese a los usos y costumbres de los chinantecas, este grupo de mujeres apuesta por nuevos horizontes. Quieren sus propios ingresos a partir de sus habilidades, por lo que han salido de San Isidro a exponer y vender lo que hacen desde siempre: sus tortillas.
Se trata de piezas gigantes hechas a mano y en comal de barro y piedra, el cual ellas mismas fabrican. En la región, sus tortillas secas, como las llaman, son únicas.
Las mujeres de San Isidro Arenal aprenden por sí mismas a elaborar los comales en los que elaboran sus tortillas, ya que representa un ahorro.
Fabricantes desde niñas
Angélica Martínez domina la masa con maestría sobre la mesa que su esposo construyó especialmente para hacer tortillas. Sus manos son ágiles y su figura apenas se mantiene quieta en esa extensa cocina que ocupa la tercera parte de su casa asentada sobre la loma más alta de San Isidro Arenal.
La mujer de 45 años ha pasado más de la mitad de su vida como ama de casa. A los 16 años contrajo matrimonio, como una salida ante la pobreza de su familia.
En esta comunidad estar preparada para el matrimonio es sinónimo de saber hacer tortillas y Angélica practica esta labor desde los ocho años y la domina desde los 11. A ella, como a todas, les inculcaron desde niñas que las tortillas siempre debían ocupar un lugar protagónico en la mesa.
Con esa convicción, las mujeres no sólo son las encargadas de las tortillas, cuenta Angélica, incluso aprenden desde jóvenes a elaborar los comales que ocupan porque así pueden ahorrarse algunos pesos. Elaborarlos, dice, se trata de un conocimiento heredado que aprendió de su abuela y su madre; ella no podía ser la excepción.
El comal del que habla Angélica es fabricado con piedra triturada y barro rojo que se recolecta en los cerros. Para elaborarlo la tierra roja se deja reposar en una bandeja con agua por un par de horas para después mezclarlo con la piedra.
Angélica indica que no es una labor fácil, pues además de tiempo, requiere habilidad para que la mezcla obtenga una consistencia pegajosa. El barro mezclado se coloca en un tapete de yute y sólo con sus manos se le da forma para después exponerlo dos días al sol. El paso final es curarlo: se coloca en el fogón para prenderle fuego cubierto con trozos pequeños de madera durante una hora.
Angélica es una las pocas mujeres de San Isidro que aún los elabora y cuando se lo piden, también los vende por 100 pesos. Esa venta, señala, puede ser la diferencia entre ser sólo ama de casa o transformarse en proveedora.
Con la elaboración de tortillas gigantes, las mujeres salen de su pueblo para buscar mejores condiciones económicas.
Tortillas contra la pobreza
La agencia de San Isidro Arenal tiene menos de 500 habitantes y es considerada por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) como una comunidad de alta marginación desde 2010, contexto idóneo para la reproducción de una cultura machista, como reconocen las mujeres de la localidad.
Pero aún contra todo pronóstico el grupo de Angélica, poco a poco, rompe estereotipos, pues ahora también son proveedoras y salen de su pueblo a buscar más opciones para vivir mejor. Lo hacen, explican, para terminar con el estigma de la mujer como propiedad, pues los maridos de muchas las compraron a sus familias en otras comunidades.
Verónica es un ejemplo de cómo empoderarse con la elaboración y venta de tortillas secas. Diariamente elabora 100 en diferentes tamaños: gigantes y medianas, a veces también tlayudas, las cuales vende en su comunidad a tres pesos.
—No es mucho, pero ya nos sirve para comprar algo más para la comida, afirma la mujer.
A mediados de 2017 recibieron un impulso. La Sagarpa implementó el Proyecto Estratégico para la Seguridad Alimentaria (PESA), a través del cual acudieron a la primera expo feria que se realizó en Tuxtepec. Ahí vendieron su producto a un costo mayor.
—Somos más fuertes, emprendedoras y aunque no se nos reconozca somos cabezas de familia, concluye la otra Angélica, la más joven del grupo.