Benigna de la Cruz vive en Lagunillas, una comunidad negra de Pinotepa; tiene un problema en sus riñones, pues le dijeron   los médicos que no le funcionan, por lo que  requiere atención para recibir insulina.

Cada determinado tiempo debe viajar 50 kilómetros a Jamiltepec, traslado  que le implica gastar  unos 200 pesos en pasajes. Luego debe de  hospedarse en un albergue del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), y a cambio de  este beneficio: lavar la sábana de la cama en que durmió, barrer, trapear y limpiar el baño.

—Dicen que salió el riñón mal, que  están dañados y que tengo que ir para allá para ver lo que me salga. Pagar pasaje y quedarme a dormir. Tengo que ir con el señor y  con mi hijo;  me van a dar insulina porque ya la pastilla no me cae nada, relata la mujer.

La paradoja es que a escasos 100 metros de su casa, en Lagunillas, existe una Unidad Médica Rural del IMSS Prospera, recién inaugurada en enero de 2017,  única en su tipo. Las instalaciones están diseñadas para una población de alrededor de 550 habitantes: cuenta con quirófano, área de urgencias, de vigilancia epidemiológica, de atención de embarazos de alto riesgo y  consulta general.

El problema es que  sólo cuenta con una doctora y desde que fue inaugurada carece de medicamentos.

Promesas

La  clínica de salud ubicada a unos pasos de la casa de Benigna de la Cruz no es un centro de salud cualquiera, sino una de las 473 unidades médicas rurales operadas con recursos federales en la entidad, como parte del Programa IMSS-Prospera.

 A su inauguración asistió la entonces directora general de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), Nuvia Mayorga;  Mikel Arriola,  ex director general del IMSS, y ahora candidato del PRI a la Ciudad de México, y el gobernador, Alejandro Murat.

La clínica tuvo un costo de más de 5 millones de pesos y, de acuerdo a  declaraciones de Mikel Arriola,  contaría con un médico permanente, una farmacia con 160 medicamentos para atender padecimientos respiratorios y gastrointestinales, “además de buscar que todos los embarazos y partos se resuelvan favorablemente”.

De acuerdo con  pobladores de la comunidad, hasta antes de 2017 su centro de salud era una casa vieja en la que sólo  había una cama “para cuando quisiera venir la doctora”. Con el tiempo, el lugar se volvió una  cueva de murciélagos.

Fue entonces que llegaron periodistas del Canal 22 para realizar un  programa con el Consejo Nacional para la Prevención de la Discriminación (Conapred), en él se denunció las condiciones de su centro de salud.

Así inició la construcción de una unidad médica en esta población de 500  habitantes, pero que sigue inútil en un 90% por falta de recursos humanos y medicamentos.

Incluso, durante los primeros  seis meses  no contaron siquiera con un médico general. Los pobladores tuvieron que bloquear la carretera que conecta a la región Costa con la capital, para que por fin se contratara. 

Por lo menos los partos

Pese a todo, para Odilón Cerquera, habitante de Lagunillas, la clínica  es un avance. Dice que,  por lo menos,  tienen un médico que los atiende.

—A cómo estábamos antes, ya la gente dice: si quiera me atienden de lunes a sábado. Antes, toda la gente se iba a las cinco de la mañana para ganar lugar en la clínica más cercana y regresaban hasta las cinco de la tarde.  Ahora, explica,  el problema es el abasto de medicina y que el equipo de la clínica no funciona.

—Como los necesitamos (medicamentos), lo compramos, señala.

La falta de medicinas: sin embargo, es un problema que cala duro en la economía de  la  comunidad, cuya   principal  actividad es la siembra de maíz; mayoritariamente  para el autoconsumo. Otra de sus actividades,  en menor medida, es la pesca.

Precisamente por las carencias de la comunidad  se creó dicha unidad médica, pues según  las Reglas de Operación 2018  del IMSS-Prospera,  clínicas como la de Lagunillas existen para atender a “personas no cubiertas por ningún sistema de seguridad social, residentes de localidades de  muy alta marginación”. 

—Andamos en la pobreza, de aquí para allá buscando la vida, dice Odilón, y agrega que  la gente  vive  encomendándose a San Gonzalito, el patrono de los pueblos negros.

La demanda de los habitantes de Lagunillas es que la Unidad Médica Rural se convierta en una clínica regional que atienda,  por lo menos, los partos, por los cuales  se cobra entre 12 mil y 20 mil pesos si es  cesárea.

—Hay mucha gente que para salvar a su hija, a su nieta, se endroga, pide dinero prestado por aquí o por allá.

A pesar de las denuncias, Jacobo Ventura responsable de comunicación social del  IMSS en Oaxaca,  aseguró que la unidad médica funciona con el personal para la que fue construida, que tiene medicamentos y que la inversión sí se justifica. Los habitantes no están de acuerdo.

Odilón está consciente que para que la clínica funcione al 100%  se requiere contratar personal que se encargue de cada  área, lo que significa recursos que la comunidad no tiene, pues  a penas le  alcanza para comer. 

Entonces, recuerda la fe que se tiene en San Gonzalito, y la vez que le rezó para encontrar dos ardillas pequeñas para  venderlas y obtener algo de dinero: 10 pesos por cada una.

—San Gonzalito Bailón, encuentra mi burro y te bailo un son, dice Odilón mientras contonea ligeramente su cuerpo dedicando un baile al santo.

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