Vestidos de novia que nacen en telar de cintura
Las creaciones de la maestra Zenaida también forman parte de compendios biográficos sobre el arte popular, en libros impresos
Pinotepa de Don Luis
A los ocho años Zenaida aprendió a elaborar enaguas por herencia familiar, pero llamó más su atención el tejido de huipiles y pozahuancos, así que se puso a observar cómo se hacían en el telar de cintura, una técnica utilizada por tejedoras de Pinotepa de Don Luis en la Costa oaxaqueña. Enamorada de la técnica, se compró por cuenta propia hilos y empezó a practicar trazando sus propias figuras decorativas sobre sus piezas.
Ahora, tiene 65 años y es considerada una de las grandes maestras de arte popular de Oaxaca. Sus piezas, al igual que las elaboradas por su hija Olga González, destacan porque son utilizadas para la elaboración de vestidos de novia que son vendidos en el extranjero, a través de un intermediario.
En septiembre de 2011 su trabajo fue motivo de una exposición titulada “Nuevo diseño textil” en el Museo Textil de Oaxaca. El éxito fue tal que la muestra se extendió hasta marzo de 2012. Además, su trabajo también forma parte de compendios biográficos, sobre los maestros de arte popular del estado en libros impresos.
Alejandro de Ávila, curador del Museo Textil de Oaxaca, explica que el trabajo de Zenaida y su hija ha retomado figuras tradicionales —como águilas bicéfalas, consideradas animales protectores de las mujeres casadas—, creándolas con ajustes de escala y densidad para lograr composiciones novedosas.
“En algunos casos, han ideado una iconografía enteramente distinta, que sin romper con los cánones formales del diseño indígena, como simetría bilateral y bifacial de las prendas, plasma nuevos ritmos visuales. Abren nuestra percepción a un impulso creativo que rebasa las expectativas del arte popular convencional”, refiere el curador.
De Ávila explica que en algunas piezas de la artesana se advierten semejanzas con textiles africanos, mientras que otras evocan al arte deco o la gráfica pop-art de la década de los sesenta. A pesar de estas similitudes aclara que no se trata de una “hibridación plástica transcultural”, sino nuevas posibilidades que ofrecen los materiales y técnicas tradicionales.
Se pierde riqueza
El Museo Textil de Oaxaca advierte en su sitio electrónico que el textil oaxaqueño sobresale por la diversidad de sus materiales, formas y diseños, pues las estructuras del tejido parecen haberse diversificado más en Oaxaca que en otras zonas de México y de Centroamérica.
A pesar de ello, también dice que muchas de esas fibras, tintes y técnicas se dejaron de usar en los últimos 50 años, por lo que se ha perdido una gran destreza manual y un repertorio muy amplio de diseños, pues no se elaboraban para fines comerciales, sino para el uso diario, tanto en los pueblos indígenas como en las comunidades negras y mestizas, por lo que las piezas preservan una tradición narrativa.
Familia artesana
Zenaida no habla español, conserva su lengua nativa: el mixteco. Su casa en Pinotepa de Don Luis tiene un amplio patio en el que los integrantes de la familia trabajan, hay árboles que parecen haberse plantado de manera estratégica para la colocación de los telares de cintura y en las paredes cuelgan máscaras de carnaval e instrumentos musicales. Al fondo hay un espacio que sirve como taller para la elaboración de jícaras labradas y luego, un lugar para el urdido de los hilos. Todos en su casa son artistas, artesanos o músicos.
En el primer espacio se encuentra Zayda López, nuera de Zenaida. A su cintura, la rodea una de las puntas del telar y la otra está atada a uno de los árboles. Zayda aprendió la técnica a los 15 años, cuando se casó con uno de los hijos de la maestra
“Me junté con mi esposo y al ver que mis cuñadas y mi suegra elaborar este tipo de artesanías, me llamó la atención y me motivó a aprender”, relata.
Zayda explica que el proceso para tejer en este telar comienza desde la compra de los hilos de algodón por manojo y que ellos llaman hilo torcido, algunos de los cuales los tiñen con grana del nopal, añil vegetal o caracol púrpura. Posteriormente, lo ponen a secar para recogerlo de nueva cuenta y “hacerlo bolita”.
Cuando está listo sigue el urdido en cinco palos —proceso en el cual los hilos se cuentan por pares y se preparan para colocarse en el telar—, el telar se coloca sobre la cintura y con herramientas de madera esculpidas, como cuchillos que ellos conocen como machetes, empiezan a tejer. La elaboración de un rebozo, por ejemplo, puede tardar dos días, mientras que un enredo o pozahuanco, hasta tres días.
A tres metros de Zayda se encuentra la maestra de arte popular, Zenaida Pérez. Está sentada sobre sus rodillas y de su cintura cuelga el telar con el cual elabora un huipil de algodón egipcio blanco, que posteriormente se usará para el diseño de un vestido de novia.
“El señor que nos pide los huipiles no nos decía para qué los ocupaba. Él nos invitó a una exposición en Oaxaca, vi en la vitrina estaba el telar que le vendí en un vestido de novia. Es hasta entonces, que me di cuenta que lo utilizan para esos vestidos”, cuenta Zenaida en mixteco; Zayda, su nuera, traduce.
El intermediario del que habla Zenaida es Remigio Mestas, quien podría decirse que monopolizó el trabajo de la maestra y su familia, pues desde hace 20 años trabajan exclusivamente para él.
“Para ella, fue una sorpresa ver sus tejidos en vestidos de novia en una exposición, porque creía que sólo eran utilizados para un huipil normal como se ha visto. Al ver el vestido en la vitrina se sintió muy contenta, porque sus piezas llegan a manos de personas importantes; entonces, ella se siente muy orgullosa de que sus prendas lleguen hasta lo más allá”, agrega Zayda.