En el Istmo nace una arquitectura del miedo
Los afectados reconstruyen sin asesoría y con reforzamientos que no garantizan mayor seguridad ante los sismos: expertos
La esquina que hacen las calles Ignacio Zaragoza y José F. Gómez en la Quinta Sección de Juchitán aún conserva una cruz verde de madera, pero de la casa blanca con techos de teja no queda rastro. Sin abarcar todo el terreno, sobre el lugar donde estaba, ahora se levanta un bloque de cemento sólido.
La escena se repite en estas calles. Una casa de pie, otras dos no. Desde hace seis meses los manchones grises acaparan toda la imagen urbana de esta zona devastada por los sismos de septiembre. El rostro de Juchitán, sobre todo en las secciones donde se concentran las casas tradicionales, sigue cambiando conforme pasan los días. Las casas grises se levantan lentamente. Arena, tierra y escombros siguen ocupando casi todo lo ancho de las calles; todos protestan, pero nadie puede cambiarlo.
No hay una cuadra intacta. La vieja táctica de ubicar una calle, un domicilio o una familia guiándose por las casas y su arquitectura ya no es factible. Según las previsones, quizás en otros seis meses las esquinas de las avenidas tomen nuevos colores, pero por ahora todo es gris y hasta los mismos habitantes se pierden y desubican.
De cada 10 casas tradicionales sólo dos recuperaron su arquitectura original, las demás se levantan a base de concreto. Es una reconstrucción basada en el miedo.
Las nuevas formas de construir
El ingeniero Domingo Castillo tiene 30 años de experiencia supervisando y construyendo viviendas en toda la región del Istmo de Tehuantepec, así que después del terremoto vio un aumento en la solicitud de servicios de especialistas en construcción, como arquitectos e ingenieros.
En estos seis meses, este ingeniero está convencido que en el Istmo se está construyendo una arquitectura en función del miedo. Aunque muchos repiten las mismas estructuras, en muchos casos por falta de recursos, pues lo otorgado por el gobierno alcanzó; un mayor porcentaje de damnificados le están apostando a cambiar el adobe por el cemento, y a reforzar mejor sus cimientos y castillos.
“Cambió su forma de construir, meten más varillas, están metiendo más estribos para mejorar la estructura (...) y aún los que no están cambiando están metiendo en las casas cuatro varillas en los castillos, inclusive seis varillas”, indica.
Pero, aunque se podría pensar que el cambio de materiales no puede ser sino benéfico, el ingeniero está convencido que muchos de los damnificados están exagerando y sin consultar a especialistas están metiendo elementos estructurales sobre lo ya reforzado.
Es el temor a un nuevo sismo, explica, lo que los obliga a sobre reforzar sin razón alguna, lo que se traduce en mayores costos: miedo-seguridad-consumo.
Falta capacitación
Pero el miedo no es suficiente para mejorar las prácticas de construcción y menos para detener la fuerza de un sismo. Filiberto Lara, ingeniero civil de la Universidad Metropolitana de la Ciudad de México, indica que aún cuando se busca reforzar las construcciones se están repitiendo los modelos estructurales anteriores.
Durante su estancia de cinco meses en Asunción Ixtaltepec, donde construyó una casa de superadobe, el ingeniero asegura que pudo observar que algunas personas sí están reforzando muros y aplanando paredes dañadas con malla electroforjadas, con la idea de detener las ondas sísmicas, pero calcula que apenas representan 30% quienes lo hacen de esta forma.
El resto de damnificados, indica, entiende que se trataba de construcciones débiles y meten más varillas a las construcciones; no obstante, señala que en ciertos puntos donde se unen las trabes con los castillos debe ponerse mayor cuidado e incluir anclas: escuadras dobladas para que se enlacen bien la trabe con la columna y así trabajen en conjunto; de no hacerlos, advierte, se están reproduciendo los mismos errores en las nuevas casas.
El ingeniero atribuye estos fallos a que no existió orientación en el proceso de autoconstrucción, pues “no hubo una capacitación previa”. A ello agrega que tanto los albañiles de la región, como los que llegan de Veracruz y Chiapas, no cuentan con los conocimientos técnicos para garantizar las solidez de las viviendas que se levantan.
El especialista calcula que tan sólo en las nuevas construcciones de Ixtaltepec están trabajando al menos 600 albañiles de varios estados, de los cuales más de la mitad sigue con la misma fórmula: “sin reforzar, sin mejorar, sin asesoramiento, sin una guía especializada”, bastándose sólo con sus conocimientos empíricos.
“En muchos casos he visto que sólo doblan las esquinas, pero cuando vengan los temblores no contendrán las ondas sísmicas. El albañil sigue trabajando en forma tradicional, pero mi recomendación es que le alarguen las puntas de las varillas, eso es suficiente para que trabajen y resista más”, aconseja.
“Aquí debió intervenir el Estado, pero no, los albañiles simplemente hacen lo que saben hacer, lo que siempre hicieron”, detalla el ingeniero, quien considera que lo que pasa en Ixtaltepec puede estarse repitiendo en toda la región. Reclamos