Enviado por marina.vasquez en Lun, 02/19/2018 - 16:17
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Adriana comenzó con una pequeña empresa textil que arrancó con sus propios ahorros; el primer traje lo realizó cuando tenía 18 años para participar en la Guelaguetza. (ROSELIA CHACA. EL UNIVERSAL)
19/02/2018 16:17
Roselia Chaca

oaxaca@eluniversal.com.mx

Adriana es originaria de Asunción Ixtaltepec, aunque desde la adolescencia vive en Juchitán, ahí  tiene su pequeño taller de bordado, donde da vida a sus proyectos artesanales y empaqueta sus productos para exportarlos a otros rincones del mundo.

Cuando habla, Adriana Ramón Guzmán es hábil con las palabras, pero lo es más con las manos, que son casi  una máquina de tejer. Adriana lleva más de 11 años sentada detrás de un bastidor de madera picoteando telas, combinando hilos de colores, diseñando huipiles, vestidos de novia y quince años, corsets, bolsas, chamarras, almohadas y hasta tenis.

Su pasión por las telas comenzó cuando tenía 18 años y quiso bailar en la Guelaguetza, pero no tenía un traje tradicional, ni los recursos para adquirirlo. La única solución que encontró fue elaborar su traje ella misma durante sus ratos libres. 

Se tardó dos semanas en dominar el hilo y la aguja y terminó el traje en siete meses, el resultado la sorprendió y quedó tan prendada del bordado que decidió seguir, a pesar de la resistencia de su madre, quien no concedía que una profesionista como su hija fuera artesana, pero Adriana siguió sus deseos y comenzó con una pequeña empresa de textil.

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Recuerda que con 100 pesos que le regalaron en uno de sus cumpleaños invirtió en material para preparar gelatinas que vendía a sus compañeros en la universidad, y con el ahorro de las ganancias de las gelatinas comenzó su taller.

Tras 10 años de trabajo y experimentación, Adriana logró crear su marca: Tejiendo Sueños. “El nombre  refleja mucho mi historia. Soy de la idea firme de que los sueños se cumplen si los tejemos en la realidad, si los plasmamos. Así nació mi empresa”, explica la artesana.

Adriana está consiente que no es la única que busca proyectar el textil istmeño y considera que son pocas las mujeres que le  apuestan a la innovación, aunque existen muchas tejedoras tradicionales.

Ahora, no se da abasto con los pedidos, así que trabaja con 10 artesanas, todas son madres solteras o viudas, la mitad de ellas perdieron sus casas en el terremoto de septiembre, pero a pesar de ello se levantaron y siguieron bordando en albergues y debajo de lonas, ayudando a Adriana a seguir con sus sueños y ella les ayuda a reconstruirse con la venta de sus productos.

Para elaborar los tenis, Adriana envía sus diseños a una fábrica de calzado en Guadalajara y le envían los zapatos con los dibujos  ya plasmados, también elabora otros artículos. (CORTESÍA)

Las innovaciones

Las chamarras de mezclilla y tenis bordados son los materiales más novedosos que ha manipulado Adriana, a los que les dibuja flores y animales sin perder nunca el diseño tradicional.

Para los tenis se envían los diseños a una fábrica de calzado en Guadalajara, Adriana trabaja las propuestas con los diseñadores por internet y después de un  tiempo le envían los zapatos ya con los bordados, los cuales oferta a en su tienda virtual.

“Somos, creo, los únicos que estamos elaborando tenis con motivos textiles, bordados y cadenillas, aunque hay varias artesanas que están con los zapatos; los tiempos y la demanda nos obligan a competir y tener calidad. En la región hay mucho talento y la muestra es la variedad que ahora existe”, reconoce la artesana zapoteca.

La elaboración de zapatos bordados es una propuesta que cada vez va en aumento y tiene mucha demanda dentro y fuera del estado de Oaxaca. Además de Adriana está Hernán de la Cruz Morales, otro zapoteca que se dedica a la confección de zapatos con motivos del textil.

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Él comenzó a los 14 años en la elaboración de huaraches de cuero, después se enroló en el Ejército y se fue de Juchitán. A su regreso retomó el oficio, hasta que en el 2011 su hermana Rocío de la Cruz, que emprendía su proyecto Badudxapa huiini, lo invitó a elaborar un zapato forrado con la tela de un huipil.

Al principio, Hernán no sabía cómo hacer zapatos, empezó  a preguntar y logró hacer uno, pero su creación  se despegó; después encontró tutoriales de los chinos por internet, de los que tomó guía para elaborar zapatos y de esta forma comenzó con esta actividad desde hace siete años; hasta la fecha ha elaborado alrededor de mil pares de zapatos bordados.

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