La vida en Juchitán, 6 meses y 15 mil réplicas después

El palacio municipal de Juchitán se desplomó en una cuarta parte; a la fecha los restos de escombros aún están esparcidos frente a los arcos

Foto: Edwin Hernández / EL UNIVERSAL
Especiales 12/03/2018 18:44 Roselia Chaca Juchitán de Zaragoza, Oaxaca Actualizada 18:44

La cuarta parte del edificio blanco con oxido luce abandonado. Cinco de sus arcos están apuntalados desde hace 150 días con polines de pino. 

Las 16 grandes ventanas de madera siguen abiertas desde  la noche del 7 de septiembre, cuando la  tierra meció el reino zapoteca y destruyó  lo  que orgullosos llaman Yoo Lahui / Casa central; el palacio municipal.

El  reloj, en la parte más alta del edificio, sigue sin dar la hora; de la bandera sólo quedó el asta.

Ese palacio que Monsiváis describió en 1983, en su “Crónica de Juchitán”, como un edificio “afanosamente reconstruido” sigue herida en  toda su estructura desde hace exactamente seis meses, resistiendo desde entonces más de 15 mil replicas.

Cerrado al público, pero rodeada de comerciantes temerarios  de ropa china, el palacio se eleva altivo. Su abandono se ve hasta en los restos de escombros esparcidos frente a los arcos apuntalados que  nadie los levanta y   en los pedazos  de varillas  colgadas y en los pocos muebles que siguen tirados  en su interior. Las autoridades y los más de mil trabajadores despachan desde sedes alternas. Sólo un módulo de la policía municipal está instalado enfrente, en el parque central.

En aquel espacio, considerado nido de la lengua materna, sólo se aglutina  el polvo, mientras se  espera  una remodelación que no llega y  que, aseguran, respetará la arquitectura  y  la serie de murales de los mejores pintores de Juchitán en la segunda planta  que reflejan el mundo zapoteca: su creación, presente y futuro.

Detrás del palacio, otro memorable edificio: el Mercado 5 de Septiembre, el  único espacio público por excelencia que controlan las mujeres en Juchitán. De aquella explosividad  de colores y sabores  sólo quedan sillas,  mesas y  trastes tirados; todo  quedó  inmóvil desde ese día.

Muchas de las  calles y avenidas ahora son verdaderos embudos, cercados por  montones de materiales apilados frente a las casas que se levantan. Son construcciones que han transformado para siempre el rostro de esta ciudad zapoteca.

 

 

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