Huautla, el tesoro subterráneo de América
Es el sistema de cuevas más grande del continente; con mil 500 metros de profundidad, este lugar en las entrañas de la Cañada es motivo de estudio, ritual y exploración.
El pecho se aprieta, un golpe de humedad refresca la cara y las manos, las pupilas se acoplan a la falta de luz y los pies, a la irregularidad del terreno: son los hombres y las mujeres, amantes de la tierra, penetrando el hogar de Chicón Nindó, el “señor de los cerros”.
Con casco, guantes, botas, lámparas, un arnés equipado, ropa térmica y pesadas mochilas llenas de taladros, cuerdas y huevos deshidratados, espeleólogos de México y el extranjero se adentran a la Cañada, donde se encuentra el sistema de cuevas más profundo del hemisferio occidental, el noveno a nivel mundial.
Con sus mil 560 metros de profundidad, 85 kilómetros de longitud y 26 entradas hasta ahora descubiertas, el Sistema Huautla alberga la historia poco conocida y reconocida de “los hombres del venado”; no es un sitio turístico. Mientras sus pasadizos son recorridos por un alacrán único en el mundo, en el exterior permanece el respeto por los seres místicos que cuidan de estas cuevas. Además, destacan sus enormes galerías, una de ellas, del tamaño del Estadio Azteca.
Los especialistas son claros: el potencial de las investigaciones al interior del sistema son grandes, no sólo en el ámbito histórico, científico o de la exploración, los resultados se podrían traducir también en beneficios a las comunidades, para la conservación de sus recursos naturales y el abastecimiento de agua para su consumo.
En 1965 llegaron los primeros espeleólogos a este Pueblo Mágico, eran de Austin, Texas, y desde entonces se han realizado diversos viajes a la región que han dado como resultado la conexión del sistema de cuevas más grande de América.
Actualmente, la exploración está a cargo del Proyecto Espeleológico del Sistema Huautla (PESH), que desde 2014 realiza expediciones anuales a la región, con duración de un mes, para seguir buscando nuevas entradas o conexiones, que permitan generar ciencia y posicionar a este tesoro oaxaqueño a nivel mundial.
Los espeleólogos resaltan que la importancia de cuidar y estudiar el sistema reside además en la conservación del medio ambiente, pues el agua que ahí brota desemboca en la Cuenca del Papaloapan.
El proyecto está liderado por el espeleólogo estadounidense Bill Steele, quien llegó a este municipio de la Cañada por primera vez en 1977 y quien prácticamente se ha adaptado no sólo a las cuevas de la región, sino también a su gente, a la que cariñosamente saluda en mazateco, con la palabra nd'ali (hola).
—Entré a una cueva por primera vez a los cuatro años, me pareció algo magnífico (...) Huautla es un sistema maravilloso y lo que encontramos en él me gusta compartirlo con la gente de la región, donde tengo muchos amigos, dice.
Una tierra con dueño
La Cañada es una región dibujada en la sierra. En Huautla, las cuevas y los sótanos son parte del paisaje, están por todos lados.
Según la cosmovisión mazateca, estos espacios tiene un dueño: desde sus entrañas, la tierra es cuidada celosamente por Chicón Nindó. Sobre las cuevas y sótanos se cuentan historias extraordinarias, desde hombres que perdieron su espíritu por entrar sin permiso, hasta quienes ganaron buena fortuna por hacer tratos con el “señor de los cerros”.
—Las cuevas son lugares sagrados, las cuida el Chicón; si quieres entrar debes pedirle permiso, no puedes tocar ni llevarte nada, cuenta Elizabeth, habitante de la agencia municipal de San Andrés Hidalgo, en Huautla. Aunque al sistema han llegado especialistas de otras entidades y de al menos 11 países, desde hace unos años, los espeleólogos han adoptado las tradiciones de la región. Antes de aventurarse forman parte de un ritual.
Con copal humeante, ramas de olivo, cacao y velas amarillas de cera virgen, Enrique Rubio, un curandero mazateco, se encarga de purificar a cada uno de los “cueveros”. Desde Bill Steele, el líder de la exploración, hasta hidrogeólogos, traductores y cocineros son objeto de oración uno a uno.
Los espeleólogos alistan mochilas de hasta 10 kilos de peso, en las que llevan comida deshidratada y una muda de ropa.
—Esa vela encendida que tienen en sus manos servirá para que durante sus trabajos conserven su conciencia, pensamiento y corazón prendidos, explica el chamán oaxaqueño. Tras darles a beber agua bendita con cacao, Enrique les entrega a los espeleólogos algunos paquetes envueltos en papel de estraza, que contienen semillas de cacao y polvo hecho con la planta del tabaco, que tras ser bendecidos reciben el nombre de San Pedro.
Estos envoltorios serán colocados en las entradas de las cuevas a explorar, como una ofrenda de respeto y agradecimiento al Chicón.
Privilegio subterráneo
En la comunidad de Plan de Arena, a unos 45 minutos de la cabecera municipal de Huautla, se encuentra una de las entradas a las cuevas. Tras una larga caminata entre veredas y montañas cuesta abajo, un grupo de cuatro expertos, de los 49 que este 2019 conformarán la expedición, se encuentran listos para entrar.
Al descender a las entrañas de la tierra son recibidos por oscuridad y algunas gotas de agua que caen del techo adornado por estalagmitas.
Así comienza el viaje. El equipo de espeleólogos trabajará por unas cinco horas, caminando, adecuando los pasadizos y haciendo anotaciones exactas de la altura, clima y elevación de cada parte del terreno por el que pasen.
Esta expedición es corta y, por lo mismo, el peso que cada uno lleva es menor, alrededor de 10 kilos de equipaje. Sin embargo, según explican, hay grupos o personas que pueden pasar hasta dos semanas adentro.
Las cuevas son consideradas un lugar sagrado; las personas que entran deben pedir permiso, no pueden tocar ni llevarse nada.
—No es adrenalina, no es que nos gusten los deportes extremos, es que amamos las cuevas. Los cueveros estamos locos—, dice sonriente Cuauhtémoc Sánchez, espeleólogo potosino.
La exploración no es fácil, dentro de las cuevas se vive a penas con lo suficiente, una muda de ropa para andar, que está permanente húmeda a causa del agua y el lodo, y otra que se debe mantener seca para dormir.
Los alimentos son deshidratados, carne seca, semillas y huevos que se “inflan” con ayuda de agua caliente. Pero todo, dicen, vale la pena por estar en un lugar como este.
—La gente dice que todo el mundo ya fue explorado, no es cierto, pocos tienen el privilegio de estar bajo tierra, en lugares que nadie ha pisado, dice Isabel Grajales, espeleóloga de Nuevo León.
Vida que corre a bajo la sierra
En su interior, el sistema Huautla alberga vida en todos los sentidos. Desde el agua que corre entre sus pasadizos y desemboca en la Cuenca del Papaloapan, hasta las más de 40 especies de fauna endémica, cuyo hogar en el mundo es la tierra mazateca.
—Esta agua eventualmente va al río Grande, que después se dirige a la presa Miguel Alemán. Todo desemboca en el Papaloapan, de allá se sacan los alimentos, el agua se consume, explica el espeleólogo Fernando Hernández, quien realiza una maestría en Hidrogeología en la Universidad de Kentucky.
Al sistema han llegado especialista de otras entidades y del al menos 11 países; pueden permanecer varias semanas adentro.
En este contexto, el especialista explica que la importancia de cuidar y estudiar el sistema reside además en la conservación del medio ambiente.
—Estos estudios hablan mucho de la contaminación, de cómo cuidar los sótanos en cuanto al drenaje y la recolección de basura, que en varias comunidades va a dar a estos espacios.
De acuerdo con el especialista, en este sistema de cuevas y sótanos se han descubierto alrededor de 48 especies de fauna, 11 de ellas cavernícolas, por lo cual, para su preservación es fundamental socializar la información con los pobladores.
—Cuando voy a las comunidades lo primero que hago es dar pláticas en las escuelas a los niños, ellos están muy interesados en los animales y cómo cuidarlos. Me dicen ¡En serio aquí hay un oso perezoso! Los más pequeños se encargan de transmitir el conocimiento a sus padres.
Así, el potencial de las cuevas alcanza para pintar un panorama distinto entre los mazatecos, sobre todo los más pequeños, que tienen bajo sus pies un laboratorio viviente de biología, arqueología, antropología y geología.
—Lo mejor de todo, es que de estas investigaciones pueden motivar y generar que en el futuro lo que abunden sean los espeleólogos mazatecos, dice emocionada Alma Estrada, maestra oaxaqueña y uno de los pilares fundamentales del PESH.