Santa María del Mar: la “luz del sol” también se paga

Habitantes ikoots rechazan cobros mensuales por un programa de electrificación solar

Foto: Roselia Chaca/ EL UNIVERSAL
Especiales 19/08/2019 18:44 Roselia Chaca Santa María del Mar.- Actualizada 18:44

 

En dos meses, Santa María del Mar   cumplirá 10 años de no tener energía eléctrica,  agua potable, un camino carretero, servicios educativos y de salud regulares y  una tienda comunitaria. En dos meses, Santa María del Mar cumplirá 10 años sin justicia. 

Son  300 las familias  que viven en esta comunidad huave o ikoots, agencia municipal de Juchitán de Zaragoza, que está asentada en una franja de tierra flanqueada  tanto por la laguna Superior como por el océano Pacifico.  

Aquí se vive como en una prisión de agua. Sólo se  entra y sale por mar desde el 18 de octubre de 2009, fecha en la que sus hermanos huaves de San Mateo del Mar  bloquearon  el único camino carretero que los conecta con el resto del estado de Oaxaca y que ya causó la muerte de tres personas.

 Ambos pueblos  del Mar comparten una franja de tierra y un sólo camino que los lleva hasta Salina Cruz y de allí a la carretera federal, pero tras la reactivación de un conflicto agrario en el que se disputan 3 mil 773 hectáreas de tierra, el camino fue cerrado. 

La pugna  se debe a que en 1984 el gobierno de Miguel de la Madrid   otorgó,  en una  resolución presidencial, ese territorio a Santa María del Mar, mismo que    San Mateo   considera suyo, según títulos primordiales antiguos.

Fue entonces cuando los  comuneros de San Mateo del Mar invadieron, —ellos alegan que “recuperaron”—, mil  93 hectáreas de esas  tierras.

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Sin electricidad convencional
Un rústico muelle de madera recibe a las pequeñas embarcaciones de motor que por 15 minutos rompen  8 kilómetros de la laguna Superior, en el Golfo de Tehuantepec.

Si  el tiempo es clemente la lancha no brincotea tanto,  pero si los vientos del norte soplan a más de 90 kilómetros por hora, como es normal en los meses de octubre a febrero, el  viaje es más largo  y el mareo es seguro para los  tripulantes, también hay riesgo de una volcadura.

Junto al  muelle,  una hilera de lanchas de motor atracadas a orillas de la laguna esperan una mejor temporada para salir a pescar, pues  los peces se han alejado por el pestilente olor causado por la acumulación de las macroalgas que no logran alejarse de la playa, porque la bocabarra está cerrada desde hace siete años y no hay suficiente oxigenación.

Para llegar a Santa María se toma la lancha comunitaria desde El Faro, en San Dionisio del Mar. Se cobra 30 pesos por pasajero y  los  bultos se cobran a 20. En caso de un servicio especial el costo es de 500 pesos, así que los habitantes son puntuales con los cinco horarios de viaje durante el día.

Al pie del muelle una pequeña redila espera a los habitantes y les cobra 5 pesos el viaje hasta el pueblo. Un kilómetro de distancia es el recorrido de camino salinoso.

La entrada del pueblo comienza con los postes de luz que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) colocó hace más de 30 años, pero que no funcionan desde hace más de una década. 

Además del bloqueo carretero, San Mateo del Mar  tiró los postes de la CFE  que pasaban por sus tierras, dejándo a Santa María sin el servicio, así que los postes y los cables sólo están adornando el camino. Fue por eso que la llegada de paneles solares para dotarlos de energía fue celebrada en la comunidad. Pero hoy los habitantes se sienten engañados por este programa. 

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Tras engaño... esperanza 
Desde los patios de las primeras casas se notan unos paneles cimentados sobre un tubo. Después de 10 años, el gobierno federal, con la gestión de la pasada administración municipal, se comprometió a dotar a 273 viviendas con paquetes solares para alimentar un refrigerador, una televisión, focos ahorradores y para cargar celulares.

La noticia de luz solar   dio  una nueva esperanza al pueblo, pero cuando comenzaron las primeras instalaciones, a principios del año, la empresa Solarvatio, responsable del proyecto de electrificación, le entregó a cada beneficiario un contrato en donde se especifica que deben pagar en cuatro años 7 mil 152 pesos. La cantidad está dividida en 48 pagos mensuales de 149 pesos, como “cuota de sostenibilidad”.

Este cobro tomó por sorpresa a los habitantes, pues creyeron que el proyecto sería gratis por estar incomunicados y sin energía por más  de una década. Aseguran que no se les aclaró en las primeras reuniones que los paquetes tendrían costo.

“Nos engañaron, no nos dijeron desde un principio que tendría un costo, empezaron hablar de 149 pesos cuando ya tenían instalados más de 100 paneles en las casas.Si me hubieran dicho que tendría que pagar, no le entro, me quedo con un viejo panel que tengo, para qué me endrogo”, dice decepcionado Antonio de Jesús  Bartolo, secretario de Administración de la Cooperativa Pesquera Fuerza del Pueblo.

Antonio de Jesús agrega que en Santa María del Mar no se cuenta con los recursos para costear los equipos solares: “Aquí estamos jodidos, no tenemos buena pesca, apenas y sobrevivimos, no estamos para pagar 149 pesos al mes a una empresa”, asegura.
  
El contrato está fechado el 2 de abril del 2019, por la empresa Solarvatio y Nacional Financiera, Sociedad Nacional de Crédito, en su carácter de fiduciaria del Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica. 

Su objetivo  es “desarrollar acciones de electrificación mediante el componente de apoyo de instalación del sistema fotovoltaico fuera del sistema eléctrico  en comunidades rurales y zonas urbanas marginadas”, justo como es el caso de  este pueblo del mar.

“Dijeron que es una ayuda, pero dónde está la ayuda si nos van a cobrar, prácticamente le están vendiendo a cada habitante los paneles, es un negocio de la empresa. Nos salía más barato antes con CFE que pagábamos 70 pesos cada dos meses”, explica Aníbal Cruz, tesorero de la agencia municipal, quien agrega que la comunidad  analiza no pagar las cuotas, pese a que  la empresa les advirtió  que si no pagan “se retiran y no nos dan el servicio de mantenimiento de los paneles”. 

De acuerdo con el contrato, durante los cuatro años que duren los pagos, Solarvatio se compromete a dar mantenimiento preventivo, remplazo de baterías o cambio de paneles si dejan de funcionar.

Bonifacio Jiménez, regidor de Obras Públicas de Santa María del Mar, dice que el pueblo tiene varias propuestas que planteará en una asamblea  para el problema de los paneles solares.
  
Una de ellas es que cada familia con paneles pague 50 pesos mensuales, que serían administrados por un comité, lo que garantizaría que el recurso no salga del pueblo y no se lo lleve la empresa. Esos recursos serían utilizados para la reparación de los equipos, a manos de los jóvenes de la comunidad.

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“Nunca se les engañó”
Luis Alberto Calderón, representante legal de la empresa Solarvatio, explica que de las  cinco empresas que visitaron Santa María del Mar con la intención de electrificarla,  la suya ganó la licitación  y dice  que desde las primeras reuniones se dejó claro el objetivo de la cuota de sostenibilidad, misma no fijaron ellos, sino el Fondo de Servicio Universal Eléctrico.

“Tenemos un documento firmado donde aceptaban desde un principio. Nunca actuamos de mala fe. La cuota de sostenibilidad es para remplazar las baterías y dar mantenimiento para que les dure cuatro años más”, indica.
 
 Explica que debido a que la comunidad no cuenta con  las condiciones económicas, la opción  es que realicen una asamblea y levanten un documento donde describan que no existen recursos para pagar: “Yo lo presento ante el fondo, para ampararme, porque todo ha sido mi inversión y hasta ahora no se les ha cobrado un solo peso”, afirma. 

Mientras tanto, la única esperanza que tienen los habitantes  en Santa María del Mar es la promesa que hizo  el gobierno de Andrés Manuel López Obrador para que la Secretaría de Energía (Sener) instale una granja solar de 40 millones de pesos que dé abasto de energía a los hogares ikoots. El proyecto aún no se ha aterrizado y las autoridades  no conocen los detalles en  sí, pero ya limpiaron  un terreno de dos hectáreas para la granja.

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