Así se vive en el municipio más pobre del país
En Yucuná, 99.9% de los pobladores viven en marginación extrema, de acuerdo con el Coneval
Los mil 600 pobladores de Santos Reyes Yucuná no lo saben, pero habitan en el municipio más pobre del país. Así lo considera el Consejo Nacional de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que en su informe “Medición de la pobreza municipal 2015” indica que en esta comunidad de la Mixteca oaxaqueña, 99.9% de la población vive en condiciones de marginación extrema.
Los pobladores no lo saben porque muchos de ellos sólo han llegado hasta donde sus pies los llevan, pero la pobreza es algo que se soporta aunque no se conozca de cifras, y así lo entiende María Alberta Vásquez Arteaga, una de las mujeres que engrosa la estadística.
Yucuná tiene bajo nivel educativo, pues sólo tiene una primaria, un jardín de niños y una telesecundaria. (EDWIN HERNÁNDEZ. EL UNIVERSAL)
María Alberta sólo habla mixteco, al igual que otros mil 100 habitantes de la localidad. Nunca aprendió el español porque ha vivido cada uno de sus 77 años en este pueblo. Aquí también nacieron sus dos hijas y sus dos nietas; Ariadna, la mayor de las niñas, es quien le sirve de interprete, pues en la escuela de la comunidad los maestros que llegan de Huajuapan o Juxtlahuaca le enseñan el español.
María Alberta cuida a sus dos nietas porque su hija abandonó el pueblo para trabajar y ahora labora en una cocina económica en Guadalajara, Jalisco. Gracias a esos ingresos que llegan de fuera, la casa de madera y adobe de la anciana se transformó en una pequeña construcción de tabicón; pero a pesar del cambio, ella y su familia viven con lo esencial.
Así es la pobreza de Yucuná, un conjunto de carencias que se esconden en casas de concreto y calles pavimentadas en el centro de la población. De esta forma también la entiende Alberto Martínez Estrada, el presidente municipal, quien explica que es la falta de servicios básicos como drenaje y agua potable la que merma la calidad de vida, pues los 3 millones de presupuesto anual que recibe el municipio sólo alcanzan para atender obras mínimas de alumbrado público y reparación de carreteras en la cabecera y sus cuatro rancherías.
El edil cuenta, por ejemplo, que hace años se instalaron los ductos de drenaje, pero hasta el momento siguen sin funcionar, debido a la ubicación de las viviendas, que en Santos Reyes Yucuná están esparcidas por aquí y por allá.
En la población no funcionan los ductos de drenaje, debido a que las viviendas no están distribuidas uniformemente.
Pero no es el único aspecto en el que se mide la pobreza. Martínez Estrada explica que la historia de María Alberta, sus nietas, y su hija ausente, se repite una y otra vez, pues 95% de la población tiene que migrar porque en Yucuná no hay trabajo para todos. Los que se quedan son ancianos que viven solos y se mantienen de los animales que cuidan y la tierra que trabajan.
Los que se van, en cambio, son lo que tienen la fuerza de trabajo. Es la población económicamente activa la que se muda a la capital del país y a estados como Jalisco o Chiapas. Ahí se dedican al comercio, la albañilería o la plomería, esos trabajos les dan los recursos para levantar las casas de material que visten las calles del pueblo, pero que lleva años construir.
Aunque Yucuná está catalogado como Zona de Atención Prioritaria por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), los programas son insuficientes o no se entregan como están diseñados. Prospera, por ejemplo, incorporó a más de 800 mujeres, pero este año los apoyos no les han sido entregados. Lo mismo pasa con los recursos para 77 adultos mayores que como María Alberta aún esperan la ayuda del 2017.
Educación, otro pendiente
El edil dice que el bajo nivel educativo ha persistido por generaciones porque sólo hay una primaria, un jardín de niños y una telesecundaria que se fundó hace 15 años. Quienes quieren seguir más allá tienen que mudarse a Tonalá para cursar el bachillerato. El resultado es una pobreza circular que explica el bajo nivel socioeconómico que el Coneval le achaca al municipio y que para el alcalde no es algo nuevo.
El municipio recibe 3 mdp de presupuesto al año que sólo alcanzan para atender obras mínimas como el alumbrado.
Mientras alimenta a unos cerdos pequeños, la mirada de María Alberta se extiende hasta el monte. Precisamente, es la crianza de animales la que le permite alimentar a las niñas; a pesar de ello, la carne no es algo común en la mesa familiar. Su dieta diaria consiste en guisados a base hierbas del campo, frijoles y maíz. La carne aparece, a lo mucho, dos veces al mes.
Ariadna dice que los cerditos son un regalo de un tío político y mientras su abuela camina hasta la oscuridad de su vivienda cuenta que le gustaría que no se vendieran. “Queremos que engorden los cochinos para matarlos y comérnoslos”, confiesa.
Pero el deseo de la niña no será posible porque acaba de enterarse que su madre está enferma y regresará al pueblo, por lo que ahora su sustento dependerá de esos animales que su abuela cuida con esmero.