Con un exótico altar reciben a los muertos en la Cuenca

Con una ofrenda con armadillo, tuza y jabalí una familia festeja en Chiltepec

El altar se compone de nueve escalones que representan los nueve días de rezo para el difunto y los nueve días para esperar la fiesta a los muertos. Foto: Archivo / EL UNIVERSAL
Especiales 31/10/2018 12:00 Yuridiana Sosa San José Chiltepec, Oaxaca Actualizada 12:00

En la casa de Concepción la fiesta en honor a los muertos ya comenzó. La instalación del altar inició hace seis días y la familia Bautista Castillo ya organiza todo para la preparación de más de 40 platillos que conforman su ofrenda fuera de lo común.

En esta comunidad la bienvenida a los fieles difuntos empieza nueve días antes de la celebración de Día de Muertos, y aunque este año las intensas lluvias pusieron en riesgo las festividades, aquí el ritual se realiza llueve o truene.

El primer minuto del 23 de octubre las familias se reúnen en la iglesia del pueblo para dar el repique de campanas que anuncia el festín. Cada familia muestra su fidelidad a los muertos dando  las campanadas, mientras pasan las horas recordando a quienes partieron, pero que regresarán los próximos días.

La familia Bautista Castillo, por ejemplo, recuerda al hijo que falleció hace 11 años. A él se dedica el altar con su generosa y extravagante ofrenda que incluye animales del campo y que cada año atrae a miles de turistas sólo para admirar este altar.

Armadillo, iguana, jabalí, tuza, mapache, tortuga, guajolote, pato y pollo serán los alimentos para honrar a los difuntos primero y que después podrán consumirlos los vivos. La llegada de los animales a casa de la familia se da una semana antes de la fiesta.

Arlette, su hija menor, es la mano derecha de Concepción, quien desde hace 20 años disfruta la  tarea de instalar su exótico altar de muertos. Desde el 24 de octubre la joven de 27 años comenzó con la construcción del arco y marco principal de lo que será un monumento de flores y comida. La forma de la estructura representa la fachada de una iglesia.

El altar se compone de nueve escalones, que representan los nueve días de rezo para el  difunto y los nueve días para esperar la fiesta grande a los muertos. Cada día es dedicado a una actividad para dar forma al altar.

Como el tapete que se instala en el respaldo, en memoria de la manera ancestral de sepultar a los muertos; sobre este se colocan imágenes de santos sujetadas de espinas de naranja, que  representan las espinas de la corona que usó Jesús antes de su muerte.

Cuando el altar está listo, con flores de cempasúchil y borla, además de las frutas que se cultivan en la región, da inicio  la preparación de la comida.

La joven detalla que el 31 de octubre es el día dedicado a la cocina. Preparan a manos llenas siete variedades de tamales tradicionales de la comunidad, así como bebidas de la región, como el popo o pozol; dulce de yuca, camote, calabaza, nanches curtidos, entre otros. Además, en las cacerolas y recipientes más grandes se cocina la pasta de mole y chocolate que preparan en días previos.

La parte más ardua, explica, es la de cocinar a los animales que llegaron  días antes y se  conservan en congelación. Hace muchos años, dice Arlette, se buscaban vivos, “cuando la cacería era parte de la vida común de  las familias, pero que ahora está prohibida”.

Concepción, su madre de 71 años,  es la encargada de darles el punto exacto de sabor, cocción y hasta color. La cochinita a la cubana, plato regional de la Cuenca,  no debe faltar para el convivio.

“Este altar está dedicado a ti, hijo, a mis papás, familia y amigos, pero también para todos aquellos que quieren llegar a esta humilde casa”, enuncia la matriarca para dar la bienvenida a los muertos en las primeras horas del 1 de noviembre.

Así comienza la fiesta a la que acuden hasta 5 mil personas para conocer el exótico altar, ser testigos de esta tradición familiar  y convivir con  los muertos.

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