Lengua de ancianos: al zapoteco le quedan 20 años en Tehuantepec

Adultos y jóvenes ya no lo dominan, sólo lo entienden. Últimos hablantes culpan al gobierno de la extinción

Fotos: Roselia Chaca / EL UNIVERSAL
Especiales 16/08/2019 16:19 Roselia Chaca Tehuantepec Actualizada 16:19

José Francisco Marcial Martínez es uno de los últimos 5 mil hablantes del zapoteco que existen en Santo Domingo Tehuantepec, pertenece a la última generación  que aún se comunica en su lengua con ancianos de entre  70 y 90 años, además de ser  de los poquísimos jóvenes del Barrio Santa Cruz Tagolaba que busca contribuir en la preservación y documentación de su lengua.

 Lengua que envejece. El censo del Instituto Nacional de Estadística Geografía    (Inegi), de 2010, arrojó que en lo que fue alguna vez la capital del reino zapoteca de 61 mil 872 habitantes sólo  8% hablan esta lengua; es decir,  5 mil 577  personas, pero para el historiador y director de la Casa de la Cultura de Tehuantepec, Mario Mecott, el número real es mucho menor;  estima que ronda entre los 3 mil hablantes.

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Frank, como lo conocen, lo aprendió de sus abuelos, así que sólo con ellos lo practica en el espacio privado, en el espacio público los jóvenes de su generación ni lo entienden.

 En su barrio, Santa Cruz, sólo lo hablan las personas  mayores de 70 años; lo entienden, pero no lo hablan, los de 50 a 60 años, considerados hablantes pasivos; mientras que los de  30 a 40 años ya son menos de 10 personas. En menores de 30 años la lengua ya se perdió.

“Se habla en Santa Cruz por la cercanía con San Blas Atempa, un pueblo en donde más de 50%   habla la lengua. Yo soy un caso raro,  tengo como lengua madre el español, pero siempre escuché a mis abuelos hablar el diidxazá [zapoteco], así que me vi obligado a comunicarme con ellos en zapoteco, pero sólo dentro de la casa, fuera no, porque los de mi edad no lo hacían”, comenta el artesano.

 Dice que fue ya  de 25 años cuando tuvo conciencia “y me obligué hablar más, pero por una iniciativa personal. Tengo 36 años y lo hablo en un 60%”.
20 años de vida. Para Frank, el zapoteco tiene una vida de 20 años, a lo mucho, por eso considera   urgente que se realicen trabajos de registro de las ultimas voces del zapoteco en Tehuantepec, porque la extinción es irremediable, ya que aquí el zapoteco es una lengua de ancianos; además,  los esfuerzos por recuperarlo son aislados y titánicos.

Abraham Rasgado es otro joven maestro  “principal de llaves” del Barrio San Juanico, él no es hablante y  su padre de 70 años tampoco, sólo lo entiende. En su zona de más de mil habitantes sólo 10 personas de 80 años hablan el zapoteco, lo que le indica que la lengua aquí ya está casi extinta, a pesar de la cercanía con Santa Cruz y Santa María, barrios donde se concentran los hablantes.

Para él, los programas gubernamentales para el rescate estuvieron  mal enfocados, pero la principal razón es que los ciudadanos con el tiempo lo dejaron de ver como “algo útil” en todos los espacios, sobre todo el comercial, pues ya no se comercializa en zapoteco en Tehuantepec: “Al no encontrarle utilidad lo dejaron de usar”, argumenta.

José Manuel Villalobos Girón, de 55 años, del Barrio Laborío, aprendió tardíamente el zapoteco, aunque la convivencia con la lengua fue desde niño con sus tías en el espacio privado, por lo que reconoce que sólo habla un 25% y la comunicación se da con su esposa o familiares de ésta de la población de San Blas Atempa.
Él responsabiliza de la perdida a la política federal educativa que siempre buscó erradicarla
“El gobierno maldito nos lo quitó. Nos dijeron que era una vergüenza”. Coincide que en máximo 20 años se irán las últimas voces y sólo quedarán los hablantes pasivos, pues asegura que no hay interés de las autoridades para frenar la extinción.

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Destellos de esperanza. Mario Mecott se considera un tehuano insistente y sensible a la lengua de sus tías y abuelas del Barrio Guichivere, por eso concentra sus esfuerzos en replicar ejercicios de rescate que han sido exitosos en otras lenguas, sobre todo con juegos didácticos enfocados a niños.

A él no le interesan los adultos, sino despertar en los menores la  sensibilidad por la tonalidad del zapoteco, que les sea familiar y lo revaloricen, para él no todo está perdido aún.

“Yo soy de la idea que sí hay esperanza, que sí podemos rescatar el zapoteco en Tehuantepec. Es cierto, está en agonía, que es de ancianos, pero también estoy convencido que se necesita una buena iniciativa. En la Casa de la Cultura ya comenzamos con la elaboración de juegos didácticos para la enseñanza con niños de prescolar y primaria. También es necesario registrar las últimas voces”, comentó el profesor universitario.

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