La gente se arremolina poco a poco, unos ven con admiración a los músicos, otros graban videos y toman fotos; algunos les dejan monedas y los más desinhibidos se ponen a bailar.
Jorge Gijón Hernández es originario de Miahuatlán de Porfirio Díaz, pero desde hace más de tres décadas vive en Santa Cruz Xoxocotlán. Ahí formó su familia con Minerva Desiderio Peralta, misma que se completó con tres hijos: Iván, de 20 años; Karina, de 16, y Leonardo de 14.
“Venimos a tocar a la alameda o al zócalo, para juntar un dinerito... sí tenemos varias tocadas, pero lo que juntamos acá nos sirve para el pasaje, para alguna torta, para que lo que nos paguen de la fiesta salga limpiecito”. Eso dice Jorge, quien mueve con destreza los dedos sobre su viejo órgano y agrega que inculcó a sus hijos el amor por la música.
Por las tardes, relata, en los ratos libres se ponen a ensayar, así, sin pautas ni solfeo.
“Afortunadamente, sí nos va bien, somos muy conocidos, tocamos de todo: música popular, chilena, charana, cumbia. Tenemos mucha aceptación”, agrega.
El público los abarrota en cada presentación en la plaza pública, les aplaude, se toma fotos del recuerdo con ellos y hasta les pide número telefónico para contratarlos en el futuro.
“Me siento muy bien, gracias a mi papá que nos inculcó eso de la música, todos somos autodidactas”, dice Karina, feliz también de participar en la agrupación musical.
Ella estudia el segundo de secundaria y dice que no enfrenta ninguna discriminación por su discapacidad visual, al contrario, los maestros y sus compañeros le ayudan en clases; sus padres y su hermano, en hacer la tarea.
“Para nada hay discriminación, no me tratan mal; quiero seguir estudiando, quiero ser sicóloga”, agrega Karina.
Leonardo también está feliz de llevar melodías a la gente. Él quiere ser arquitecto y para eso ayuda a la familia. Y ahí canta Jorge, con la magia de sus hijos, por calles y colonias, por casas y residencias, para poner la alegría que otros no ven de la vida.