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Los especialistas son claros: el potencial de las investigaciones al interior del sistema son grandes, no sólo en el ámbito histórico, científico o de la exploración, los resultados se podrían traducir también en beneficios a las comunidades, para la conservación de sus recursos naturales y el abastecimiento de agua para su consumo.

—Entré a una cueva por primera vez a los cuatro años, me pareció algo magnífico (...) Huautla es un sistema maravilloso y lo que encontramos en él me gusta compartirlo con la gente de la región, donde tengo muchos amigos, dice.
Según la cosmovisión mazateca, estos espacios tiene un dueño: desde sus entrañas, la tierra es cuidada celosamente por Chicón Nindó. Sobre las cuevas y sótanos se cuentan historias extraordinarias, desde hombres que perdieron su espíritu por entrar sin permiso, hasta quienes ganaron buena fortuna por hacer tratos con el “señor de los cerros”.
Con copal humeante, ramas de olivo, cacao y velas amarillas de cera virgen, Enrique Rubio, un curandero mazateco, se encarga de purificar a cada uno de los “cueveros”. Desde Bill Steele, el líder de la exploración, hasta hidrogeólogos, traductores y cocineros son objeto de oración uno a uno.
—Esa vela encendida que tienen en sus manos servirá para que durante sus trabajos conserven su conciencia, pensamiento y corazón prendidos, explica el chamán oaxaqueño. Tras darles a beber agua bendita con cacao, Enrique les entrega a los espeleólogos algunos paquetes envueltos en papel de estraza, que contienen semillas de cacao y polvo hecho con la planta del tabaco, que tras ser bendecidos reciben el nombre de San Pedro.
Estos envoltorios serán colocados en las entradas de las cuevas a explorar, como una ofrenda de respeto y agradecimiento al Chicón.
En la comunidad de Plan de Arena, a unos 45 minutos de la cabecera municipal de Huautla, se encuentra una de las entradas a las cuevas. Tras una larga caminata entre veredas y montañas cuesta abajo, un grupo de cuatro expertos, de los 49 que este 2019 conformarán la expedición, se encuentran listos para entrar.
Al descender a las entrañas de la tierra son recibidos por oscuridad y algunas gotas de agua que caen del techo adornado por estalagmitas.
Así comienza el viaje. El equipo de espeleólogos trabajará por unas cinco horas, caminando, adecuando los pasadizos y haciendo anotaciones exactas de la altura, clima y elevación de cada parte del terreno por el que pasen.
Esta expedición es corta y, por lo mismo, el peso que cada uno lleva es menor, alrededor de 10 kilos de equipaje. Sin embargo, según explican, hay grupos o personas que pueden pasar hasta dos semanas adentro.
—No es adrenalina, no es que nos gusten los deportes extremos, es que amamos las cuevas. Los cueveros estamos locos—, dice sonriente Cuauhtémoc Sánchez, espeleólogo potosino.
La exploración no es fácil, dentro de las cuevas se vive a penas con lo suficiente, una muda de ropa para andar, que está permanente húmeda a causa del agua y el lodo, y otra que se debe mantener seca para dormir.
Los alimentos son deshidratados, carne seca, semillas y huevos que se “inflan” con ayuda de agua caliente. Pero todo, dicen, vale la pena por estar en un lugar como este.
—La gente dice que todo el mundo ya fue explorado, no es cierto, pocos tienen el privilegio de estar bajo tierra, en lugares que nadie ha pisado, dice Isabel Grajales, espeleóloga de Nuevo León.
En su interior, el sistema Huautla alberga vida en todos los sentidos. Desde el agua que corre entre sus pasadizos y desemboca en la Cuenca del Papaloapan, hasta las más de 40 especies de fauna endémica, cuyo hogar en el mundo es la tierra mazateca.
—Esta agua eventualmente va al río Grande, que después se dirige a la presa Miguel Alemán. Todo desemboca en el Papaloapan, de allá se sacan los alimentos, el agua se consume, explica el espeleólogo Fernando Hernández, quien realiza una maestría en Hidrogeología en la Universidad de Kentucky.
En este contexto, el especialista explica que la importancia de cuidar y estudiar el sistema reside además en la conservación del medio ambiente.
—Estos estudios hablan mucho de la contaminación, de cómo cuidar los sótanos en cuanto al drenaje y la recolección de basura, que en varias comunidades va a dar a estos espacios.
De acuerdo con el especialista, en este sistema de cuevas y sótanos se han descubierto alrededor de 48 especies de fauna, 11 de ellas cavernícolas, por lo cual, para su preservación es fundamental socializar la información con los pobladores.
—Cuando voy a las comunidades lo primero que hago es dar pláticas en las escuelas a los niños, ellos están muy interesados en los animales y cómo cuidarlos. Me dicen ¡En serio aquí hay un oso perezoso! Los más pequeños se encargan de transmitir el conocimiento a sus padres.
Así, el potencial de las cuevas alcanza para pintar un panorama distinto entre los mazatecos, sobre todo los más pequeños, que tienen bajo sus pies un laboratorio viviente de biología, arqueología, antropología y geología.
—Lo mejor de todo, es que de estas investigaciones pueden motivar y generar que en el futuro lo que abunden sean los espeleólogos mazatecos, dice emocionada Alma Estrada, maestra oaxaqueña y uno de los pilares fundamentales del PESH.