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Con 27 años de edad y originaria de la mixteca alta, a Nadia las palabras le brotan como semillas que necesitan florecer en la tierra de los “sin derechos”, aquellos a quienes se les enseñó a tener miedo de hablar y pensar en su lengua, aquellos que resisten en silencio.
Con su pluma, Nadia lo mismo convierte en versos sus anécdotas del pasado, que las historias de las mujeres mixtecas que, difícilmente, pueden hablar de su cuerpo.
Sin embargo, más que considerarse poeta, esta joven artista ve en el género de los versos un medio para nadar contracorriente, para enfrentar las olas de un mar donde el español se conoce como el único idioma para concebir la vida.
—Los recuerdos de mi mamá con el mixteco son de alguien que se escondía para hablarlo. Ahora que lo pienso, nosotros éramos niños y aún así tenía miedo, no alcanzo a imaginar el temor que sentía frente a alguien mayor que desconociera el mixteco.
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En su visión del mundo, Nadia tiene claro que la desigualdad premia, incluso, en las comunidades indígenas, donde se ha socializado la necesidad de hablar español para conseguir desde la oportunidad de ir a la escuela hasta curarse una gripe.
—Pareciera que en México se han olvidado de que hay más lenguas para soñar, amar, escribir, platicar y hacer un montón de cosas. Si no hablas español te ponen en una categoría de menos valor, te limitan y no te consideran.
La idea es reforzada por Nayelli Ornelas, quien forma parte del colectivo Raíces del Verso, dedicado a la difusión y el rescate de las lenguas de México. Para ella, la ley es ineficaz, ya que en la práctica no hay verdaderas políticas lingüísticas y muestra de ello, es el peligro que enfrentan las 364 variantes lingüísticas que existen en el país.
Con información de Roselia Chaca.