Mujeres al interior del penal de Tanivet siembran su propio alimento
En Tanivet, 155 mujeres en situación de cárcel cultivan hortalizas y producen pan y tortillas; impulsan así la reinsersión
De día esta prisión parece convertirse en una enciclopedia viva de saberes y oficios. La creatividad rompe con el silencio y transforma cada celda. Aquí, 155 mujeres encarceladas, de las que 70% aún no recibe sentencia, se han hecho expertas en panadería, agricultura, cocina, belleza, diseño, herbolaria y hasta en la producción de gallinas y huevos.
“Me siento libre”, “tenemos ocupada la mente, el tiempo”, “ya hasta nuestra empresa vamos a tener”, se oye en cada espacio de trabajo del Centro de Readaptación Social (Cereso) Femenil de Tanivet, ubicado en Tlacolula de Matamoros, en la región de los Valles Centrales de Oaxaca.
Se encargan de sus propios alimentos: desde la siembra y cosecha de frutas y verduras, hasta la producción de tortillas y pan, con lo cual complementan su alimentación, pues sólo se les destina para ello un presupuesto de 20 pesos al día para quienes están recluídas por delitos del fuero común y 50, para las del fuero federal.
A Diana y Emma las une el gusto por el campo. Son las responsables del huerto impulsado hace dos años a iniciativa del artista Francisco Toledo. En este espacio se refugian de lo que representa la prisión y se encargan de cultivar acelgas, espinacas, ejotes, jitomate, cebolla, lechuga, habanero, rábano, fresas y una variedad de plantas como lavanda, manzanilla, romero, hierbabuena y albahaca.
—No son tierras muy fértiles, pero están produciendo, explica Emma, una mujer de 62 años, sentenciada a 10 de prisión, quien se ha vuelto una experta en la producción de estos alimentos tras la capacitación recibida, también financiada por el pintor.
Todos los días desde las 6:30 hasta las 10:00 horas, y después una hora en la tarde, las dos cuidan de los cultivos, y así pasan su vida en prisión.
—Es algo muy bonito, es como una terapia, me mantiene ocupada y me desestresa mucho, platica Diana, de 30 años, quien está encarcelada desde hace cuatro y recientemente fue condenada a nueve años de cárcel por el delito de fraude genérico.
—Es muy emocionante ver cómo siembras una semilla y obtienes un fruto, narra esta mujer, quien incluso piensa en desarrollar su propio huerto como un negocio cuando sea libre.
En 2017 inició la implementación de éste y otros oficios, como repostería, panadería y herbolaria, todo como parte del plan de reinserción social, explica María Concepción Tovar Monreal, subsecretaria de Prevención y Reinserción Social del gobierno de Oaxaca.
—Ya estamos trabajando con ese nuevo modelo integral de reinserción social, que está homologado a nivel nacional. Tenemos 30 programas y 152 servicios, explica la funcionaria. Entre ellos se incluyen tortillería, bordado y elaboración de cremas y champú.
Agrega que además de satisfacer el autoconsumo, también es una forma de obtener ingresos cuando las reclusas venden sus productos.
Sentirse libre
La población carcelaria de esta prisión está integrada por 110 mujeres recluidas por delitos del fuero común —de las cuales sólo 32 han recibido una condena— y 45 por delitos federales —de las que sólo 14 han sido sentenciadas—. Del total, 27 son originarias de comunidades indígenas.
—Me siento libre, expresa Socorro Medrano, quien fue detenida en 2015 en Salina Cruz por delincuencia organizada. Hace seis meses llegó al Cereso de Tanivet desde un penal de Morelos. Desde que llegó, eligió laborar en la tortillería. Al día muelen 80 kilos de masa desde las seis de la mañana hasta al mediodía.
—Me ha servido mucho emocionalmente, me da la oportunidad de aprender. Me fortalece, cuenta.
Como estas mujeres, las demás reclusas se han integrado a otros programas como panaderia, herbolaria o círculos de lectura, todos impulsados por dependencias, asociaciones civiles y grupos religiosos.