La maestra jubilada María de Lourdes Pérez prepara el “cabo de año” de su hijo Eduardo Peralta Pérez, maestro de la Sección 22, que daba clases en una primaria en la Sierra Mixe. Aunque buscó celebrarle la misa el 7 de septiembre, todo ya estaba apartado por otras familias.

Para Lourdes, su hijo es un héroe y un ángel, porque con su cuerpo protegió a Esteban de los muros que les cayeron encima, durante casi dos horas.
“Eduardo tenía abrazado muy fuerte a su hijo, tuvimos que hablarle para que soltara al niño cuando lo rescataron. Mi hijo aún estaba con vida, murió en el camino al hospital... ahora es nuestro ángel, él nos cuida”, comenta mientras se quiebra y llora.
Esteban toma su bicicleta y recorre el patio de la casa provisional de la abuela, es parte de su terapia para que sus piernas tengan mejor movilidad, también nada y práctica basquetbol. La recuperación física ha sido larga.

Las terapias han ayudado a sobrellevar la tragedia, tanto para Lourdes, su nuera y los dos niños. Un año no es suficiente para olvidar, por eso Esteban y su hermana Lulú, de dos años, se alteran y corren al patio cada que tiembla.
Cuando Lourdes le pregunta a su nieta cómo suena el temblor, la niña frunce el rostro y gruñe imitando el ruido; ahora, los sismos forman parte de su lenguaje.
“El terremoto nos cambió la vida. Fue un giro de 180 grados. Los que perdimos a alguien aún no lo superamos. No es sólo el luto, es el dolor del alma. Pero por ellos, por los que sobrevivieron, seguimos adelante porque ellos son un milagro.” dice la abuela sin quitar la vista a su nieta.

El terreno donde estuvo la casa de Lourdes y su hijo Eduardo es un baldío de tantos que existen en Asunción Ixtaltepec, el cuarto municipio más dañado del Istmo de Tehuantepec.