Chinantecas, sin respaldo para frenar plagio de textiles

Descubren que marca inglesa oferta prendas con diseños de bordados similares a los de las artesanas

Las artesanas de Valle Nacional piden respaldo para que su trabajo se exponga al mundo, pero con el reconocimiento cultural y económico que merecen.Foto: Yuridiana Sosa / EL UNIVERSAL
Especiales 15/08/2018 16:55 Yuridiana Sosa San Juan Bautista Tuxtepec, Oaxaca Actualizada 17:00

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“Inyecta color en tu armario de verano con el Vita Kaftan, diseñado con audaces bordados inspirados en México en un alboroto de colores”, así es como la tienda inglesa Star Mela oferta en internet vestidos semejantes a un huipil con bordados chinantecos de Valle Nacional, lo que ha desatado la alerta  de plagio.

La preocupación de las artesanas de Rancho Grande se debe a que sus huipiles están elaborados en telar de cintura y bordados a mano durante seis meses, por lo que difícilmente logran venderlos  a precios justos o en masas.

Día a día, las mujeres de esta comunidad, de menos de 200 habitantes y ubicada a más de 800 metros sobre el nivel del mar, en la chinantla alta de la Cuenca del Papaloapan, se dedican a dar vida a su indumentaria tradicional.

Praxediz Rodríguez, como otras 30 chinantecas, se ciñe las cuerdas del telar a su cintura; con 500 hilos firmes y perfectamente alineados en unas tablas, la mujer comienza con el vaivén del delgado algodón para crear la tela del huipil.

Después de casi tres meses comienza la jornada para el fino bordado en el que se plasman  diferentes simbologías,  como el árbol de la mujer adulta,   semejante a la que luce la  prenda de “alta costura” que se oferta en 299 libras esterlinas,  más de 7 mil 100 pesos mexicanos.

A diferencia de la tienda online donde se exhiben estas prendas, el  tiempo en internet que tienen las artesanas  es poco,  sólo por fichas de saldo. Aún así, se esfuerzan por difundir sus prendas en Facebook y de esta forma,  por una persona ajena a la comunidad,  se enteraron sobre la imitación de sus diseños.

La presidenta del grupo “Bordados de mil colores”, Paty Rodríguez, y la representante de “Flor de la Chinantla”, Lucía Manuel Antonio, expresan el descontento por los plagios y sobre la astucia de quienes revenden sus prendas como “auténticos artesanos”.

Pero el enojo sólo se queda entre las paredes de sus talleres, pues desconocen  a qué institución acudir para exigir la protección de sus saberes tradicionales  o  conocer la ruta ideal para la venta de sus prendas y  evitar  “coyotes” o intermediarios.

El temor de no ser escuchadas, de seguir procesos burocráticos inentendibles, gastos en traslados y desatender a sus hijos las ha condenado a seguir en silencio y la única esperanza es que la senadora electa, Susana Harp, cumpla con su promesa de legislar para la protección de textiles originarios.

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Sin protocolos para defensa

La denuncia pública del incorrecto uso, venta o promoción de prendas y diseños originarios de  culturas indígenas por parte de terceros es el único método que, hasta el momento, las comunidades pueden utilizar para defender su patrimonio, señala la directora del Instituto Oaxaqueño de las Artesanías (IOA), Miriam Caraveo Cortés.

Agrega  que no existe ninguna ley o reglamento que los proteja de esas acciones, ni siquiera un registro del instituto sobre los diferentes casos que se han registrado.

Entre los casos difundidos se encuentra la blusa de Santa María Tlahuitoltepec Mixe, que fue presentada por la diseñadora francesa Isabel Marant, como parte de su colección Étoile Primavera-Verano, en junio de 2015. Luego, en julio de 2016, la marca  argentina Rapsodia fue acusada de plagiar diseños e iconografías  tradicionales de San Antonino Castillo Velasco.

Por ello, Caraveo Cortés expone que luego de un exhorto de parte del Congreso local para implementar medidas a favor de los artesanos oaxaqueños, el IOA comenzó  con la elaboración de  lineamientos que den origen a una ley.

El objetivo, dice, es registrar las artesanías  para dar certeza a creadores de que son ellos los autores de técnicas o iconografías, a fin de que no dejen de exponer por temor al plagio; no obstante, aún desconocen cómo hacerlo realidad.

Al respecto, Juana Barona Burgos, encargada de la Unidad Regional de Culturas Populares,  Indígenas y Urbanas de Tuxtepec, dependiente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), expone que por ahora la mejor forma de proteger el patrimonio cultural es que las comunidades no dejen de difundir sus creaciones.

Ambas instancias confirmaron que a más de cinco días de la denuncia pública del caso no tenían comunicación con las artesanas de Valle Nacional, quienes están deseosas de que su trabajo se exponga al mundo, pero con el reconocimiento cultural y económico que merecen.

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