Mil Islas, el paraíso mazateco donde el turismo no floreció

Especiales 18/02/2019 09:43 Yuridiana Sosa San Pedro Ixcatlán, Oaxaca Actualizada 09:38

Pese a los esfuerzos de posicionar el lugar, por la inseguridad y la poca difusión, las visitas no despegan.

Desde lo alto de San Andrés Cerro Quemado la vista cubre cientos de montículos que sobresalen de las aguas. Son pequeñas islas atrapadas en el vaso de la presa Miguel Alemán, que hace más de 60 años inundó varias comunidades de la Cuenca del Papaloapan, al norte de Oaxaca.

La combinación de tierra y agua en este espacio natural le ha dado el nombre de Mil Islas, un paraíso que, tras la construcción del embalse, heredaron las comunidades indígenas mazatecas de municipios como San Pedro Ixcatlán, San Miguel Soyaltepec y  San José Independencia.

De acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), son más de 47 mil hectáreas las que abarca esta presa, en la que dependiendo de la época del año,  y del nivel del agua, resurgen o quedan completamente ocultos  algunos islotes.

El resultado es un cuerpo de agua que se extiende en el horizonte salpicado de pequeñas motas de selva exuberante, donde el tiempo parece detenerse en la tranquilidad de la presa. Un escenario enmarcado en la Sierra Mazateca, cuya majestuosidad  ya no sorprende a sus pobladores, pues forma parte de su rutina e incluso se confiesan  incrédulos de  que su comunidad pueda algún día despegar  como un sitio turístico.

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La poca fe de los habitantes no es gratuita. Desde hace 10 años, los  habitantes de las comunidades que abarca la presa comenzaron a impulsar proyectos de ecoturismo, como el Centro Mil Islas, en  Cerro Quemado, pero fue  hace unos ocho años cuando  el concepto de impulsarlo como atractivo turístico, comenzó a cobrar fuerza, indica Abel Suárez Sánchez,  director de Cultura y Turismo del ayuntamiento de San Pedro Ixcatlán.

Avelino Agustín Avendaño, uno de los impulsores del centro Cerro Quemado, apunta que hace una década buscaron el financiamiento de la entonces Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), que finalmente destinó un millón y medio de pesos para el desarrollo de la comunidad.

Suárez Sánchez, el funcionario del municipio, asegura que como parte de esta iniciativa para potenciar las visitas,  en distintas administraciones municipales se capacitó a prestadores de servicios de Ixcatlán y también se  trató de involucrar a las poblaciones que convergen en la presa. Los esfuerzos no tuvieron gran impacto. 

Asegura que fue la falta de difusión  a nivel nacional la que evitó que el proyecto se consolidara, pues a pesar de la inversión de la  CDI,  fue  poca asistencia durante los primeros años y  aunque el complejo tiene capacidad para 40 personas, en ocasiones las visitas se limitaba  a unas 100  por año. Una década después la afluencia apenas alcanza  400 personas en  un buen año.  Esto  hizo desistir a los pobladores;  de los 10 que comenzaron  sólo cinco siguen impulsándolo.  

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—Mil Islas tiene todo para proyectarse como un gran destino, pero nos han olvidado las autoridades, todas. Sin promoción efectiva, poco podemos hacer, dice  Avelino.

No se equivoca. El promotor turístico Eder Andrade sostiene que  la difusión es escasa  y que existe poco conocimiento de los destinos de la región por parte de los prestadores de servicios en Tuxtepec, quienes son los primeros que tienen contacto con los visitantes de la Cuenca.

A ello se suma el retiro del apoyo estatal. Durante el sexenio  pasado, la Secretaría de Turismo y Desarrollo Económico (STDE)  incluyó en su plan de 10 rutas  turísticas de la entidad a la zona de la Chinantla de la Cuenca, que consideraba  al destino de las  Mil Islas. Lanzadas entre 2015 y 2016, estas iniciativas tuvieron una inversión de más de 3 mil millones de pesos, según  datos oficiales.

Ya en esta administración estatal,  el desarrollo e impulso de la ruta se detuvo, pues la Secretaría de Turismo anunció que no se contaban con la infraestructura ni las condiciones para echarla a andar. La ruta de la Chinantla requería de una reestructuración.

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La lucha incansable

Avelino Avendaño  ha tratado de aprovechar cada rincón de Mil Islas y de los paisajes de la zona para atraer a los visitantes. La pasión por su trabajo se traduce en la incansable  manera de ofertar sus servicios y su determinación para que los turistas descubran la vegetación que rodea a las comunidades, así como el hábitat de  especies como armadillos, tecolotes y  puercoespines.

Con vista al extenso lago artificial, el hombre platica que los turistas tienen la opción de realizar paseos diurnos y nocturnos en lancha. Arribar a las islas habitadas para conocer cómo vive la población e incluso  acampar en una de ellas. Además, pueden  realizar caminatas que conducen la zona alta de la comunidad, así como explorar cuevas a pocos minutos de la población. A la lista de opciones se suma  cabalgata, kayak y senderismo. O sólo  disfrutar de la tranquilad y la vista de la presa.

—Se puede hacer de todo. Las personas se van encantadas de vivir experiencias distintas. Lástima que no llegan muchas, apunta Avelino,  responsable del complejo.

Esta oferta turística contrasta con  la realidad de la población. Cerro Quemado es una de las agencias con los mayores indicadores de rezago social en el municipio de San Pedro de Ixcatlán, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

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En medio de un escenario que trata de proyectarse como un destino ecoturístico, parte de su población  carece de agua entubada, de  drenaje y  de energía eléctrica. Tampoco cuenta con estudios de educación básica completos. La situación es una constante de todo el municipio: hasta   2017, Ixcatlán aún estaba considerado como municipio con rezago social alto.

Para San José Independencia, el otro municipio de la Cuenca donde también se aprecian  las islas, las condiciones no difieren mucho: 90% de su población se encuentra en situación de pobreza y el rezago social es alto, indica el Coneval.

Inaccesible

El camino a esta comunidad, a poco más de 70 kilómetros del centro de Tuxtepec, se habilitó hace 15 años, en una orilla de la carretera federal 182.   A pesar de ello, en la desviación para Cerro Quemado, a unos 14 kilómetros de distancia de la vía federal, ningún señalamiento indica que esa es la ruta que orienta a unos de los puntos donde se aprecia el conjunto de islas.

Algunos tramos de camino son terracería, por lo que en  temporada de lluvia se vuelven intransitable, dicen los pobladores. Al llegar a la población, el camino mejora y  su calle principal está pavimentada, pero se  presenta otro obstáculo para los visitantes, pues carece de señalamientos sobre los puntos conocidos como miradores de las islas y sólo los pobladores locales pueden dar esa información.

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El problema es que ante el desencanto del turismo que no floreció, cuando llega alguien ajeno a la comunidad, sus habitantes no se inmutan. Saludan desde sus pequeños patios  donde limpian sus cosechas  de cacao,  maíz o frijol. Pero nadie sabe cómo orientar al turista que se anima a recorrer las horas de carretera para llegar a las islas.

Tanto el director de Turismo como Avelino, del centro de ecoturístico, coinciden que   la violencia en la región es otro factor que los ha perjudicado y ha ahuyentado a los visitantes, pues para llegar a Mil Islas   es obligado pasar por Tuxtepec, que desde hace dos años vive una crisis de seguridad.

 Por estos motivos, el  director de la Unidad Regional de Culturas Populares, Tomas García  Hernández, considera que  antes de arrancar un  proyecto turístico como el de las islas  se debe dimensionar los aspectos positivos y negativos para la comunidad.

Agrega que antes de relanzar un destino como éste se debe trabajar en la salvaguarda del patrimonio cultural, tangible e intangible, de tal manera que la comunidad reconozca lo que  puede  ofrecer  como producto cultural y lo que se produce para consumo  comunitario; no obstante, pese que conocen el camino, el reto es conseguir apoyo institucional.

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