Enviado por evlin.aragon en Mié, 05/16/2018 - 10:00
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La casa de Héctor Bartolo se derrumbó en el terremoto del 7 de septiembre y su taller, donde están sus herramientas de trabajo, ahora es parte del dormitorio de la familia. ALBERTO LÓPEZ. EL UNIVERSAL
16/05/2018 10:00
Alberto López Morales / Corresponsal

oaxaca@eluniversal.com.mx

Rodeado de pinzas, crisoles de barro, buriles de acero, bases de tazas y la infaltable balanza antigua para pesar el oro en gramos, Héctor Bartolo Lagunas celebra que poco a poco la orfebrería juchiteca comienza a reactivarse porque después del sismo del 7 de septiembre los orfebreros “quedamos apagados”.

Héctor aprendió este oficio cuando tenía 14 años de edad, por lo que también transmite sus conocimientos a los jóvenes, como la elaboración de medias cañas que las mujeres lucen en fiestas, anillos, aretes, pulseras, cadenas, torzales y los trabajos de filigrana, una técnica difícil de dominar por la complejidad del diseño.

Antes del terremoto, platica Héctor, la situación de los talleres en Juchitán era difícil por el incremento en el precio del oro; el gramo costaba 300 pesos. Después, recuerda, la situación se complicó porque  “nos alcanzó la inseguridad”,  las familias dejaron de comprar prendas y los orfebreros empezaron a perder ingresos.

Con la primera oleada de inseguridad que se vivó en la ciudad,  por el año 2007, las familias juchitecas dejaron de encargar las piezas conocidas como ahogadores, que son collares engarzados con 30 monedas de cinco pesos, oro y un centenario o media onza, que actualmente tiene un costo aproximado de 200 mil pesos.

Los ahogadores son parte de la tradición de  las familias zapotecas, pues los lucen en fiestas y se heredan.

A los orfebreros juchitecos les pegó primero el incremento en el precio del oro, después la inseguridad y luego, el terremoto de septiembre. Con el temblor “quedamos apagados”. La casa de Héctor se derrumbó en el  terremoto  y  su taller, donde están sus herramientas de trabajo,  ahora es parte del dormitorio de la familia.

Renacimiento tras el sismo

Héctorconsidera que después de la Semana Santa la orfebrería juchiteca empieza a renacer. “Ya hay fiestas y la gente se anima a encargar sus joyas de oro”,  señala Héctor y agrega que desde hace un mes ya tiene encargos por semana para elaborar un par de aretes, anillos de compromiso o de bodas, así como pulseras pequeñas.

Para Héctor, aún es temprano para decir que pronto se recuperará la orfebrería juchiteca, porque la prioridad de la gente está en la reconstrucción de sus viviendas y porque la inseguridad no cesa, debido al aumento al precio del oro. En estos días, añade, el gramo oro de 14 kilates cuesta en la ciudad 500 pesos, mientras que el gramo de oro de 24 kilates, que marca el valor del kilogramo de oro, oscila entre los  900 y mil pesos.

La época del famoso “oro rojo teco”, que marcó las ventas de la joyería fina en las entidades del sureste del país durante las décadas de los  70, 80 y 90, difícilmente regresarán;  Héctor recuerda que en ese tiempo   llegó a tener operarios, aprendices y vendedoras que recorrían las entidades de Veracruz, Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán, además de las que vendían en las fiestas patronales de Oaxaca.

El oro rojo tuvo fama porque las personas lo preferían por encima del oro amarillo de las fábricas, además porque se hacía a mano y se le daba ese toque.

Ante este panorama, Héctor espera que las nuevas generaciones, que aprendieron y ante la caída de la orfebrería se fueron a trabajar de mototaxistas o albañiles, regresen a revalorar el trabajo de los orfebreros porque  “los zapotecos tienen en su sangre el valor de la orfebrería”, sentencia.