Música de viento, tradición funeraria

Las bandas de viento son un elemento fundamental en los ritos para despedir a los difuntos; en regiones como la Sierra Mixe los músicos otorgan sus servicios gratuitamente

Foto: Edwin Hernández / EL UNIVERSAL
Estatal 01/11/2017 10:56 Christian Jiménez Santa María Tlahuiltoltepec, Oaxaca Actualizada 10:56

“Muere el sol en los montes con la luz que agoniza, pues la vida en su prisa, nos conduce a morir”, resuena en los panteones oaxaqueños al ritmo de banda o trío. “Dios nunca muere”, vals escrito por Macedonio Alcalá, es la canción con la que en el estado se da el último adiós a familiares y amigos.

Oaxaca despide a sus muertos con música. En las ocho regiones, aunque el ritual del último adiós tiene sus particularidades, la música es la  tradición que enmarca la negrura de los días en que los  oaxaqueños se despiden de la vida terrenal.

Santa María Tlahuitoltepec, localidad enclavada en la sierra Mixe, es cuna de músicos. Ahí, hombres y mujeres, desde niños aprenden a ejecutar melodías con maestría a través de instrumentos, con los que incluso son enterrados, cuando llega la hora de volver a los brazos de la Madre Tierra.

Silvestre Vásquez Cardoso, encargado de la banda oficial del Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe (CECAM), la escuela de la comunidad que recientemente cumplió 40 años desde su fundación, señala música como primordial en las tradiciones de ese pueblo, de donde han surgido 35 generaciones de músicos.

Las bandas de esta región Mixe se compone  de más de  70 músicos de caña y metal, complementados con percusiones y el sonido de una tuba, que acompañan   todas las festividades.

“La convivencia del pueblo está muy ligada con la música. Los niños desde preescolar la escuchan y tienen deseos de aprender… poco a poco la música se vuelve parte primordial de la vida”, explica Vázquez Cardoso.

Las bandas dan servicio gratuito en las fiestas del pueblo,  sobre todo en  velorios y celebraciones de “Todos Santos”.  Participan principalmente  los músicos que son familiares del fallecido, regalando  una muestra de su talento para unirse, pese a la tristeza, y compartir momentos de convivencia.

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Música y muerte

La música mixe se conforma por sones y fandangos,  que son bailados por la población durante las fiestas. En los velorios tocan piezas en modo menor, marchas fúnebres que son el acompañamiento del fallecido y lo conducen en  la transición a la otra vida.

“El Dios Nunca Muere”, es interpretada en cada tributo a los muertos, así como la “Misa Oaxaqueña”, pieza compuesta por el  músico Timoteo Cruz Santos; son estas melodías las que también se entonan en las misas de cuerpo presente, antes de que   la carroza tome  rumbo al camposanto. La banda tiene también participación en los rezos que se realizan en los primeros nueve días posteriores al fallecimiento.

Para agradecer a los muertos lo que hicieron por el pueblo durante su vida, los músicos tocan sus melodías favoritas antes del entierro. Para los personajes reconocidos de la comunidad, todo el pueblo prepara la despedida con flores y comida para que sea bien recibido en su regreso a la tierra.

Tocar para los  muertos

En los días  de los muertos, que se celebran del 31 de octubre  hasta el 4 de noviembre, todos los músicos de Tlahuitoltepec tocan en la misa que se realiza en el panteón municipal. Las familias se reúnen en el lugar,  mientras visitan los sepulcros de sus seres queridos y  piden el responsorio para ellos.

Los músicos forman grupos de 20  y se dividen para tocar melodías en honor de los que se fueron. Más tarde se trasladan al municipio para participar en una calenda y un baile en el que tocan sin descanso en esos tres días.

En Tlahuitoltepec y en general en la mayoría del territorio oaxaqueño, “los que ya se han ido” son recordados con afecto y respeto;  además de la música se les recuerda con una ofrenda que contenga la escencia de los que disfrutó el dinado en vida.

“El pueblo comparte ofrendas que se ponen en un altar de gran tamaño en la explanada municipal; sin embargo, la fiesta que se acompaña con música empieza cuando ya se puede comer del altar, es decir el 2 de noviembre”, apunta el representante del CECAM.

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