Fotos: Mario Arturo Martínez
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No se acongoja al hablar de los pecados de algunos integrantes de su familia, formada por siete hermanos; tampoco por la pobreza extrema en la que vivió en su natal Jalisco. Le gusta el futbol, es “chiva de corazón”, pero ahora prefiere no apasionarse. Aún así sabe de memoria los resultados de los partidos del Mundial de Rusia 2018.
“Fuimos pobres, muy pobres, no me da pena. Mi padre trabajó por muchos años en la calle haciendo de todo para sostenernos, algún tiempo acarreaba botes de agua desde un pozo para venderla en las casas, en algún tiempo ordeñó vacas en un rancho”, comparte.
De su padre recuerda que fue huerfano y afirma que “quizá quería que nosotros no padeciéramos lo que él vivió. Ya grandes, jamás aceptó que le diéramos de nuestro sueldo un solo peso; en todo caso, se lo dábamos a mi madre”.
Al terminar la secundaria en Zacoalco de Torres cuando entró al Seminario Menor, en Guadalajara; en su generación ingresaron 250 y sólo concluyeron 12.
“Mi mamá nos mandaba a misa a todos, pero el cura al único que le decía si quería entrar al seminario era a mí, siempre me decía, hasta que un día le dije: ¿Por qué no va usted a mi casa y se lo dice a mis padres?”. Tras la aprobación, pidió la bendición y se despidió de ellos de rodillas y entre lágrimas. “Hijo, si no quieres ir, pues no vayas”, le decia su madre.
Terminó sus estudios teológicos en el Seminario de Lagos de Moreno, Jalisco, y se ordenó sacerdote el 15 de abril de 1979. “Fui muy feliz en el seminario, siempre fui feliz, de eso no me puedo quejar”.
Oficio peligros. —¿Por qué no da conferencias de prensa?
—No, no, no. ¡Es que son muy duros!, luego no sé qué contestar o me vaya a meter en aprietos; que qué pienso de Murat, qué pienso de la pederastia, qué pienso de esto o de aquello, ¡mejor vengan a misa!
—Pero hay muchas situaciones de las cuales la población católica espera una versión de su guía.
—Sí, sí, pero en las homilías no nada más hablo de la palabra de Dios, si no de todo, por ejemplo, en las elecciones recomendé a la gente que no vendiera su voto.
Reconoce la labor riesgosa en el periodismo: “A tantos que les han quitado la vida, peligran también ustedes, pero les pediría que no dejen de hablar con la verdad, aunque duela (...) pensando siempre en el bien de los demás.
“No querer ser primeros en la noticia, sino transmitir la verdad y hacer reflexionar a los demás, que Dios los siga cuidando a ustedes, el medio en que trabajan y a toda su familia”, concluye.