Oaxaca no sólo siembra, también consume drogas
La entidad registra un aumento en el consumo de marihuana, principalmente en jóvenes de 12 a 25 años, según cifras oficiales; en algunos grupos su uso es similar al del alcohol
El Chivo era de la 21. Una tarde salieron de la disco a donde iba toda la clica a echar pary. Junto con sus hommies, subió a la parte trasera de una camioneta rumbo a la colonia Volcanes. En el camino los alcanzó un Tsuru con unos vatos del barrio contrario que les gritaron: ‘¡Pura 13! ¡Pura 21! ¡Pinches chabalas’”, respondieron.
Uno de los del Tsuru se colgó de la ventana, sacó un arma y disparó, la tronadera sonó atrás del Hospital Civil. Un balazo, luego otro y otro más. Los plomazos caían por todas partes. Todos se tiraron al piso de la batea de la troca, menos El Rufo. Él se quedó parado tirando barrio, dibujando figuras en el aire con las manos.
“¡La pura 21!”, gritó El Rufo con su voz átona, pero la frase de batalla languideció y se apagó, pues una bala calibre 22 se le incrustó en el pecho.
“No falleció en el momento, su carnal gritaba por una ambulancia, pero se murió desangrado por dentro. No le salió sangre, sólo le salieron unas gotitas, casi nada”. El Rufo tenía 12 años y era vecino de El Chivo; iban a la misma secundaria y en aquella tarde de hace 20 años lo vio morir a su lado.
Este recuerdo es uno de los tantos que narra El Chivo sobre su iniciación en las drogas, y posterior alcoholismo, que llevó a su madre a internarlo en un centro de rehabilitación contra su voluntad.
Como el caso de El Chivo, las adicciones en Oaxaca han cobrado fuerza en los últimos años. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (Encodat) 2017, la población de 12 a 65 años que usa drogas ilegales en la entidad pasó del 3.4% a 6.6%, entre 2008 y 2016.
El aumento se concentra principalmente entre jóvenes de 12 y 25 años, pues en ocho años los consumidores pasaron de representar 2.5% a ser 10.5%, un aumento de ocho puntos.
Marihuana a la cabeza
Francisco, El Chivo, nació en la ciudad de Oaxaca en diciembre de 1984 y su hogar se encuentra en la colonia Volcanes. A los 11 años se enlistó en una de las pandillas que aún existen en la entidad, autodenominada La 21 pero después brincó a La 13, banda responsable del asesinato de su amigo El Rufo. Luego, desertó.
—¿Qué hacemos ahora?
—Pues vamos a drogarnos, vamos a poner unas porno y vamos a fumarnos un toque, cuenta El Chivo sobre su inició en las drogas.
Las cifras indican que el caso de Francisco no es aislado, pues la marihuana es la sustancia que reporta el mayor aumento, al pasar en ocho años de 1.8 al 8.4% de consumidores en la población de entre 12 y 25 años.
Este aumento se dispara en grupos específicos, por ejemplo, Marisol Gómez González, directora del Centro de Integración Juvenil de Oaxaca, asegura que en usuarios en tratamiento el contacto con la marihuana se incrementó en ese mismo periodo más de nueve puntos, al pasar de 83.6 a 92.8%, situándose en la segunda mitad de 2016 por arriba del tabaco (90.1%) y al nivel del alcohol (92.8%).
Estos datos son relevantes si se considera que en casos como el de El Chivo a la marihuana le sigue cosas más fuertes, como cocaína o piedra. Así lo narra Francisco:
“Conocí a un güey que vendía droga y traía un Focus del año, negro. La verdad, me impresionó el carro y me dijo que me podía asociar con él. Ni siquiera lo pensé. Me dio de 10 grapas, y me engolosiné con el perico. Comencé a vender drogas con mi carnal y nos metíamos cada vez más y más: seis o siete grapas en una noche”.
Que la cocaína fuera la segunda parada de El Chivo no es casual. Las cifras señalan que tras la marihuana (92.8%), el perico (33.6%) es la segunda sustancia de mayor consumo entre pacientes de primer ingreso a tratamiento, seguido de cerca por los inhalables (33.6%).
En Oaxaca el consumo de estas tres drogas, más el crack y la heroína, sobrepasan la media nacional. El caso más alarmante es el último, pues aunque la heroína es la de menos uso entre pacientes (11.2%), es en la que se dispara más de 7.6% por encima del consumo nacional que es de 3.6.
El Chivo cuenta que por esas primeras incursiones con la cocaína agarró fama en el barrio como vendedor. “Venían los cholos a buscarnos, porque sabían que éramos los que repartíamos el queso”, detalla.
Pero pronto la venta no fue suficiente porque del perico saltó a la piedra y por tanto hubo que diversificar las opciones. “Nos hicimos más viciosos, necesitábamos lana y empezamos a cristalear carros, robar estéreos, teléfonos, cadenas, lo que fuera, por la piedra”, explica.
“Una costaba 100 varos y alcanzaba para dos o tres tanques nada más. Podías comprar ahí por Montoya, en los cuadros, en la Central, en el pueblito. Parecía que ibas por las tortillas, cuando llegabas había una fila como de 10 o 15 compas parados en la ventanita esperando el guato”, relata.
De desertor a marginado
Salvarse del abismo llevó a El Chivo a pescarse de cualquier idea, como a los 19 años cuando se volvió soldado. Tomó sus cosas y acompañado de un amigo fue a enlistarse en el Centro de Adiestramiento Básico Regional (Cabir) del Ejército Mexicano en Miahuatlán de Porfirio Díaz.
Dice que no entiende cómo lo aceptaron después del antidoping, pero la cosa es que se vistió de verde olivo; hacía ejercicio, le daban comida, le enseñaron a usar armas y le pagaban.
“El día de raya nos íbamos directo al putero a gastar la quincena. En ese ambiente de cantinas no pude dejar la piedra. Apenas estaba franco, llegaba a Oaxaca y me iba al pueblito por unas seis o siete piedras y a la loquera de dos días”. Al final, también desertó.
A Francisco se le acabaron las fuerzas y se le cerraron las puertas para conseguir dinero, la malilla ni siquiera le permitía cometer asaltos. Lo primero que tuvo a la mano para alivianarse fue el mezcal, le dio un trago y tuvo un efecto casi mágico, le quitó la ansiedad, la controlaba. Le quitó las ganas de meterse piedra, negra, perico o mota. Ya nomás puro mezcal.
Desde entonces, engrosó las listas de los llamados “escuadrones de la muerte” (grupos de personas en situación de calle adictos al alcohol) y para sacarlo de ese hoyo se intentó de todo.
A El Chivo le dieron chochitos homeopáticos, su pareja lo obligaba a rezarle a la Santa Muerte, estuvo en varios centros de drogadicción o anexos, lo llevaron con curanderos, a grupos de Alcohólicos Anónimos en unos cuatro centros; siempre se escapaba.
Francisco regresó con los “escuadrones de la muerte”, estuvo con los de San Pablo Etla, con los de la colonia Siete Regiones, de la agencia Donají, de la colonia El Jardín, hasta llegar con los del parque El Llano, dónde vivió por dos meses, con costras y costras de mugre en la piel.
A pesar de ello, su madre nunca se rindió y logró internarlo nuevamente por la fuerza en un anexo, donde finalmente lograría su rehabilitación.
El Chivo narra que ahí lo metían al “cuarto de los tesoros”, una habitación donde mantienen por varios días a los nuevos internos hasta que se desintoxican. “Llegó la noche y empezó la cruda. Pinches pesadillas, empecé a sudar bien bruto, se me retorcían los brazos (...) pinches ataques, te da miedo, te asustas, algo bien horrible”.
Ahora, El Chivo, como lo conocen en el barrio, trabaja como chófer de mototaxi, volvió a encontrar pareja y aún vende lámparas, plumas y otros artículos de 10 pesos para ayudar al anexo. De su futuro, tal vez en poco tiempo, cuenta, se convierta en predicador.
“Este hombre es otra persona. Ahorita es gente, un tiempo fue animal, pero ya salió. Fue obra de Dios. Antes le decía yo: ‘Hijo, antes de tenerte yo adoraba que me dijeras mamá’. Ahora le digo: ‘Te entregué con Dios. Le digo soy tu hermana, ya no eres mi hijo, porque somos hijos de Dios’”, resume la madre de El Chivo.
Francisco ya no es desertor, ni marginado, ni miembro de un escuadrón de la muerte. Es alguien que logró salir de ese cuarto del anexo destinado para los iniciados en el largo camino de la rehabilitación.
Aumentan cultivos y puntos de venta
Durante décadas, el consumo de drogas se consideró como un problema ajeno a Oaxaca, pues a pesar de ser una entidad propicia para el cultivo de enervantes, como la marihuana, ésta no era consumida en territorio estatal; sin embargo, esta situación cambio con el crecimiento del mercado interno.
Según el investigador Carlos Resa Nestares, en su estudio “Mapa de Cultivo de Drogas en México”, si se comparan los registros entre 1990 y 2003 con los de 2007 y 2015, se observa que Oaxaca escaló del octavo al séptimo lugar entre las entidades con mayor densidad de cultivos.
El estudio se basa en una estimación geográfica, a partir de los datos de la erradicación de cultivos ilícitos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) entre 2007 y 2015. Según las cifras, en ese periodo la Sedena erradicó 263.5 hectáreas en el país, lo que da un promedio de 29.2 hectáreas por año. De ese total, 67% estaba sembrado con marihuana.
Según el reporte de los cultivos destruidos, entre 1990 y 2003 en Oaxaca se erradicó 0.15% de la superficie, mientras que en el segundo periodo (2007-2015) el área del territorio oaxaqueño fue de 3.5%, es decir, 9.29 hectáreas. Por encima de la entidad se encuentran Guerrero con 73.4, Sinaloa con 54.6, Chihuahua con 49.7, Durango con 46.3, Nayarit con 9.4 y Michoacán con 9.3.
Es decir, la entidad pasó de 0.15% del total de superficie erradicada entre 1990 y 2003, a reportar 3.5% del total de superficie de siembra destruida en el país entre 2007 y 2015.
Entre los municipios con mayor densidad de cultivos ilegales erradicados entre 2007 y 2015 se encuentran 39 de los 570 de Oaxaca, por lo que la entidad acumula 24% de los municipios de México.
Detrás de ellas se ubican 26 de Guerrero, ocho de Sinaloa, seis de Durango y Michoacán, respectivamente, cinco de Chihuahua, cuatro de Nayarit y tres más tanto en Jalisco como en Zacatecas.
Además, ocho de los 10 municipios con mayor porcentaje de hectáreas erradicadas de marihuana sobre la superficie total pertenecen al estado de Oaxaca.
Detectan 22 narcotienditas
Tras el aumento en el cultivo también se ha detectado una mayor circulación al menudeo en la zona conurbada.
En un informe de seguridad, al que EL UNIVERSAL tuvo acceso, se detalla que en seis municipios conurbados a la ciudad de Oaxaca se tienen identificados 22 puntos de venta de drogas o “narcomenudeo”: seis en Santa María Atzompa, cinco en San Jacinto Amilpas, cinco en Santa Lucía del Camino, cuatro en Santa Cruz Xoxocotlán y uno en San Lorenzo Cacaotepec.
En la capital sólo se reconoce la actividad en la Diagonal de Mercaderes de la Central de Abastos; aunque también se vende en puntos del Centro Histórico y agencias municipales, como San Martín Mexicapan, Dolores, San Juan Chapultepec, Pueblo Nuevo, Viguera y Santa Rosa Panzacola.