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Gabriel y Randy quedaron bajo los escombros de lo que sería un techado convexo que se proyectaba culminar ese día y que daría a la construcción la semejanza a una barca. Para lograrlo, la losa estaba sostenida por polines de madera a unos 20 metros de altura, la misma desde la que cayeron padre e hijo.
El peso del techo al desplomarse mató a dos hombres más y alcanzó a 20 de los 29 albañiles que laboraban en la obra religiosa; algunos resultaron con heridas de gravedad y otros con lesiones menores. Ninguno contaba con seguridad social.
La razón de su empeño es que los hijos de Gabriel conocen, de primera mano, las condiciones en las que su padre trabajaba en la catedral, pues Ricardo también se dedica a la albañilería y estuvo en la obra del templo algunos meses antes del accidente. Es por ello que Ricardo sabe que además de no contar con seguridad social, su padre tampoco tenía la protección mínima requerida en equipos trabajo.
—Los polines estaban muy desgastados, los clavos se utilizaban varias veces. No había suficiente material, explica el joven.
Días antes de que la losa de la barca de concreto se viniera abajo, explica Ricardo que los albañiles trabajaron horas extras para terminar el techo de lo que será el estrado. Eso, les contaba su padre, les reducía o de plano les quitaba los pocos minutos que tenían para comer durante las casi 10 horas de trabajo, y por la que semanalmente recibían unos 2 mil 100 pesos.
—Demasiado acelerante para concreto y hasta hielo se ocuparon en las últimas horas, señala Ricardo, según le dijeron albañiles sobrevivientes del percance.
Los cuerpos de Gabriel y Randy se localizaron a las cuatro de la mañana del 4 de marzo, 12 horas después de que la losa se venció y el estruendo del concreto sobre maderas y trabajadores sorprendió a la comunidad cercana.
—Parecían estar tomados de la mano, afirma Ricardo, a quien los testigos detallaron que su hermano corrió tratando de salvar a su padre.
No obstante, los jóvenes dicen que no detendrán su denuncia, pues desean conocer por qué se desplomó el techo, pero también porque quieren dejar un precedente: “que las personas indígenas de escasos recursos también pueden alcanzar justicia”. Esa es la consigna de la familia originaria de San Lucas Ojitlán, un pueblo mazateca.
El día que la techadumbre de la barca-catedral colapsó, la construcción ya llevaba más de seis años. El ambicioso proyecto de la iglesia católica inició en noviembre de 2009 y para 2013 ya se habían invertido cerca de 20 millones de pesos. El imponente templo estimaba albergar unas mil 200 personas y a la fecha está en obra negra.
Samuel Aguilera Vásquez, el abogado que apoya voluntariamente a la familia, dice que por la muerte de Gabriel, Wulfrano Barranco recibió auto de sujeción a proceso, al considerarse probable responsable. Con esa medida, el arquitecto, quien en ese momento también fungía como director de Desarrollo Urbano del Ayuntamiento de Tuxtepec, no puede abandonar la ciudad sin permiso judicial.
A casi dos años de la muerte de Gabriel, su hija Sonia dice que su madre aún no asimila el fallecimiento y que los nietos más pequeños aún preguntan por su abuelo, mientras se detienen en la puerta para esperarlo.