Alfareros de Juchitán resisten ante crisis de totoperas y tortilleras tradicionales

“Tortillerías industriales orillan a la extinción del oficio”; propician desplazamiento de las mujeres que cocinan en ollas

Feliciano Ramírez es de las 15 personas que aún salvaguardan la tradición de la alfarería en la Novena Sección de Juchitán; tras el sismo tuvo que levantar el taller con su esfuerzo. Fotos: Alberto López
Especiales 11/10/2018 17:00 Alberto López Juchitán de Zaragoza, Oaxaca Actualizada 17:54

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<p>Las 10 <strong>ollas de barro</strong> esperan bajo un techo recién construido, después del terremoto de septiembre, a que llegue María Luisa Baltazar a recogerlas para&nbsp;llevarlas al <strong>mercado juchitec</strong>o. Ahí, las venderá a las mujeres que las transforman en hornos y que en sus profundidades ardientes lo mismo elaboran <strong>tortillas y totopos</strong>, que asan carnes y pescados.&nbsp;</p>

<p>Estas ollas en realidad se tratan de<strong> hornos de comiscal</strong>, especialmente hechos para la producción del gueta biguii’ (totopo).&nbsp; Aunque anteriormente ser&nbsp; alfarero y&nbsp; dedicarse especialmente a elaborar estos hornos era algo común, actualmente el oficio se acaba. <strong>En Juchitán</strong>, sólo se conserva en&nbsp;la Novena Sección, donde sólo unas <strong>15 personas&nbsp;salvaguardan la tradición.</strong></p>

<p>Feliciano Ramírez Celaya es uno de los artesanos. Él aprendió el oficio desde los 12 años, pero sus&nbsp; hijos, dice, ya no quieren trabajar el barro, prefieren buscar trabajo en otras partes.&nbsp;A sus 59 años, Feliciano elabora 10 ollas por horneada semanal y&nbsp; su esposa es quien las vende&nbsp; en el mercado.</p>

<p>Feliciano dice que la decadencia de esta alfarería es algo que se ha venido gestando durante décadas y que se ha agravado por el incremento de insumos, como la leña con la que se hornea el barro.&nbsp;&nbsp;</p>

<p>Cada una de las&nbsp; ollas que elabora Feliciano miden un metro de&nbsp; alto&nbsp; y tienen un diámetro de 42 centímetros, suficiente para colocar&nbsp; tres líneas de cinco totopos circulares medianos.</p>

<p>Después del terremoto, el precio de una olla de barro de esa característica se elevó a 600 pesos; antes costaba&nbsp; 400. Se elevó, explica&nbsp;Feliciano, porque primero hubo una fuerte demanda de ollas para reponer los hornos que destruyó el terremoto y después porque subió el precio de la leña para hornear las ollas y el precio de la arena que se mezcla con&nbsp; arcilla.</p>

<p><img alt="alfarero_del_istmo_horno_totopos.jpg" src="/sites/default/files/u10980/alfarero_del_istmo_horno_totopos.jpg" style="width:441px;height:248px;" /></p>

<p><strong>La tortilla industrial</strong></p>

<p>Además de&nbsp;Feliciano, su hermano Felipe y sus vecinos Genaro, Juan Chipi, Martín y Mariano son los&nbsp; pocos alfareros que sobreviven y que tras el sismo&nbsp; tuvieron que levantar&nbsp;sus talleres con su&nbsp; esfuerzo.</p>

<p>Aún así, estos hombres del barro consideran que antes que el temblor fueron las tortillerías industriales las que han puesto al borde de la extinción su oficio.</p>

<p>“Los jóvenes ya no quieren aprender el oficio y, a diferencia de años pasados, cuando el campesino iba de madrugada a la milpa, llevaba en su morral un manojo de tortillas de comiscal, algo de pescado seco y queso, ahora&nbsp; la mujer le da 10 pesos para que en el camino compre medio kilo de tortillas de máquina”, lamenta.</p>

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<p>La apreciación de Feliciano no es errada. De ser una ciudad que producía sus propias tortillas de forma artesanal, en la actualidad, en Juchitán&nbsp; funcionan poco más de 150 tortillerías que se calcula&nbsp; producen 21 mil kilogramos de tortillas de máquina al mes.</p>

<p>Tomás Chiñas, activista defensor del maíz zapalote, nativo del Istmo,&nbsp; explica que esta producción industrial&nbsp; ha casi desplazado a las mujeres zapotecas que por generaciones se dedicaron a producir&nbsp; tortillas&nbsp; y totopos en hornos de comiscal, lo que además de amenazar su actividad mantiene en vilo a los alfareros que elaboran las ollas.&nbsp;</p>

<p>Para Chiñas, en&nbsp;la economía juchiteca todas las actividades están vinculadas y por esa razón la única forma de que no se extingan ambos oficios&nbsp; es la defensa de las variedades de maíz originarias de la región istmeña.</p>

<p>“Si hay&nbsp; consumo de totopos y de tortillas de comiscal, siempre habrá producción y venta de ollas de barro, pero… ¿a qué nos lleva eso? Pues a mantener la producción del maíz zapalote&nbsp; (Xhuba huini)”, sentencia el defensor.</p>

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